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Sobrevivientes identifican una nueva sede del circuito represivo de la Marina

Tres sobrevivientes de la ESMA hallaron la casa por donde pasaron víctimas de la dictadura, como los integrantes del Grupo Villaflor. La propiedad está en General Pacheco, Tigre. “Era una cosa muy perversa, ir de fin de semana, llevar a una quinta con pileta (a las víctimas) para darles expectativas de supervivencia”, dice Carlos Lordkipanidse. Las pruebas del hallazgo serán entregadas en los próximos días al Juzgado Federal 12.

El buscador satelital Google Earth fue la herramienta que les permitió reconocerla, pero terminaron de identificarla cuando fueron a General Pacheco y vieron un árbol y un tanque de agua cuya forma había quedado guardada en su memoria. Tres sobrevivientes del campo de exterminio que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) consiguieron ubicar la quinta de Lugones al 3600, la última casa operativa del circuito represivo de la Marina en zona norte del conurbano bonaerense.

Fueron Carlos Lordkipanidse, Blanca García de Firpo y Liliana Pellegrino quienes viajaron hasta allí para confirmar sus sospechas. “Ahí estuvo el matrimonio Dameri Ruiz, el Grupo Villaflor, con los muebles que nos robaron al secuestrarnos”, dice el Sueco Lordkipanidse a PáginaI12. “Era una cosa muy loca, muy perversa, ir de fin de semana, llevar a una quinta con pileta al grupo para darle expectativas de supervivencia”, agrega sobre aquellas salidas en las que debían compartir un momento de supuesto esparcimiento junto a los genocidas. Las pruebas del hallazgo serán entregadas en los próximos días al Juzgado Federal 12, que ocupaba Sergio Torres antes de asumir como miembro de la Suprema Corte bonaerense.

“Es una de las casas operativas, todas en la zona norte, que constituyeron el circuito de la Marina: la de Thames y General Paz era la casa de fin de semana del almirantazgo, ahí estuvo secuestrada Pilar Calveiro. Fueron mencionadas en los juicios, ya vamos por el cuarto y camino hacia el quinto, por parte de los sobrevivientes. Nunca los genocidas reconocieron su existencia, como tampoco de la isla del Tigre que es la más famosa, llamada la Isla del Silencio”, explica Lordkipanidse, hoy activista de derechos humanos en el Encuentro Militante Cachito Fukman. “Presentamos la ubicación geográfica, las fotos y todo lo necesario para que el Tribunal Oral Federal 5 ordene hacer una inspección ocular, como ya se hizo en los otros sitios por orden de Torres”. En la última ronda de las Madres en Plaza de Mayo, el sobreviviente explicó los pasos a seguir tras este reconocimiento, en el cual tuvo un rol esencial la escritora Marisa González, y que fue acompañado y difundido por el sitio La Retaguardia. 

En su declaración testimonial durante el juicio ESMA, el Sueco había mencionado la existencia de estos lugares, la “isla” y la casa de Don Torcuato, pero sus revelaciones no fueron tenidas en cuenta. “A las respuestas negativas del poder le redoblamos la apuesta y nos pusimos las pilas para encontrar la casa de Pacheco, que es importantísima en el circuito represivo y tiene un gran peso simbólico porque allí estuvieron los padres de la última niña nacida en cautiverio en la dictadura, el matrimonio Dameri Ruiz. Además, en ese lugar se vio por última vez al Grupo Villaflor, todos juntos, con excepción de Raimundo que ya había muerto”. Como “Grupo Villaflor” se conoció a los integrantes de esa familia y a otros militantes cercanos: Azucena (una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo) y su marido Raimundo Villaflor, Josefina Villaflor, Juan Carlos Anzorena, Pablo Lepiscopo, Hugo Alberto Palmeiro, Juan Carlos José Chiaravalle, entre otros.

En aquel momento la casa estaba en medio de un descampado, pero la calle ya era de asfalto y pasaba el colectivo 60, como lo recuerdan los sobrevivientes, entre ellos Víctor Basterra. Ahora, el lugar se asemeja a un barrio privado. Esta propiedad ubicada en el barrio Ricardo Rojas de Pacheco es de una sola planta sobre un terreno de 2530 metros cuadrados –tiene hogar, barra y mesa de pool, cuatro dormitorios, dos baños, quincho, cancha de paddle, parrilla y horno a leña–, y en el parque arbolado hay una pileta en forma de L de hasta tres metros de profundidad.

Lordkipanidse recuerda que en septiembre de 1979 estaban en el borde cuando uno de los niños, hijo de la secuestrada Lucía Deon, cayó al agua. El Sueco lo rescató y, cuando junto a Liliana ingresaron a la vivienda para cambiarle la ropa, vieron con espanto que ahí estaban los muebles que les habían robado a ellos al secuestrarlos, incluido su televisor blanco y negro.

“Era un delirio hacerles pensar que se habían salvado, y además ponerlos a la vista de otros sobrevivientes que ya estaban en condición de libertad vigilada, como Liliana Pellegrino o Beti Firpo, o de los niños. Les hacían suponer que zafaban, que con tantos testigos no los matarían”, razona. El auto que los llevaba era manejado por el represor Ricardo Miguel Cavallo, alias Sérpico. En aquel momento Lordkipanidse y Pellegrino eran pareja, a ella la habían liberado pero estaba vigilada. Además de Cavallo, actuaron allí Adolfo Donda Tigel, Fernando Peyón, Chino Sosa y Julio Tortuga Fernández, entre otros represores. El Sueco recuerda que también fueron llevados a esa casa Alejandro Firpo; Lucía Deon y su hijo; Daniel Oviedo; María Victoria y Rodolfo, los niños del matrimonio Lordkipanidse-Pellegrino, Carlos Quique Muñoz y Víctor Basterra.

El árbol y el tanque

Los sobrevivientes lograron identificar la casa por un árbol y el tanque de agua, que tenían formas muy particulares. “También por la ubicación de la pileta porque está adelante, cuando buscamos con el Google Earth no se ve ninguna así, en general están al costado o atrás, ésta da a la calle por donde pasan los autos. Ahora está deshabitada y a la venta”, explicó Lordkipanidse.

El TOF tendrá que ubicar a los dueños y averiguar en catastro quién era el propietario en la época en que fue utilizada por los sicarios de la ESMA. “Fue usada en los últimos tiempos del accionar de los grupos de tareas, esa pauta nos la da que vimos ahí nuestros muebles, cada uno reconoce sus cosas, éstos eran llamativos porque estaban pintados de naranja. Nosotros caímos en noviembre de 1978 y, si la amoblaron con nuestras cosas, se entiende que funcionó de esa época en adelante”, deduce.

“Este tipo de hallazgos reafirma la necesidad de preservar todo, porque siempre pueden aparecer pruebas nuevas. Los autos que llevaban a los prisioneros desde la ESMA hasta la quinta salían del estacionamiento que ya no existe, lo cual impide cualquier tipo de reconstrucción. Desde ese patio (de la ESMA) también salían los camiones con la gente a Aeroparque para ser tirada al mar”, lamenta Lordkipanidse.

Para el Sueco, la reconstrucción de cada sitio, el rol de cada represor, cada secuencia del terrorismo de Estado es un trabajo a tiempo completo. “Las identificaciones fueron iniciativa de los sobrevivientes y de nuestra querella, a la isla fuimos cuatro con una lanchita, para la casa de Thames llevamos al conscripto que había estado con Tarnopolsky, la reconoció y listo. Lo mismo pasa con la detección de represores en el exterior. Pero no tenemos poder de policía, así que ahora le toca actuar a la Justicia”, reflexiona, y se refiere al juez federal Rodolfo Canicoba Corral, quien reemplaza a Torres.