Chubut Para Todos

Roberto Grupallo, el centinela del mar

Lleva más de 30 años en el servicio. Nunca pensó en abandonar, ni siquiera cuando las cosas no salieron como estaban previstas. Cinturón negro de judo, este atleta bonaerense tiene una lucha propia con un cáncer de piel. En su vida todo fue determinación y disciplina, valores que no negocia con quienes cada año se anotan en el curso para salvaguardar las costas de Comodoro Rivadavia. Retrato de un hombre que no acepta ‘grises’ en su equipo de trabajo.

Una persona que sea absolutamente predecible ante situaciones de vida o muerte. Que no solo tenga la condición física, sino mental, para mantenerse frío ante lo imprevisto. Que obedezca y no discuta en una emergencia. Y que sea responsable cada vez que se cuelgue un silbato y sale a la playa con una actitud de arrojo y determinación. Tales son los requerimientos que se necesita para ser parte del equipo de guardavidas de Comodoro Rivadavia.
Cuando algunos de esos requisitos faltan, a Roberto Grupallo no le tiembla el pulso y les dice que prueben con otra cosa. Porque el cuerpo que lidera el cinturón negro de judo tiene un prestigio que sostener. Y nadie (ni siquiera él que cuenta con más de 30 años de servicio) puede hacer algo en contra de ello.
Además, lo que está en juego es la vida de las personas. Y eso Grupallo lo tuvo claro cuando a los 18 años hizo el curso de guardavidas en la Asociación Cristiana Juvenil, donde un militar era el docente a cargo y los entrenaba al mismo nivel que a un boina verde.
Tal vez por ello cuando al joven Grupallo lo tiraron en la costa del Río de la Plata –a la altura de Retiro y en medio de manchas de petróleo y contaminación- para saber si tenía ‘madera’, él no dudo.
Y quizás por esa misma templanza y determinación, sus camadas inmediatas lo siguen a ciegas y confían en él,que desde hace poco más de cinco años lucha con un cáncer de piel. Y a pesar de ello nunca pensó en abandonar el servicio. Mucho menos a una persona a riesgo de su propia vida. No lo hizo cuando era joven, menos ahora que promedia los 50 años.
HACERSE VALER
Iniciado en el Judo desde los 5 años, Roberto tuvo la chance de hacer el curso de guardavidas (duraba un año) a los 18. Cuando dando clases del arte marcial en el Club Atlanta se le acercó el guardavidas del natatorio y lo invitó a sumarse.
Pero la prueba la tuvo sobre el final del cursado, cuando el docente al borde de la pileta invitó a quien se animaba a sacar a otro profesor del medio del agua.
“Estábamos formados al borde de la pileta y yo sabía que no convencía por mi porte (era uno de los más petizos) por eso cuando el militar ofreció quien se animaba a sacar a su colega del agua, yo levanté la mano”, expresó Roberto.
Lo que no sabían el resto de docentes y alumnos, es que Grupallo era cinto negro de judo. Y allá fue Roberto, a hacerse valer con hechos.
“Apenas me tire a la pileta, el profesor se hundió. Lo espere (porque no podía vivir abajo del agua) y cuando subió le hice una llave de judo con las piernas y lo tuve un buen rato tragando agua, mientras que escuchaba que le gritaban ‘zafate’. Cuando mi rival no dio más, le cruce los brazos y lo arrime al borde de la pileta. Desde ahí nadie más dudó de mi capacidad en el curso”, sostuvo entre risas.
UN CUERPO DE ELITE EN DONDE NO HAY “GRISES”
Con ese mismo ímpetu, Grupallo llegó a los 24 años a la capital petrolera para ganarse la vida junto a su esposa dando clases de judo, gimnasia para damas y revalidando el curso de guardavidas en plena etapa de hiperinflación en el verano de 1983.
“El tema era sencillo. Si yo no revalidaba la licencia de guardavidas no había que poner en la olla. Porque nosotros veníamos de vivir un año en Bariloche donde nos habían entrado a robar y nos habían dejado sin nada” recuerda.
Roberto aprobó, hizo su primera temporada en la costanera local y con el paso de los años (cuando tenía 27 años) se ganó el derecho a quedarse como jefe del cuerpo de elite que preside hasta el momento.
Todo a raíz de la seriedad y determinación con la cual se tomó la función.
“El tema es así, no solo en el entrenamiento es una condición. Debe ser una persona apasionado por lo que está haciendo. Que sea absolutamente predecible, que pueda aceptar directivas en forma directa, y pueda cumplirlas sin discutirlas. Y que sea una persona que sepa la responsabilidad que se carga cada vez que se cuelga el silbato y sale a la playa. Y que si ocurre algo, cuente con la determinación de hacer lo que tiene que hacer y no otra cosa. Quien no da con ese parámetro no puede estar dentro del servicio (NdE: aclara que el curso cuenta con el reconocimiento del Ministerio de Educación). Y desde hace unos años a esta parte, las cosas se han ido flexibilizándose en el ámbito de la educación, de lo social y de lo laboral. Entonces si antes aprobabas con 7, paso a aprobarse con 6 y sino con 4. Y sino llegabas a eso, ahora te dan 20 mil instancias para que apruebes. Entonces que pasa, en nuestro caso hay pruebas que son absolutamente objetivas, donde se aprueba o no aprueba. Porque yo estoy mandando gente donde de ellos van a depender la vida de otros. Entonces prefiero que a mí me tomen como una persona básicamente desagradable (creo que en este camino estoy) pero que yo sé que esa persona va a responder como tiene que responder y no va a perder la vida de alguien por errores propios” sentencia.
METODOLOGIA DE TRABAJO
Una metodología de trabajo donde el equipo es fundamental, es la idea que persigue y al cual apuesta Grupallo.
“Nosotros en cada emergencia vamos escuchando toda la información previa (que nunca es exacta). Se recibe la misma, y cada guardavida tiene su ‘paquetito’ armado donde está su traje de neopreno, un desfilibrador, un botiquín y un torpedo. Y salimos en forma inmediata, a veces la gente de seguridad municipal nos pone un vehículo de apoyo para abrir camino. Y lo que se habla adentro de la camioneta es ‘muchachos llegamos, yo (el jefe a cargo) hago el diagnóstico de la situación y actuamos en consecuencia’. Punto. No hay discusión y todo se alinea a la decisión tomada. Y apostamos a que la decisión tomada es la correcta. Y nunca debatimos sobre el tema porque es una situación de emergencia, y el jefe de equipo asume la responsabilidad y da las directivas. Le parezca al resto o no le parezca. Eso nos hace ganar tiempo y que saben que van a decidir lo que van a ser”, remarca.
“Así, en estos últimos años hemos ido estandarizando y vamos ajustando sobre la marcha. Siempre con la idea de ser más eficaz en las maniobras que realice. En un marco en la medida de lo posible de riesgo controlado. Nosotros como profesionales debemos ingresar al agua en un marco de riesgo que nosotros podemos manejar. A eso sumarle el estado de alteración de las personas que ven que su ser querido se está ahogando. Por ello en más de una vez hemos hecho tareas de resucitación con un cordón policial para evitar que nos golpeen”, sostiene.
PERDIDAS Y CONVICCIONES
No todos fueron momentos gratos, de hecho a los 24 años Roberto tuvo su primera víctima fatal. Y no fue una sola persona, sino un matrimonio que nunca encontraron.
“Uno siempre recuerda los que no pudo sacar. Los que salvo no lleva las cuenta (¿serán 200, 230 en 30 años de servicio?) tengo bastante más claro los que no pudimos sacar.
La primera fue a los 24 años, era casi de noche, la marea estaba subiendo y la playa me parece que era Playa Bonita, en una época donde no existía el traje de neopreno. Nos llevaron en la caja de una camioneta y el director de deportes de por aquel entonces (Miguel Blanco) me dijo ‘mirá Roberto, fíjense si vale la pena meterse’. Y nosotros fuimos a buscarlos (era un matrimonio) estaban los familiares. Nos metimos los cuatro y estuvimos buscando esa noche poco más de una hora y era imposible, había pozones y pegaba muy fuerte la marea. Y salimos con un grado de hipotermia importante. Y me acuerdo que a este matrimonio lo buscamos unos 20 días más o menos. Y lo único que encontramos fue una blusa rosa que llevaba la señora. Esa fue la primera perdida que tuve”, confiesa.
“Los guardavidas son gente comprometida con lo que hacen, donde muchos pagan costos que la comunidad no tiene conocimiento. En mi caso tengo un cáncer de piel que ya tuvo su periodo de metástasis y que es una lucha continua desde hace cinco años. Y es un riesgo que corre cualquier guardavida. Yo he tenido guardavidas que han tomado decisiones donde estuvo en riesgo su propia vida. Y donde no hay lugar para la duda sobre quien tiene que salvarse (si víctima o guardavida). Decisiones que también me ha pasado, cuando no podes sostener más a la víctima”, comenta.
Son segundos donde se decide si el arrojo llega al punto de perder la vida por sostener a la víctima. Y Grupallo tuvo esa ocasión en los acantilados de Km 8.
“En esa ocasión nosotros nos tuvimos que descolgar por un acantilado a través de un cable de trifásica, y había una chica de 17 abrazada a una de 7. Es todo un momento y se te pasa toda la vida por la cabeza. Yo bajé con otro colega (Martín Rodríguez), quien agarró a la chiquitita y se tiró mar adentro con una pleamar importante (pero era la única forma de sacarla). Cuando yo agarro a la chica grande, tenía el chaleco salvavidas agarrada a una manguera donde el propio peso había hecho un nudo imposible de deshacer. Entonces yo le dije ‘te voy a sacar el chaleco y vamos al mar’. Para en forma posterior ir mar adentro en un recorrido de 600 metros para tratar de salir. Yo estaba debajo de ella para mantenerla flote y miraba hacia donde debíamos ir y veía que no avanzaba. Y ahí se te pone la disyuntiva. Lo pensé un instante (NdE: legalmente los guardavidas pueden soltar a la víctima) y me dije ‘yo no la suelto y nos ahogamos los dos’.
Caso contrario, Grupallo es consciente que iba a ser un muerto en vida por el resto de sus años.
En su porte, el jefe de guardavidas impone autoridad. En donde los “tibios” no tienen espacio. Por ello en la última temporada expulsó a un guardavidas del servicio y sancionó a otros seis por no ir en condiciones a custodiar las playas.
Sabe que en algún momento le tocara la muerte y le encantaría que sea en una acción de salvataje “todos mis seres queridos (que los puedo contar con los dedos de una mano) estarían absolutamente convencido de que morí en la mía. Y yo me moriría feliz, con una muerte de una significación de esas características”, recalca.
En su vida conoció muchas camadas de guardavidas y no todos abrazan el servicio con la misma pasión. “Sí estoy convencido del grupo que me precede en donde se encuentra Martín Gurisich, Jazmín Solís, Matías Aguirre, Sebastián Belequia. Son todos chicos entre los 38 y 41 años que son gente que vienen formados más o menos al estilo que me formé yo. Y sé que van a dejar al cuerpo de guardavidas en la más alta jerarquía que pueda existir. Porque esto tiene que ver con saber a qué jugamos. Y no es un partido de bochas, porque si nos equivocamos se nos muere una persona”, finalizó.
por Angel Romero
a.romero@elpatagonico.net