Chubut Para Todos

Postales de la Feria del G20 Por Jorge Asís

Trump, Putin, Macri, Xi Jinping, Merkel, Macron. Dos días para la “Hoguera de las Vanidades”.

Según informe de la CIA, los miles de migrantes de Honduras y de Guatemala son financiados por la Venezuela de Nicolás Maduro.
La operativa confirmación no legitima la barbarie social de Donald Trump, el populista admitido que impide el ingreso de pobres en su territorio. Para admiración de los xenófobos vocacionales del sur. Forman fila para entusiasmarse con la peripecia de Jair Bolsonaro.
En efecto, el espionaje (norte)americano consigna que Maduro juntó considerables billetes de su estragada economía para financiar el éxodo de miserables hacia los Estados Unidos. Recorrido compensatorio que iba a desplazar la atención de la huida monótona de los venezolanos.
Para Trump, el desplazamiento hacia Buenos Aires por la Feria del G20 dejó de ser la manera más directa de colaborar con el fortalecimiento fotográfico de Mauricio Macri. Es el amigo relativo, que “hace lo que puede con lo poco que tiene”. Pero con el auxilio, también relativo, del Fondo Monetario Internacional.
Arrastra Macri tres años agobiantes de mandato. Sin convicción insiste en confirmar que pretende hacerse re-elegir. Ahora intenta cambiar la onda desastrosa del gobierno que preside con las postales de la Feria del G20. Acompañado de los graves jerarcas del universo, portadores de problemas infinitamente más complejos. Exceden el marco de la mala praxis y de la incompetencia. Hasta para organizar un match elemental de fútbol, un derby apasionante.
De todos modos, con la sustancial colaboración del canciller Jorge Faurie, el líder argentino se cree en condiciones de interceder en la guerra comercial que desgasta a los Estados de Unidos de Trump con la China enigmática de Xi Jinping.
Pero el chino llega a la capital del tango menos irritado que Trump. Sin la petulancia de presentarse como “líder del mundo libre”. Pero con la consistencia del capitalismo salvaje, blindado por la sagrada represión del comunismo. Un invento que funciona. Como el delirio de preparar sigilosamente una ciudad para 120 millones de ateos, o creyentes secretos. O islas desmontables de IKEA, en medio de cualquier mar.
Postales de la Feria del G20

Aquí debe rescatarse que Trump sostenga la causa irremediablemente perdida del amigo Macri, el excelente producto desperdiciado.
En especial cuando Trump encuentra otras ventanillas disponibles para acelerar los trámites de urgencia. Tiene la ventanilla servida de Colombia, de Chile. Ahora también la de Brasil.
El elitismo de Itamaraty arrojó la toalla del abandono en el centro del ring, para incorporarse al delirio nacionalista de Bolsonaro.
A Trump le interesa tramitar definitivamente la pulverización de la Venezuela bolivariana que le llena de miserables televisivos la frontera con México.
Invasión que lo muestra tan humanamente insensible como Mohamed Bin Salman, el rey de Arabia Saudita. O su príncipe heredero. No puede soltarles la mano solidaria.
Al ascendente monarca tendrá que encontrarlo el viernes en Buenos Aires. Cuando ni un impúdico Trump puede minimizar la magnitud de la carnicería reproducida en el cuerpo desdichado de Jamal Khasshoggi. El periodista que criticaba al reino wahabita desde el Washington Post.
Jamal ingresó al Consulado en Turquía para sellar su pasaporte. Pero salió en el interior de un bolso. Despedazado.
Postales de la Feria del G20

Bin Salman es otro “liderado del mundo libre” que llega para la “Hoguera de vanidades” del G20. Tiene la intención de consolidar las costosas palmadas en la espalda de Trump. Mantiene también el objetivo de entrevistarse con Recev Erdogan, el presidente de Turquía.
Aunque comparte el credo del Islam, Erdogan no le lleva el apunte diplomático a Salman. Lo atormenta con informaciones hasta al propio Trump.
Gran mojador de croissants en todas las tazas, Erdogan no cesa de suministrar los datos detallados sobre la carnicería.
Para horror de los americanos que miran el beisbol mientras tragan las comidas rápidas de las cajas de cartón.
Para pisar fuerte en el Medio Oriente, el Líder del Mundo Libre no tiene otra alternativa que bancarlo a Salman.
Es el sostén insustituible para confrontar con Irán. Para brindarle solidez a la estrategia de proyección regional de Israel.
Aunque la Arabia Saudita, a esta altura, le haya provocado a Trump tantos problemas como los que supo provocarle Vladimir Putin con la informática. Pero con una causa digna: dejar afuera, de la carrera presidencial, a la señora Hillary Clinton.

Putin, Merkel, May

Vladimir Putin también va a saludarlo a Trump en Buenos Aires. Con seguridad va a extrañar al muy integrado embajador Koronelli, ya trasladado a México.
Putin llega después de haber secuestrado tres naves ucranianas que ya no pueden abandonar el Estrecho de Kersch. Ni alcanzar el Mar de Azov.
Postales de la Feria del G20

Un secuestro que va a producir los inútiles reclamos de la Unión Europea, que apoya a Ucrania desde su reivindicación moral de Crimea.
Es el valioso balneario -Crimea- que los rusos volvieron a guardarse en el bolso. Como si corrigieran el desborde de Nikita Kruschev, el ucraniano bruto detestado que detestaba el poeta Raúl González Tuñón.
En la Feria del G20 de Buenos Aires, la señora Ángela Merkel (que habla ruso a la perfección, ya que era de la Alemania Oriental) le hará sentir la recriminación europea a Putín (que habla el correcto alemán, ya que fue espía en Dresden).
Aunque ahora a la Europa desgajada le cuesta conseguir la ficción del consenso. No puede descontarse la adhesión automática del Reino Unido.
Los ingleses equivocados -acaso arrepentidos- necesitan oficializar el abandono de la Unión Europea. Consecuencia del error democrático de David Cameron, pajarraco rojo.
Para desembocar en el estúpido derecho de los británicos al aislamiento. Y en simultáneo hacia la disgregación. En cualquier momento Escocia va a superar la algarabía independentista de Barcelona. Pese a los malandras de la geopolítica que no le van a admitir, en principio, el privilegio de formar parte de la Unión.
Pero la señora Theresa May, la sucesora más convencida que el pajarraco Cameron, también aguarda los dos días de la Feria del G20 para mostrar la melancolía del islote que supo ingeniarse para ser un imperio.
Aunque ahora entre en la agenda, apenas, de cientos de manifestantes más melancólicos aún. Van a insultarla para reclamarle por Malvinas. Como si aún fueran imperialistas y no les quedaran exclusivamente los saldos de familia.
Un tema, Malvinas. Para la señora May es bastante complementario. Porque Gibraltar ocupa con prioridad su atención. Por las discusiones con España, la eterna convidada. La garronera de las sesiones del G20, donde Macri, el anfitrión, supone introducirse en la gloria.
Como la señora Merkel, la señora May sabe que tiene que aprovechar las pocas cumbres que le quedan. Para sacarse selfies en Buenos Aires.
En la próxima Feria del G20 ambas van a ser dos pavas rengas. Como el intrascendente brasileño Temer. Casi sin representación.
Pero suplidas, ambas -Merkel y May- por alguien mucho peor. Más nacionalista, incluso, que el propio Trump, Xi Jinping o Putin.

Macron

En menos de 24 horas, Trump podrá lucir sus brillantes corbatas horriblemente rojas. Planear raudamente sobre la montonera de conflictos mientras, por penúltima vez, le pone el hombro a su relativo amigo Macri.
Para evitar -hay que reconocerlo- que el hijo de Franco, el viejo competidor, se ponga el país en el sombrero de la bancarrota.
En tan pocas horas, Trump debe disponerse a soportar al único gilipollas de la política internacional que hoy le hace frente. Y hasta le produce el cuestionamiento ideológico y conceptual.
Es Emmanuel Macron, el chiquillo que se atreve a decirle a Trump que el nacionalismo, que se extiende en el mundo, es igualmente una patología.
El pobre Macron, en París, acierta menos que Macri. Impone el progresismo abstracto en la cuestión irrisoria del clima. Pero necesita -como Macri- de las postales de la feria del G20, para oxigenarse.
Resiste el chiquillo Macron la sofocación que le provocan los “gilets jaunes” que lo acotan.
Los “chalecos amarillos” franceses se inspiraron en el ejemplo obturador de los piqueteros argentinos. Los que también esperan, desde las “organizaciones sociales”, estos dos días, para hacerse notar. Para insultar a los neoliberales de utilería, sin el menor rigor, y complementar la legitimación de los países poderosos que se contagian de la abrumadora decadencia de Italia, que nada tiene que ver con Dante Alighieri. Tampoco con la decadencia más entretenida del imperio romano.
Tanta historia para desembocar en la xenofobia explícita de Salvini. O en la intolerancia bárbara del catastrófico Trump que admiran los pragmáticos. El que cierra filas con el sanguinario saudita mientras se entrega a la epopeya de impedir heroicamente la invasión de hondureños y guatemaltecos. Aunque, según la CIA, se encuentren financiados por los venezolanos que se propone exterminar.
Dos días para la Hoguera de Vanidades que deben ser aprovechados para oxigenarse por los líderes decadentes. Y por nuestro Macri, El Ángel Exterminador, que puede sentirse en el centro del mundo. Al menos hasta que se vaya el último guardaespaldas. Cuando se quede solo con sus fotos del Billiken, junto a los líderes solidarios que lo apoyan verbalmente pero no le ponen las monedas que espera. Tal vez por culpa de sus embajadores. Los que tienen la obligación profesional de informar detalladamente sobre todo lo que pasa en la Argentina que quiere recuperarse.