La palabra “populismo” ha sonando como música de fondo de las próximas y las anteriores elecciones. En verdad, el término ha atravesado fronteras y es empleado aquí, allá y en todas partes y sirve, en general, para esto y lo otro. “De una manera general, será difícil atribuir una definición al populismo, ya que se trata de un insulto, antes que de un sustantivo”, observa la académica francesa Chantal Delsol en su libro (breve, erudito, sustancioso) Populismo. Una defensa de lo indefendible, donde rastrea los orígenes de la grieta entre populismo y antipopulismo hasta el pensamiento de Aristóteles y Platón. “En el presente –apunta la pensadora francesa- se tiene la costumbre de designar con el término populistas a todo tipo de movimientos o partidos distintos, por el único motivo de que nos desagradan”.
En efecto, con la misma vara conceptual se pretende definir a Donald Trump y a Nicolás Maduro, al movimiento del cómico italiano Beppe Grillo y al Frente Nacional francés de Marine Le Pen, al peronismo de Perón, al Partido de los Trabajadores de Lula Da Silva, al izquierdismo griego de Syriza, a Hugo Chávez y a los Kirchner.
La heterogeneidad de los fenómenos que se incluyen en el mismo casillero es sospechosa. Si se quiere, lo que tienen de común todos ellos es la cosmovisión de base que nutre a sus críticos. Por ese motivo, el libro de Chantal Delsol elige un camino astuto para comprender el populismo, que reside en analizar ese pensamiento común de sus cuestionadores. Encuentra esa raíz en una mirada elitista que modernamente reduce la Razón de la ilustración a “una dogmática universalista” convertida en pensamiento políticamente correcto. “Los discursos contemporáneos reprochan al pueblo de los populismos no querer lo único que cuenta: el progreso, el universalismo –señala-. El pueblo no elige El Bien , sino que pasa de una heteronomía a otra”. Desde esa decepción, esa manera de pensar se aproxima al abismo de la intolerancia: “El pueblo que no reconoce la visión específica del porvenir definido por las elites es un pueblo inepto para la ciudadanía (…) Si la democracia no estuviera hoy en día asentada, esa opinión dominante excluiría de buen grado a esos electores del rango de los ciudadanos, y en realidad no se priva de excluirlos simbólicamente (…) un paso más y no quedaría otro remedio que cambiar de pueblo”. Para Delsol, la profundización de esa tendencia “marca la transición de la república democrática a la república ideológica, de la política de la tolerancia a la política de la Verdad, del pluralismo al monismo”.
Por cierto, el trabajo de Delsol se inspira fundamentalmente en el análisis de situaciones europeas, pero sus conceptos iluminan también otros procesos y es posible mirar a través de ellos para comprender aspectos de la llamada grieta local, habitualmente atribuida en exclusividad a un solo sector.
Superar “la grieta” parece la tarea más importante que tendrá ante sí el sistema política (en primer lugar el gobierno) una vez ocurrida la elección de octubre. Si el macrismo se inspira, como proclama a veces, en el pensamiento de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, seguramente recordará que el movimiento de estos fue bautizado “de Integración y Desarrollo”, donde no casualmente la palabra integración aparecía en primer término.
En términos cuantitativos, las elecciones venideras fueron agudamente descriptas, en tono de paradoja, por el politólogo e historiador Rosendo Fraga. En el escenario privilegiado de la provincia de Buenos Aires, “dos tercios votarán contra Cristina Kirchner, pero ella puede ganar.; al mismo tiempo, dos tercios votarán candidatos de origen peronista, pero ella puede perder”. Las urnas del domingo decidirán cuál de esas opciones se consuma en las PASO. Octubre será el round definitivo y, en términos argentinos, los dos meses que separan ambos comicios constituyen un plazo considerable. Es indispensable pensar más allá aun.
El mércoles último, en la Bolsa de Comercio, en la ceremonia de entrega de premios a empresas y empresarios destacados del país, un público inquieto comentaba las últimas encuestas. Los empresarios premiados se mostraron optimistas de cara al futuro. El editor Jorge Fontevecchia recogió un aplauso unánime cuando subrayó que, cualquiera fuera el resultado electoral , el país no puede presentarse dividido ante el mundo y necesita convivir con sentido plural, debe superar la grieta descartando la fantasía de que un sector de la sociedad debe ser excluido.
Tal vez se esté gestando un tiempo para los acuerdos estratégicos y las políticas de Estado.