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Piraña, el club que llegó a la C en 1978, desapareció en los ’90 y lo rescató una publicidad

Mientras disfruta de la popularidad, el club sueña con tener una cancha de césped sintético y se ilusiona con volver a afiliarse a AFA.

Vivió mil vidas en apenas 76 años: su nombre, inspirado en el apodo del goleador Jaime Sarlanga, lo convirtió en una curiosidad; en 1961, Club Atlético Piraña se afilió a la AFA; gozó del talento de Héctor “Chirola” Yazalde, cuya venta a Independiente a cambio de 1.800.000 pesos de aquella época le permitió construir su pileta. La piscina, otrora sinónimo de prosperidad, hoy está tapada porque acondicionarla representaba un gasto inabarcable.

Gritó campeón en un desempate frente a J.J. Urquiza que tuvo a Diego Maradona como testigo en la cancha de Argentinos Juniors en 1979, y compartió la C con Lanús; dos temporadas después concluyó en el último puesto de la D, quedó desafiliado y jamás volvió; a mediados de los noventas cerró sus puertas, el terreno fue usurpado por una banda narco y lo clausuró la justicia hasta que el 14 de enero de 2014 Sergio Torres, juez del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nº 12, le devolvió el club a los socios.

Oscar Bianco y Ernesto Rostanzo, junto a sus respectivos padres, eran dos de ellos. Bianco es Piraña: hijo de uno de los socios fundadores, fue figura del equipo campeón que ascendió a la Primera C en 1978 y hoy preside a un club que resucitó en 2014. “Piraña es mi vida, yo nací acá adentro”, le confiesa a la nacion. Rostanzo también es Piraña: tiene 40 años y no alcanzó a verlo afiliado a la AFA, pero su papá, uno de los pioneros de la refundación, le transmitió el amor por los colores. “Mi papá se casó acá”, recuerda.

Ambos lideran el renacimiento de un Club Atlético Piraña que, siempre emplazado en Elía y Famatina, atravesó múltiples vicisitudes desde aquel fundacional 12 de septiembre de 1942.

“Fue un acto de locura. Nos entregaron un lugar que era Kosovo y entramos a Kosovo. El club está funcionando hace tres años porque tuvimos un año de reparación. Tuvimos que juntar fondos para reestructurar todo lo que estaba hecho bolsa, casi todo. También nos llevó tres años recuperar la personería jurídica del club, recuperamos la de antes, no hicimos una nueva”, rememora Bianco en su oficina, con la cancha pelada como fondo de pantalla.

La publicidad de una compañía de telefonía celular rescató y popularizó la historia de Piraña, ya recuperado y otra vez de pie. “Generó que muchos se volvieran a acercar al club, algunos ni sabían que estábamos haciendo acá. Para muchos fue volver a verlo”, confiesa Bianco.

El club actualmente oscila entre los 400 y 500 socios -supo tener más de 5000-, ofrece múltiples actividades, alquila su cancha de 11 y de futsal, organiza eventos que involucran a los vecinos y están edificando un vestuario para quienes usan la de once. “Todas las obras se hacen con dinero del club”, aclara Rostanzo.

Para 2018 tienen una obsesión que podría cambiar el destino del club: instalar césped sintético en la cancha principal. “Es la vaca lechera nuestra, más que los socios”, se confiesa Bianco. Y explica: “Acá te llueve en invierno y no podés usar la cancha durante un mes, un mes sin poder alquilarla y si eso no funciona. Estamos abocados a hacer la cancha de césped sintético pero sale una moneda, casi 200.000 dólares”. “Vienen muchos para concesionarla pero no es la idea, te saca autonomía. Nosotros queremos usarla con libertad para nuestros juveniles. Sabemos que estamos trabajando para que Piraña vuelva a jugar en la D”, se esperanza Rostanzo.

La afiliación a AFA parece lejana, obligados a alquilar una cancha para hacer de local porque la suya no cumple con las medidas oficiales, sin plantel ni estructura para que sus jugadores se entrenen e incapacitados para afrontar los costos de una aventura semejante. Pese a todo se ilusionan. Mientras disfruta de la popularidad, Piraña tiene dos sueños: el primero, inmediato, ponerle sintético a su cancha de once; el segundo, volver a jugar en la D.

El aviso de Piraña

Por Matías Baldo – La Nación