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Otro reto para Macri: las fronteras perforadas Por Martín Dinatale

Ibar Pérez Corradi es apenas un engranaje más en el complejo andamiaje de prófugos, narcotraficantes, contrabandistas de mercaderías y drogas, controles laxos, fisuras en el sistema de migraciones y amenazas de terrorismo que enfrenta la Argentina desde hace varios años. La detención en Foz de Iguazú del autor intelectual del triple crimen es una alerta fiel de un reto mayor que tiene Mauricio Macri por delante: la necesidad de imponer mayor rigurosidad del Estado en las fronteras.

En la Casa Rosada admiten sin vueltas que “durante muchos años de kirchnerismo las fronteras de la Argentina fueron verdaderos coladores para los delincuentes”. El caso Pérez Corradi es apenas una muestra más de esa cruda radiografía en la que el Gobierno deberá desafiar en cada día que pasa.

Pocas horas después de que se detuvo a Pérez Corradi y se lo trasladó a Asunción, un destacado diplomático argentino admitió a La Nación que desde hace tiempo se observa una connivencia muy particular entre algunos sectores de las fuerzas de seguridad y la mafia de las drogas en la frontera con Paraguay. “La Policía y los servicios de inteligencia saben perfectamente dónde están las zonas rojas por donde pasan narcos y contrabandistas. Pero nadie hace nada”, dijo la fuente consultada.

Hace un mes se reunieron autoridades de Brasil, Paraguay, Uruguay y la Argentina para coordinar una tarea e imponer mayores controles en la hidrovía. Algunos funcionarios califican a esos canales navegables como la “drogavía”, en alusión al tráfico de barcos con narcotraficantes que cuentan con la anuencia de muchos lugares de control fronterizo. Un ex embajador de Uruguay relató hace unos meses que durante el gobierno de los Kirchner había importantes sindicatos y dirigentes argentinos metidos en ese negocio.

Se sabe que el Ministerio de Seguridad y del Interior están trabajando en este tema desde que Macri llegó al poder. Pero aún no logran dar con la tecla para frenar el flagelo. En la reunión de ministros y embajadores de los países que comparten la hidrovía se acordó un mecanismo de colaboración conjunta entre policías y gendarmes. También se habló de aumentar los controles de embarcaciones sin perjudicar el comercio. Pero nadie confía en que se frenarán los embarques de droga que, camuflados como productos de exportación, se dirigen a Europa o Estados Unidos.

La Triple Frontera es otro caso alarmante de una frontera perforada. No es este lugar una responsabilidad única de épocas de kirchnerismo. Durante el gobierno de Menem ya en Ciudad del Este se colaban narcotraficantes. Peor aún. Según una investigación de la Corte Suprema, por allí pasaron algunos de los terroristas árabes que pusieron la bomba en la embajada de Israel en 1992. El escenario no cambió demasiado. Una investigación realizada recientemente por el Centro de Estudios Sociedad Libre y Segura, con sede en Washington, que ayer dio a conocer el Wall Street Journal, reveló que “la muerte del fiscal Alberto Nisman eliminó un obstáculo clave para Irán y despejó el camino para que Teherán avanzara a una nueva fase en sus operaciones de información e inteligencia en América Latina”. Ese informe de 1500 páginas señala a la Triple Frontera como un lugar en el que conviven actualmente terroristas de Al Qaeda o Hezbollah.

En la frontera con Bolivia la situación no es tan alarmante como la de la Triple Frontera en términos de terrorismo. Pero existe un permanente tráfico de drogas. Los puestos de control no dan abasto y las condiciones de algunas oficinas de Migraciones son “deplorables”, según reveló a La Nación un funcionario del Ministerio del Interior.

La Dirección Nacional de Migraciones está trabajando al límite. Debe reforzar su personal en todo el país pero cuenta con escaso presupuesto. Más de 90% de los fondos designados para esa dependencia encargada de la entrada y salida de personas del país se destina a salarios para el personal y no hay desde hace más de cinco años una renovación de equipamientos modernos de control fronterizo.

No sólo en las fronteras terrestres de la Argentina hay problemas. El sistema laxo de visados a países asiáticos, por ejemplo, es otro de los temas que preocupan en el Gobierno en función de los reiterados casos de ingresos irregulares de extranjeros que se dieron en los últimos años.

Macri evalúa desde hace un tiempo una reforma a la ley de migraciones y un endurecimiento en los sistemas de control fronterizo. El Ministerio del Interior tiene en carpeta un borrador de un proyecto que prevé esos cambios. Pero el flagelo excede a un Ministerio y se necesita de la colaboración de varios sectores.

El Presidente dio muestras de querer reinsertarse en el mundo y mostrar una Argentina más confiable. Pero el caso Pérez Corradi no hace más que remover una película de terror donde las fronteras son aptas para el narcotráfico, la trata de personas o cualquier otra gama de delitos que dejan al país en el ridículo. O peor aún: en condiciones muy vulnerables para el ciudadano común.

Gentileza: La Nación