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Nora Dalmasso: una gota de semen y el avión fantasma

Las pistas que sigue el fiscal, diez años después del crimen de Nora Dalmasso en Río Cuarto.

Una mujer aparece asesinada tras mantener una relación sexual en su chalé de un barrio exclusivo. La ahorcaron con las manos y con el cinto de una bata de toalla. Los peritos dicen que el semen es de su marido, pero el marido está jugando al golf a 1.000 kilómetros de distancia, en otro país. ¿Y entonces?

Este es el sencillo argumento de la novela del caso Dalmasso, cuyas páginas pasan y pasan hasta llegar a hoy, 26 de noviembre, cuando se cumplen 10 años exactos del hallazgo del cuerpo.

Si cada una fuese un día, en 10 años entran 3.650 páginas. La novela tiene de todo, menos certezas. Es una obra maestra del engaño. Y un ejercicio coloso de impunidad.

En el prólogo dice que Nora Raquel Dalmasso tenía 51 años, un marido, dos hijos y una perra cocker llamada Gala. Que llevaba una vida de buen pasar y un matrimonio con luces y sombras, donde últimamente gobernaban una fachada del deber ser para la mirada social y las infidelidades mutuas en la intimidad secreta, cuando las apariencias para el mundo exterior se escurrían en la letanía amarga del universo de a dos.

Que Nora se refugiaba más en sus hijos que en su esposo, el médico traumatólogo Marcelo Macarrón, y que buscaba cada vez más a sus amigas. Con ellas salió a cenar la última noche de su vida. Ravioles de salmón, brochettes mixtas y ensaladas. El policía que entró a su casa al día siguiente tras el llamado de un vecino encontró, antes que el cadáver, una nota a mano sobre la mesa de la cocina: “Nori, esta noche está reservado para ir a comer al Alvear. Llamame para confirmar. Que no decaiga. Polly”.

En las primeras páginas está el hallazgo del cuerpo y una escena del crimen pisoteada por unas 30 personas entre policías, empleados judiciales, peritos y vecinos curiosos. Un pintor de obra detenido y liberado tras una marcha popular inédita en la Argentina: gente caminando con ramitas de perejil en la mano y gritando Liberen al perejil. El perejilazo dio sus frutos: el pintor afuera y, finalmente, sobreseído.

Después hubo una imputación al hijo de la víctima por una extraña razón: como el ADN era de un Macarrón pero no estaba completo y el marido de Nora estaba en Punta del Este, el Macarrón más cercano era Facundo, el hijo. Una extraña situación judicial que estuvo en un limbo hasta que cayó por el peso del absurdo. Y luego muchas, pero muchas páginas en blanco. Esa abulia se tragó a tres fiscales que no avanzaron ni medio centímetro. Incluso retrocedieron.

Hasta que llegó el cuarto fiscal. Daniel Miralles escribe la página de los 10 años con dos pistas: una gota de semen y un avión fantasma.

Como el semen es de Marcelo Macarrón, el fiscal lo imputó por el asesinato. Lo que dijo, traducido del lenguaje jurídico fue: usted tuvo relaciones con su mujer y yo creo que fue la noche del crimen; no me importa cómo hizo para venir a Río Cuarto, matar y volver a Punta del Este. El semen es suyo. El asesino es usted.

No le importa cómo hizo el viaje pero tiene que probarlo, y entonces entra en escena la pista número dos. El fiscal llamó a un piloto de aviación y a un controlador aéreo para preguntarles si era posible volar desde Punta del Este a Río Cuarto ida y vuelta en ocho horas. Desde que sus compañeros golfistas vieron a Macarrón en Punta del Este, pasada la medianoche del viernes, y volvieron a estar con él a la mañana siguiente, cerca de las 8.30. Le dijeron que ese tramo podía hacerse en menos de seis horas.

Entonces, ¿pudo Macarrón escabullirse de su alojamiento en Punta del Este, ir hacia un aeródromo, tomar un vuelo a Río Cuarto, llegar hasta su casa, acostarse con su mujer, ahorcarla con sus manos y con el cinto de una bata, volver al avión y aparecer sonriente después del desayuno en Punta del Este, listo para seguir con un torneo de golf que además ganó?

Para el fiscal, sí. Esta es la pista del avión fantasma. Para eso hacen falta, además, algunos informes que el fiscal pidió a Uruguay en mayo pasado y que todavía no le pasaron. ¿Hay registros del ingreso y egreso de Macarrón a ese país? ¿Cuántas líneas de jets privados operan en el aeropuerto de Punta del Este? ¿Cuántos aviones de alquiler estaban disponibles aquél fin de semana? Pasaron seis meses y las respuestas no llegaron.

Hay algún otro elemento. En dos fotos que el grupo de golfistas de Río Cuarto se sacó durante la mañana siguiente del crimen en Punta del Este Macarrón no está. Su abogado, Marcelo Brito, dice que justo estaba practicando unos tiros como calentamiento y por eso no llegó para la foto.

Brito también dice que el semen de Macarrón está en el cuerpo de su mujer porque tuvieron relaciones antes de que él se fuera de viaje, dos días antes, y que los peritos le dijeron que puede hallarse esperma en un cuerpo hasta 53 días después de la muerte de una persona.

Otro de los puntos en cuestión es un pelo hallado en la cama donde estaba el cuerpo de Nora. Un pelo que no era de ella. Para algunos peritos es un vello púbico. Para otros, un cabello. La diferencia es sustancial. El fiscal decidió el jueves que lo cotejará con el ADN de al menos 25 varones y cuatro mujeres que hubo en la escena del crimen el día en que hallaron el cadáver. Lo decidió ahora, 10 años después, justo cuando una docena de periodistas fue a preguntarle por las novedades en el caso. Como novedad, es decepcionante.

Ni el marido de Nora ni sus hijos pidieron nunca justicia por ella. Recién el año pasado su cuñada y su sobrina participaron de la marcha por Ni una menos en Río Cuarto. Caminaron con un cartel que decía: Hoy marcho por vos, Nora Dalmasso. Era una marcha contra los femicidios.

¿Macarrón tenía un móvil para matar a su mujer? Se habló de las infidelidades mutuas, pero nadie cree que él pudiera haber explotado por celos. Otra sombra sobrevoló las fronteras del expediente: discusiones por dinero. Propiedades que Nora sabía que Macarrón tenía a nombre propio o de terceros y que le reclamaba ante una inminente separación. Esa ruta, la del dinero, no se transitó. Tampoco se recorre ahora.

El marido imputado sigue viviendo en la misma casa donde ocurrió el crimen y está en pareja con la viuda de un piloto aeronáutico. Con ella viaja por lo menos dos veces al año a Miami. Su hijo Facundo se recibió de abogado y se mudó a Buenos Aires. Su hija Valentina, ahora nutricionista, abrió un negocio de comidas dietéticas en Río Cuarto. Nadie sabe qué pasó con Gala, la cocker que la madrugada del crimen escapó del chalé tras el asesino.

Mañana se escribe la página 3.651 de la novela imposible. Y es posible que ésa también quede en blanco.

Por Héctor Gambini para Clarín