Chubut Para Todos

Natalia Oreiro: “Todos estamos viviendo un poco eso de no aguantar más”

Entrevista a Natalia Oreiro, que protagonizará la película “Re loca”. En la ópera prima de Martino Zaidelis, remake de la chilena Sin filtro, la actriz encarna a una mujer que, hastiada de la rutina, da un giro radical a su vida. Oreiro define la película como una “tragicomedia”.

A veces, la vida cambia de un día para el otro y es la propia persona la que tiene las herramientas para hacerlo. Eso le pasa a Pilar, en Re loca, la ópera prima de Martino Zaidelis, que tiene como protagonista a Natalia Oreiro. El film es una remake de la película chilena Sin filtro, que ya tuvo otras versiones en otros países como, por ejemplo, en España, donde se llamó Sin rodeos y fue protagonizado por Maribel Verdú. Se trata de una comedia alejada de los gags, en la que el humor tiene más que ver con la acidez del personaje de Oreiro, que sostiene toda la película: una chica a la que la rutina en una agencia publicitaria, sin posibilidad de ascenso, la abruma. Tampoco suman mucho el marido (Fernán Mirás), un artista plástico que tiene bastante de bohemio, pero poco de responsable, ni su mejor amiga (Pilar Gamboa) que  está más interesada en los WhatsApp de su celular que en las angustias de Pilar. Hasta que, casi por un hecho mágico producido por un hombre misterioso (Hugo Arana), Pilar estalla. Se toma revancha.

¿Es otra o es la verdadera Pilar? Pero después de la tempestad, ¿viene la calma? Mhmm…

Re loca se estrenará el jueves 5 de julio en Buenos Aires y, además de los artistas mencionados, tiene otras caras conocidas como Diego Torres, Gimen Accardi y Valeria Lois. “Cuando leí el guión me encantó, me sentí muy identificada, me pareció muy actual, me reí mucho”, cuenta Oreiro en la entrevista con PáginaI12. La actriz reconoce que tenía ganas de volver a hacer comedia. Sus últimos trabajos en cine habían sido dramas y siente que esta comedia no es simple sino que tiene matices. “El personaje tiene muchas contradicciones y era lindo de asumir. Tiene tres etapas y me parece que así son las personas. Mostramos de a una, pero escondemos nuestra verdadera personalidad y siento que esta película habla de nuestro yo interior, de ese yo que tenemos atrapado atrás del miedo, escondido porque la sociedad nos presiona”, completa Oreiro. “Lo que le sucede al personaje de Pilar y lo que nos sucede a muchos es que cuando acumulamos mucha bronca, mucha angustia o mucha presión, ¿cuánto tiempo se puede aguantar hasta explotar? Quizás explotamos de la peor forma, que es bueno porque si no explotás nunca, implosionás, queda adentro y eso te hace daño. La película habla de cómo queremos encarar las relaciones, cuánto nos importa la mirada de afuera, cuánto soportamos”, detalla con minuciosidad la actriz uruguaya.

–¿En una de esas tres etapas su personaje está en la línea de Relatos salvajes y Un día de furia?

–Sí, tal cual: Un día de furia en versión comedia e interpretada por una mujer. Tiene también algo del color de Relatos salvajes, sin parecerse en la temática ni en los personajes, pero todos estamos viviendo un poco eso de no aguantar más y querer mandar al carajo a todos en algún momento, aunque sea con alguien que se te manda delante del auto. Particularmente, lo que le sucede a Pilar, cuando empieza a dolerle esta sacada de filtro que tanto deseó, es que lastima a la gente que quiere.

–Justamente es llamativo que cuanto más daño hace su personaje, más gracioso resulta. ¿La tragicomedia atrae?

–Sí, porque nos reímos de la tragedia de ella. Lo que le pasa no es gracioso. Es gracioso para nosotros que, en un punto, nos identificamos, pero no estamos atravesando esa situación. Me cuesta verlo desde el lugar del espectador porque como yo lo interpreté todavía no puedo tener esa distancia, pero creo que en algún momento la tendré.

–Pero no la convierte en un personaje odiado. Sigue siendo querible.

–Todos los personajes lo son. Algo que trabajamos con el director fue que para nosotros era muy importante que la comedia fuera real. Eso solamente se lograba si cada personaje era reconocido en alguien que nosotros conocemos o nos relacionamos. Es fácil mandar al carajo a tu pareja si es un tonto que te trata mal continuamente, o a tu jefe porque te explota o te exprime, o a tu amiga, y querer irte con uno que es perfecto. Todos los personajes tienen ese punto dual, que los hace queribles, reconocibles, patéticos, pero reales porque los humanos somos así. Todos cometemos errores, todos pasamos por encima del deseo del otro. ¿Y dónde queda el respeto? Es una línea que parece muy finita, pero debería ser sustancial. No tendría que existir eso de “mi libertad está por encima de la tuya”. Socialmente estamos tan acostumbrados a que nos ametrallen con eso que decís: “Es así”. Yo no estoy tan de acuerdo con que “Bueno, es así”. Hay que tener muy claro los no, los límites y hay que poder decir lo que uno piensa sin necesariamente agredir al otro desde un lugar del diálogo. Y a Pilar le cuesta porque hace muchos años que viene aguantando, aguantando, aguantando. Y claramente se convirtió en una persona gris porque no vemos a una mujer olvidada de sí misma. Por el contrario: es una mujer moderna que trabaja como creativa en una agencia, tiene una linda casa, un lindo auto, linda pilcha. Aparentemente todo está bien y ella está quedada y atrasada. Siente que se quiere ir de viaje pero ni siquiera la llaman para embarcar. Está como en el limbo: ni en el infierno ni en el cielo. En el medio.

–¿Su personaje representa, de alguna manera, el sueño de quienes ven su vida como rutinaria?

–Es que es imposible no caer en la rutina. Es muy difícil. En lo personal tengo un trabajo que me corre todo el tiempo de la rutina. También es cómodo caer en ella porque “bueno, me funcionó esto, no salgo de este espacio”. Cuando uno quiere generar un cambio, el otro se incomoda un poco porque lo nuevo pone incómodas a las personas. Y el no saber qué va a pasar al tirarse a “ese vacío”. En mi caso, construyo el oficio siempre desde el riesgo. Y cuando siento que algo ya lo transité necesito girar 180 grados para resignificar también el por qué de mi profesión. Después, cuando tenés un trabajo más sistemático entiendo que es un poco más difícil no caer en la rutina. Incluso, cuando tenés muchos años de relación.

–Su personaje es la contracara de lo que es un actor o una actriz porque los artistas trabajan con las máscaras y Pilar, en cambio, no tiene filtro. ¿Cómo se construye un personaje de esa manera?

–Por supuesto que creyendo en quien tenés adelante para que te vaya guiando. Reivindico esta profesión como un trabajo colectivo. Los actores necesitamos indefectiblemente de un director, un guionista, un productor, un DF, un vestuarista como para poder construir. Y después, con mucha prueba y error, con intentarlo y equivocarte y volver a intentarlo. Soy una apasionada de lo que hago, pero también trabajo muy duro en cada personaje que me toca interpretar, intentando que no se parezca a mí o que no se parezca al anterior. Y que no sea sólo de una manera. A mí me encanta la comedia. Volver a hacer comedia después de muchos años es algo que disfruto muchísimo, pero el personaje está muy lejos de mí en varios aspectos. Por ejemplo, yo no digo malas palabras. O muy pocas. Y eso era algo que todo el tiempo le decía a Martino: “No voy a poder”. Entonces, me la pasaba practicando, escondida para que mi hijo no me escuchara (risas). Tampoco soy una persona que grite. Soy alguien con carácter, una persona que confronta cuando algo no le gusta, pero no encuentro en el grito una buena forma de diálogo porque siento que el que grita pierde. Si ya gritaste no tenés razón. Este personaje pasa por todas las etapas. Yo me identifico más con cierta ironía, cierto humor más ácido, que no es que considere que está muy bien porque muchas veces confunde al otro. Y tendría que ser más clara. Le doy mucha importancia a la palabra, a la coherencia. Para mí, la lógica es la base de todo.

–A su vez, después de un momento de nervios, se pueden ver las cosas desde otro punto de vista, que es un poco lo que le sucede a su personaje…

–Hay ciertos temas puntuales que no te dan mucha opción, pero uno nunca tiene la razón absoluta. No es facilista la película. No es que “dejo a mi marido porque no me hace feliz y me voy con el que siempre creí que era el amor de mi vida”. La película plantea una reversión de lo que elegimos, por qué lo elegimos, como si nos completara otra persona. Pareciera que la solución está afuera de uno y no adentro. Y muchas veces, queriendo decirle al otro lo que uno piensa, termina lastimándolo y tampoco eso nos hace felices. Pero cuando uno se cae y logra pararse, esa caída tiene que servir para ver todo desde otro ángulo. Eso hace que tengas más salidas, más formas de poder llegar a un lugar que te haga bien, que puedas resolver y al tiempo también.

–¿El humor se basa en el dolor?

–No siempre. En esta película, nos reímos de la tragedia de ella. Es una tragicomedia. Desde los clásicos, uno se ríe de cierta desgracia. Cuando mi personaje toma una decisión y se siente segura de lo que decidió se pega terrible palo y te matás de la risa de un golpe que le podría haber roto la columna vertebral. Me gusta, como actriz, jugar con eso. Más que hacerme la graciosa. No me interesa el remate. No soy una actriz de gags. Me gusta creer en la situación y que la situación se torne graciosa para el espectador. También me interesa lo físico. Este personaje me permitió jugar con mi cuerpo: no es lo mismo la más rígida, la más seria que la otra que se le salió la cadena. Incluso desde el vestuario se construyó eso y luego buscaron una mujer más segura de sí misma. Es que ella está en la búsqueda de algo que la haga feliz. Al menos en el transitar de la película descubre lo que no la hace feliz. Esa es una diferencia abismal. Saber lo que no te hace bien ya es un paso enorme.

–¿Qué le sugiere el personaje de la fanática de los videos virtuales que está todo el tiempo queriendo filmar a Pilar? ¿La vida se volvió loca en el mundo moderno?

–No tengo redes sociales. En un punto, creo que sí. Yo las llamo “La Polaroid”, la felicidad inmediata. La gente tiene mucha ansiedad. Es una enfermedad moderna. Estamos todo el tiempo buscando resultados que duren cinco segundos. Todo pasa muy rápido, se pierde la poesía, lo privado. Me acuerdo que hace unos años fui a ver a Björk cuando tocó en el Gran Rex. Estaba en la primera fila y la tenía en el medio. Un chico que tenía al lado se la puso a filmar con el teléfono. Y ella se puso re mal, empezó a gritarle que no la filmara. Y el chico no la entendía. Todo pasa a través de un celular, en vez de vivir y que la experiencia te quede en el corazón y en la retina. Si todo tenés que pasarlo a través de una cámara te estás perdiendo el momento verdadero.

–Su profesión está muy expuesta a eso, más que cualquier otra.

–Sí, lo que pasa es que lo que tienen las redes es que todos toman ese lugar, esa situación de “me filmo para ser y depende de la cantidad de likes que me pongan, si figuro o no figuro, si tengo éxito o no”. No tengo redes. Para mí, es una caja de Pandora. Sí tengo una en Rusia porque es mi manera de estar comunicada con ellos. Después, todos lo que están acá no son perfiles reales. Son inventados. Es una gran herramienta de comunicación, puede ser una gran herramienta social, solidaria. No estoy hablando de dejarlas afuera. Sobre todo las nuevas generaciones vienen con eso muy incluido, pero se corre el riesgo de no hacer nada.

–Si bien en el último tiempo trabajó en películas dramáticas, ¿la comedia es donde más cómoda se siente?

–No, me gustan todos los géneros. Como intérprete necesito hacer personajes muy diferentes y la búsqueda de lo más lejano a mí es lo ideal. Lo que pasa es que me siento mejor haciendo comedia por mi personalidad. Tengo una personalidad optimista, más arriba y, entonces, el drama me deja generalmente muy abajo, me angustia. Las últimas que hice, sobre todo Gilda e Infancia clandestina, fueron películas de las que me costó mucho salir. Y la comedia no. Es catalizadora y es algo que disfruto.