Chubut Para Todos

Nacieron con VIH, hoy ya tienen veintipico y no perdieron la sonrisa

Llegaron al mundo en el peor momento de la epidemia. Heredaron el virus y aprendieron a convivir con él.

El pelo le llegaba hasta la cintura. Tenía mucho y se necesitaba paciencia para peinarlo. Era un tiempo privado que madre e hija compartían cada día frente al espejo. Fue ese momento el que la mamá de Nadia eligió para soltarlo: “Tenés VIH”. Y Nadia lo sintió como una bofetada que de un golpe le hizo entender todo: las 16 pastillas diarias, los análisis, los médicos, las internaciones, los días y semanas sin ir al colegio. Todo. ¿Cómo que tenía VIH?, pensó, ¿o acaso no son los hijos los que cuentan esas cosas a los padres? ¿si ni siquiera tenía novio y mucho menos sabía lo que era besar? Nadia tenía 13 años. Y lo único que pudo decir, gritar, fue “me voy a morir”.

Nadia Tévez no se murió. Tiene 24 años y el virus, aunque sigue ahí, es indetectable. Lo que sí desarrolló es un humor blindado: “Imaginate, ¡encima había nacido con estrabismo! La verdad es que yo me daba cuenta de que muy normal no era”.

Nadia nació en una época en la que tener VIH era casi una sentencia de muerte. Para las mujeres que entonces tenían el virus estaba prohibido quedar embarazadas. Hacerlo significaba condenar a sus hijos a llevarlo también. Y así le pasó a la mamá de Nadia. Se enteró cuando estaba a punto de parir. Una transfusión que había recibido meses antes las había infectado a las dos. A Nadia le dieron seis meses de vida.

Pero eso es el pasado. Hoy Nadia integra Arribarte, un grupo de teatro para jóvenes impulsado por la Fundación Huésped. La mayoría tiene VIH. Algunos son familiares de pacientes y otros, solo amigos que se sumaron.

Sofía Ocampo, Evelyn Lucero y Tamara Sosa también nacieron con VIH. Todas tienen veintitantos. Como Nadia, crecieron con mamaderas con gusto a remedio, y pastillas engañadas en dulce de leche. ¿Qué es para ellas tener VIH? No pueden responderlo. Solo se encogen de hombros. No conocen otra vida, una vida sin virus.

Arribarte funciona de a ratos. Pero cumplió su primer objetivo: que dejaran de sentirse solas. “Siempre pensás que te pasa a vos solo”, dice Tamara. Como las otras chicas, es la única de sus hermanos que tiene VIH. Y como ellas, creció con una frase: “Tomá el remedio porque te vas a morir”. Su mamá murió cuando tenía tres años. Y un año más tarde, el que murió fue su papá. Fue por una familia que además de papás le dio otros seis hermanos.

La mamá de Evelyn también se infectó por una transfusión de sangre. Murió cuando ella tenía cuatro años. Evelyn, su papá y su hermana se mudaron a Jujuy. “No digas, no cuentes”, le repetían. “Nunca tuve mucha conciencia de lo que era, en una provincia tan conservadora no se podía decir mucho. Recién empecé a entender cuando conocí a las otras chicas y entendí que no estaba sola y empecé a informarme que era lo que tenía. La información te fortalece”.

Sí para cualquier adolescente la cama es un terreno repleto de miedos y dudas, para ellas, fue mucho mas. Lo dice Nadia: “Arrancas tu sexualidad sintiendo que sos una bomba de tiempo. Tener HIV es una responsabilidad muy grande y a veces cansa tener que cuidar siempre al otro”.

La mamá de Sofía usó drogas hasta que el análisis le dio la peor noticia: Ella y su hija tenían VIH y hepatitis C. La infancia de Sofía pasó en una casa llena de preservativos y una madre que se volvió militante. “Me dio tanto amor que no puedo reprocharle nada, siempre me defendió y me cuidó”.

Llegaron a este mundo en el peor momento de la epidemia. Cuando hablan de lo que les tocó vivir, se ríen. A diferencia de sus madres, saben que el virus se termina en ellas y que sí podrán parir hijos sin temor.

Fuente: Clarín

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