Chubut Para Todos

Milo Lockett: “Se puede vivir en condición humilde pero no podemos tolerar la pobreza”

El reconocido artista plástico critica el incumplimiento de las normas y define a la sociedad local como “muy hipócrita”, mientras reclama del Estado “un mayor compromiso para nivelar” y reducir la desigualdad. “Se puede vivir en condición humilde pero no podemos tolerar la pobreza, porque es la que avanza y no retrocede”, sentencia.

Uno puede imaginar que ya pasó el tiempo en que la crítica lo miraba como un enfant terrible del arte. Pero lejos de apagarse, su trabajo se fue multiplicando en todos estos años. No para de viajar y recorrer el país interior, que conoce como nadie porque se crió en su Resistencia natal, según él, “salvajemente”, sorteando las vías cercanas a la estación del tren y en los bares del pueblo donde los mayores jugaban al dominó. Hoy, puede llegar hasta una escuelita rural a 3800 metros de altura ubicada en Salta, intervenir un mural, y brindar en la misma provincia una charla de Buenos Negocios en un banco corporativo. Milo Lockett sabe que el artista nunca debe estar en el centro y siempre tiene que recorrer el borde del camino para darse un baño de equilibrio entre los dos mundos. “Los proyectos tienen que estar abiertos a la posibilidad de transformarse, o de cambiar. Porque trabajamos con personas y tenemos que ver sus necesidades, sino son nuestras necesidades las que queremos proyectar en otros. Y ahí nos equivocamos”, señala con un guiño, que anticipa su mirada sobre un país muy rico pero agotado culturalmente.

¿Sos un trabajador de la pintura, más que un virtuoso?

-Seguramente, me veo así. Ahora estoy metido en un proyecto con el Club de la Pintura por el interior del Gran Buenos Aires; sumale que a principios de este año iniciamos en San Luis una serie de intervenciones en la obra pública, pintamos en los ingresos y egresos de la ciudad, en los cruces de avenidas, en rotondas, fuimos transformando la geografía del lugar. En estos días estamos yendo al Impenetrable, en el Chaco, donde en 2005 iniciamos un proyecto con escuelas rurales de bajo presupuesto o a las que ni siquiera les llegan los materiales educativos, o en alguna nueva escuela con acceso complicado. Me gusta acompañar ese primer desarrollo y poner en un mapa las cosas.

¿Cómo ves al país recorriéndolo desde tantos lugares?

-La gente está como muy ávida de proyectos, es muy interesante porque te reciben muy bien, siempre dispuesta, los chicos quieren participar, se repite esa situación, nacen proyectos desde ellos, que también es algo que te enseña. Muchas veces se piensan proyectos de una manera, con una necesidad, y cuando uno llega al lugar se transforma todo y ese proyecto cambia porque la necesidad es otra. Yo aprendí a respetar esa necesidad. Trato de no ser rígido, por eso mis proyectos van variando, porque las cosas toman forma en la acción. En seis u ocho meses queremos transformar un lugar en donde a lo mejor nunca se pintó o no se tuvo contacto con algún artista. A veces uno supone que los chicos quieren cantar folklore, o pintar un mural, y a lo mejor lo que quieren hacer es teatro o circo.

¿Te duele mirar el interior profundo?

-Es distinto mirar al país desde la periferia, porque uno supone que al tener todo concentrado acá tenemos la mejor educación y calidad de vida, pero los otros días en Salta me sorprendió el respeto de los chicos, la atención. Eran de un colegio estatal primario, con altas necesidades, pero estaban muy bien contenidos. Eso me impactó, además de ver cómo recibieron la acción y cómo participaron. Lo que sucede es que vivimos llenos de suposiciones y miramos con el prejuicio del tipo porteño por sobre el interior, y el interior te sorprende porque pasan muchas cosas a miles de kilómetros, y a una distancia donde puede variar todo, además del clima.

¿Qué te llevó también a iniciar un emprendimiento comercial?

-Yo tuve varios bares, pensé que había cerrado esa veta, y hace unos años me propusieron abrir el proyecto Bar MILO. Se armó uno en Chaco de manera independiente, mi lugar de origen, otro en Córdoba y uno en Palermo, y los tres funcionan de manera diferente, si bien son temáticos y ocupan mi imagen. Soy de escuchar propuestas, pienso si son viables, aún cuando nunca tenga la certeza de sí van a funcionar o no. El riesgo está presente y si hay algo que no es predecible en el país es el comercio, por eso siempre arranco las cosas con una expectativa más bien baja. Lo mismo me sucede con las obras, busco que el público, la gente, intervenga y me sorprenda.

¿Ves algún cambio en lo económico?

-Pienso que la Argentina vive una transición y está atravesando un momento histórico. Esto dicho en el sentido de que a este país le hace falta más normalidad, y eso tiene que ver también con cumplir las normas. Nosotros no respetamos nada. Somos una sociedad muy hipócrita, exigimos y no nos comprometemos, confundimos caridad con compromiso, el ser de una forma y transitar de otra. Nos falta tener un poco más de respeto por el otro. La Argentina es un país muy rico pero donde hay mucha pobreza todavía, mucha desigualdad, y me parece que si bien el Estado está presente, es un Estado que necesita revisión permanente, reorganizarse y asumir un mayor compromiso para nivelar. Y para mejorar esa condición de igualdad, el eje es la educación. Si queremos combatir la pobreza, la corrupción y mejorar nuestra clase política, tenemos que educarnos y empezar por los más chicos. No podemos abandonar ni un instante el compromiso de que ni un solo chico deje de ir a la escuela. Se puede vivir en condición humilde pero no podemos tolerar la pobreza, porque es la que avanza y no retrocede.

Por Andrés Asato – OUTSIDER