Chubut Para Todos

Macri hace kirchnerismo cheto

El presidente le pone el cuerpo al poder con su “no plan” económico y el peronismo acéfalo macriza sus modales. La excepcional promesa de la corrupción.

Mauricio Macri dedicó el primer semestre del año a tomar el poder lo más que le diera el cuero. Fin del cepo, devaluación, leve caída del empleo y ajuste se sumaron a la inflación y dolieron, pero sin crisis. Entre las inexploradas causas de la derrota electoral y la exhibición en continuado de las pelis pornográficas de la corrupción K, la mayoría de los opositores peronistas, atomizados y sin líder (salvo que lo sea el Papa Francisco), se han mostrado prudentes, colaborativos y hasta culposos de hacer olas.
Diría que los peronistas se macrizaron. Y que Macri fue sabiendo peronizarse.
Sonó fuerte el aval de un economista serio como Mario Blejer (acaso ministro de Economía de Daniel Scioli si este ganaba el ballottage) a las medidas duras del inicio de esta etapa, porque no quedaba otra, salvando ciertas formas. También sorprende ir llegando a la conclusión de que, tras el primer semestre de gestión, Alfonso Prat Gay se consolida como “el más sciolista” del equipo económico de Cambiemos, tal como lo criticaban algunos de los suyos al principio, partidarios de un ajustazo aún más feroz.
Macri quiere demostrar que se puede gobernar este país sin ser un heredero de Juan Perón. Sin embargo, la realidad y las propias medidas que tomó le están imponiendo hacer lo más posible el peronista.
De hecho, su modelo fue tomando un evidente giro K en las últimas semanas.

Combatir la inflación con recesión lleva su tiempo y es doblemente peligroso: por las durezas del mientras tanto y las incertidumbres del resultado final. Nunca hemos vuelto a ser los mismos después de la malaria. Las medidas del “no plan” oficialista se parecen demasiado a las de sus tan cuestionados antecesores: asistencialismo urgente para frenar manchones de hambre con carne, fideos y leche; ampliación de los planes sociales y pago de deudas a jubilados; relanzamiento de la obra pública (sin que haya llovido un solo dólar); permanencia de los “precios cuidados” y el “ahora 12”; promoción del turismo con feriados, presión fiscal, emisión monetaria…
¿Kirchnerismo cheto?
¿Keynesianismo a la fuerza?
Elijan ustedes el juego de palabras que más les guste. Lo cierto es que, sobre la marcha, Macri dejó para no se sabe cuándo la vieja teoría liberal del “derrame” y se puso a derramar un poco a cuenta para que la sangre no llegue al río en el semestre que se inicia, condenado, por lo visto, a no ser un período feliz.
Quisiera volver a detenerme en un punto, que quizás sea más producto del deseo que de datos científicos: tanto el sistema político como la sociedad parecerían no querer repetir nada que se parezca al 2001. Ojalá. El asunto es que, al mismo tiempo, empiezan lentamente a calentarse los motores electoralistas para el año próximo.

Una cosa sería ingresar de lleno a la campaña para las legislativas de medio término en las aguas tranquilas de una economía estabilizada y otra muy distinta, chapoteando entre las olas. Sumemos el ingrediente folklórico: el peronismo dirimiendo internas en medio de la tormenta social representa, siempre, un factor político de temer.
El destape total de la corruptela durante la “década ganada” es un aliado fenomenal para Macri. Tanto que, incluso, le permite apropiarse de medidas que otrora se consideraban buenas o necesarias y ahora suenan sensatas, aunque gerenciadas por otros. Eso es, en gran medida, tomar el poder: cambiar de manos las herramientas que, en sí mismas, no son buenas ni malas.
Claro que con la corrupción pasó lo mismo durante décadas. De gobierno en gobierno, cambiaban los CEOs pero quedaba intacta la matriz del negocio. La familia Macri fue parte del juego durante los últimos cuarenta años. Y, lejos de tener motivos para horrorizarse por los tejemanejes de la obra pública, los conoce desde bien adentro. Fueron invitados de honor a la fiestita del Señor López…
Asistimos a un momento excepcional. En su repentino desenfreno, la Justicia Federal tiene abiertos expedientes contra funcionarios de antes y de ahora, empezando por la ex presidenta y su sucesor. ¿Será excepcional, también, la salida de esta coyuntura tan cinematográfica en la cual ya no se ve solo lo que no se quiere ver?
Debería procesársela sin más pasión que la de hacer un país serio, de una buena vez. 

Por Jefe de Redacción de la revista Noticias