Chubut Para Todos

Macri, el marketing y los platos voladores

Ante un paisaje relativamente apacible en la Asamblea Legislativa, el Presidente pudo sacar a relucir los números positivos que le brindó el Indec, lanzar temas para explorar el terreno del populismo y hasta sacar rédito de temas como la despenalización del aborto que, al decir el peronista federal Miguel Pichetto, “son trampas cazabobos”.

Los dispositivos de comunicación del Gobierno, trabajando a destajo, consiguieron que el Presidente llegara el jueves a la inauguración del tercer ciclo legislativo de su período en un paisaje relativamente confortable, del que fueron prolijamente podados los temas de agenda que apenas una semana antes expusieron en la calle los camioneros y las organizaciones sociales.

Así, Mauricio Macri pudo desplegar su catálogo de asuntos preferidos ante la asamblea legislativa. Presentó las mejores cifras que le regaló el Indec en la víspera (el país creció un 2,8%, hubo una pequeño saldo a favor en la creación de empleo, varias ramas de la industria incrementaron la producción, empujadas por la construcción, es decir, básicamente por la obra pública).

En la penúltima apertura del Congreso de su período presidencial, Macri prometió que el futuro será mejor que el presente y también se subió a la ola feminista que empapa la opinión pública y se pronunció en contra de la brecha salarial que posterga a las mujeres y también a favor de una extensión de la licencia por paternidad. Los medios pudieron nutrirse de una agenda extensa y variada, sin asuntos molestos.

DIVERSIONISMO VS. CANTITOS

Con las encuestas revelando en cifras que las expectativas sociales han decaído (y con ellas la imagen del gobierno y la del Presidente) y los cantitos de las canchas ilustrando ese fenómeno con brocha gorda, el gobierno viene lanzando al ruedo temas con los que explora una suerte de populismo de la opinión pública: lo hizo con el caso Chocobar reivindicando a su manera la mano dura en cuestiones de seguridad al desafiar un fallo judicial y consagrar como modelo de conducta la muerte por la espalda de un fugitivo; procuró asimismo expresar cierto humor social antiinmigratorio al vocear en términos conflictivos una disputa menor con el estado boliviano alrededor de gastos médicos producidos en hospitales argentinos por visitantes de aquel origen. Con el espaldarazo dado al tema desde la Casa Rosada, algún diputado de Cambiemos presentó un proyecto de ley para prohibir la educación y la salud gratis a los extranjeros.

En verdad, la furia con el gobierno de Evo Morales no estaba justificada: el tema no había sido incluido por la Cancillería argentina en la agenda de cuestiones a debatir entre ambos países durante las reuniones que concluyeron a mediados de enero. Sin embargo, fue explotado en los medios durante la última semana.

El humo, en este caso, se disipó rápido: desde La Paz se informó que se enviará al Congreso boliviano un proyecto para que los ciudadanos argentinos sean equiparados en la atención sanitaria a la población propia. En cualquier caso, el gobierno de Cambiemos regó (por motivos circunstanciales de marketing político) la plantita de la desconfianza y la intolerancia frente a los inmigrantes (ciertos inmigrantes, específicamente), una especie que crece y parece dar réditos electorales en Europa y Estados Unidos.

El uso de estas cuestiones suscitó reacciones de líderes radicales: “No caigamos en la xenofobia”, reclamó el diputado Mario Negro, jefe del bloque de diputados.

Las tácticas informativas diversionistas son viejas pero no han perdido eficacia. Más de medio siglo atrás, en los tiempos en que Arturo Frondizi soportaba dificultades políticas, los medios amigos de su gobierno difundían noticias sobre misteriosos submarinos en aguas argentinas y daban espacio a múltiples notas que, especulando sobre la identidad y objetivos de esas naves, suscitaban un giro temporario en los intereses del público. Historias de ovnis y de tiburones cumplieron el mismo papel en otros momentos.

EL FILO DEL ABORTO

La actual habilitación del tema de la despenalización del aborto por parte del oficialismo puede ser interpretada como otra táctica para hacer tiempo y cambiar la conversación. De hecho, así la consideró un opositor de buen trato con el gobierno, como el peronista federal Miguel Pichetto: “Una trampa cazabobos (…) Pongamos un elefante a caminar por la avenida Independencia y así la gente se distrae mirando al elefante”.

Pero esta trampa cazabobos puede volverse contra el que la coloca. Pichetto advirtió que “es un tema que va a producir una dinámica muy fuerte en el conjunto de la sociedad que no sé si el Gobierno va a poder controlar”.

Por cierto, el tema del aborto libre no es una iniciativa del gobierno: viene siendo agitado hace tiempo por corrientes feministas radicales, la extrema izquierda, las organizaciones que promueven la libre elección de género, muchas fuerzas neomalthusianas que propician poner límites al crecimiento demográfico y también corrientes menos coloridas que lo defienden con iguales o distintos argumentos. Cuenta, por cierto, con un fuerte aliento mundial revestido de clima de época.

Pero el hecho de que la fuerza de gobierno propicie, desde el centro mismo del poder, la apertura inmediata del debate parlamentario sobre el asunto le otorga a ésta, de algún modo, la paternidad política actual.

Un columnista de La Nación, Nicolás Cassese, señalaba el sábado 24 que “de aprobarse, sería una ley definitiva en el legado del Presidente” y sugirió que el aborto representaría “para Mauricio Macri lo que fue el divorcio en el mandato de Raúl Alfonsín, o el matrimonio igualitario en el de Cristina Kirchner”.(O el voto femenino en el de Juan Perón, podría haber agregado).

Aunque el gurú ideológico del macrismo, Jaime Durán Barba, se ha pronunciado en favor del aborto libre, ni el Presidente ni la mayoría de los hombres y mujeres políticos del Pro (Pinedo, María Eugenia Vidal, Rodríguez Larreta, Michetti, Monzó, Frigerio, por mencionar sólo algunos) se sentirían orgullosos de esa eventual paternidad. El tema se despacha al Congreso para que ocurra “lo que decidan los legisladores”. No habrá requerimiento de disciplina partidaria.

Si no se considera la hipótesis de una táctica diversionista, resulta extraño que un gobierno cuyos principales exponentes afirman rechazar el aborto, dé luz verde a una instancia legislativa que podría autorizarlo.

El ministro de Cultura, Pablo Avelluto, partidario de la despenalización,ha ofrecido una explicación alternativa: “Es una oportunidad de dialogar, conversar y de tratar de convencernos unos a otros con argumentos y que, después, gane la mayoría”. ¿Hay en Cambiemos un fetichismo del debate como fin en sí mismo?

El tema, en rigor, no parece el más adecuado para convertirlo en centro de un torneo de oratoria con premios aleatorios: toca fuertemente principios y sensibilidades.

LO CONTRARIO DE LA VIDA

En un artículo reciente, monseñor Víctor Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina, explicitó lo que está en juego: “Si afirmáramos que un ser humano no se puede matar cuando tiene más de tres meses, pero sí cuando tiene unas horas menos, ¿qué racionalidad hay allí? Entonces siempre habrá algún argumento para borrar una vida humana: porque tiene alguna discapacidad, porque es demente, porque es anciano, porque es deforme, porque no sirve al sistema? ¿Por qué no? No nos quedarían razones de fondo para defender una vida humana, más allá de las conveniencias pragmáticas. Los derechos humanos quedarían colgando de un hilo, sin fundamentos que no estén sujetos a discusión”.

Fernando Núñez Mietz, profesor de ciencia política en la Universidad McGill, de Montreal- admitió en una nota publicada en el sitio Infobae.com que “el derecho a la vida no es ni debe ser negociable. Es importante entender que mientras el embrión/feto sea considerado una persona humana sujeto de derecho, no hay problema de salud pública, por más grave que sea que pueda justificar la legalización del aborto”. 

No sería la primera vez que, para justificar la violencia contra un grupo de personas, empiece por negárseles la condición de humanos. Los encomenderos españoles de la primera colonización explotaban, torturaban y mataban a los indios americanos amparándose en esa óptica, contra la que imprecaron voces como la de Bartolomé de las Casas o el fraile Antón Montesinos: “¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos?” (Santo Domingo, 1511).

El obispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, enfrentó vigorosamente la idea de que el embrión/feto no sea una persona humana: “Hay evidencias científicas -sostuvo- que dicen que desde el momento de la concepción hay vida humana .Lo que me llama la atención de este proyecto es que se despenalizaría el aborto a partir de las 14 semanas. Yo me pregunto, ¿por qué no después? ¿Antes, qué es eso: un bicho? ¿Se convierte en humano repentinamente a las 14 semanas?”.

Tanto desde las posiciones proaborto como en las que se oponen a ese recurso se subraya como central la discusión sobre la condición humana de lo que esa operación anula. Jurídicamente el tema es esencial: la pena de muerte está prohibida en Argentina por la Constitucion, el Pacto de San Jose de Costa Rica y la Declaración Universal de Derechos Humanos instrumentos a los que el país ha adherido.

Si el clima de opinión -alimentado con recursos internos y externos – consiguiera modificar lo que todavía luce como una mayoría parlamentaria adversa al aborto (sobre todo en la Cámara de Senadores), el Presidente, que se ha pronunciado como partidario de la vida, podría encontrarse ante la alternativa de emplear el veto o convalidar una legislación que afirma no compartir y que, además, desafía la normativa constitucional. La operación de marketing terminaría ocasionándole un costo político que hoy no se puede calcular y que el gobierno quizás ha despreciado.

Por Jorge Raventos