Chubut Para Todos

Los mártires del macrismo imposible

Prat Gay, Sturzenegger, Caputo, Aranguren, Cabrera, Quintana, Triaca… Los primeros tres años de Cambiemos en la Casa Rosada dejaron un tendal de hijos de la frustración. ¿Sigue la hemorragia?

Se fueron por la puerta de atrás, derrotados en la interna del Gobierno o fagocitados por la crisis. Habían llegado con la ilusión de ser parte activa de un cambio de época que pusiera a la Argentina otra vez en la senda del crecimiento. Personal y colectiva, la frustración fue doble. Ministros, funcionarios claves del área económica, ojos del Presidente… todos cayeron en el tiempo vertiginoso del fracaso de Mauricio Macri.

El tendal de fusibles detonados en el mejor equipo de los últimos 50 años puede servir para medir el éxito de Cambiemos o para advertir su deriva acelerada, con derrumbe en las expectativas y caída en la imagen del Presidente. También para preguntarse, con el riesgo país récord de diciembre y el futuro electoral lleno de dudas, si fueron los últimos.

LOS PIONEROS. La partida de Alfonso Prat Gay, hace dos larguísimos años, en las primeras vacaciones de Mauricio Macri como presidente, inauguró el tiempo de los prescindibles dentro del cerrado esquema del PRO.

El ex ministro de Economía se fue apenas unos días antes de que Carlos Melconian, un aspirante a su sillón con el que solo lo unía la derrota recurrente contra la Jefatura de Gabinete. Les siguió un año después -también con Macri en modo relax en el Sur- la intervención forzosa sobre Federico Sturzenegger que sepultó la independencia del Banco Central, lo dejó a tiro de renuncia y alteró la fabulosa meta de inflación prevista en 10% para 2018, hasta llevarla al también imposible 15%.

Fuera del poder, Prat Gay y Melconian ocuparon roles distintos. Mientras el ex ministro mutó hacia la candidatura en Tucumán y quedó señalado como el culpable del gradualismo inicial por Nicolás Dujovne, Melconian se encargó de ningunear al joven manos de tijera en cada una de sus charlas en los foros empresarios.

LOS CORRIDOS. Sturzenegger no se quería ir y soñaba con refundar su gestión, pero tuvo que salir por la puerta de atrás en junio pasado. Su sucesor, Luis Caputo, agarró una brasa caliente con la mano y duró apenas 100 días. El Messi de las finanzas que promocionaba Marcos Peña se fue con un portazo inoportuno, justo cuando Macri estaba de viaje en Nueva York. Cayó más tarde Mario Quintana, el vicejefe de Gabinete que había tomado el centro neurálgico del gobierno como escolta del todopoderoso Peña y había operado la toma del Central por parte de la Casa Rosada. Con posturas encontradas y a veces extremas, todos cayeron por primera vez, víctimas del fuego amigo de los bancos y los fondos de inversión.

Sturzenegger, Caputo y Quintana volvieron para la gala del Teatro Colón durante la cumbre del G20 y puede que tengan en algún momento una nueva posibilidad con Cambiemos.  Como contó Letra P, el fundador de Farmacity se reincorporó con marcación personal sobre Elisa Carrió. Con causas judiciales que los señalan como huella de su paso por la gestión que generó ganancias privadas y pérdidas públicas, Sturzenegger y Caputo están hoy alejados del círculo que toma decisiones en línea con Christine Lagarde.

Para el ex economista que se crió junto a Domingo Cavallo, el golpe es más duro y se inscribe en una saga de fracasos que se inauguró en 1999-2001 con la alianza UCR-Frepaso. Para el trader del JP Morgan, quizás haya sido apenas un mal paso excepcional, producto del entusiasmo repentino con la gestión pública que se apoderó de su familia y sus amigos con Macri como team leader.

LA VIDA POR PEÑA. La caída continuada de Sturzenegger, Caputo y Quintana grafica como ninguna el fracaso de los supuestos ingenuos de la lluvia de inversiones, la batalla contra la inflación y la utopía de vivir sin controles de ningún tipo frente a los capitales especulativos. Pero, además, corre paralela a otras dos vigas maestras del andamiaje de Macri en la presidencia: el pacto con el Fondo por el déficit cero y la continuidad de Peña en el comando de control.

Pese a los pedidos airados de los mercados para que el hijo de Franco entregue a su jefe de Gabinete y se abra al acuerdo por el ajuste con el peronismo, el año termina con Mauricio y Marcos otra vez encerrados sobre sus convicciones, a punto de volver a lo que -según dicen- mejor hacen: la campaña contra el populismo.

Peña vivió sus peores horas hace cuatro meses, cuando dijo, en medio de la segunda corrida al dólar, que el modelo económico no había fracasado. La frase que pronunció en el Consejo de las Américas tuvo una respuesta instantánea: el dólar pasó de 34 a 40 pesos. Visto desde hoy, el nuevo acuerdo con blindaje extra de madame Lagarde parece haber sido redactado para sostener al disco rígido de Macri en su cargo. Con el ingeniero de vacaciones, hoy Peña concentra todo el poder, acapara la obra pública que manejaba hasta hace poco Rogelio Frigerio y, en un gesto que envidiaría Frank Underwood, hace reuniones con ministros en la residencia presidencial. Sin él, Macri no puede ni quiere nada.

LOS DOLIDOS. Entre los abnegados hombres de negocios que dejaron todo para sumarse a la aventura de Cambiemos en el poder, también le tocó perder a Juan José Aranguren, el señor tarifazo. Se encontró en setiembre pasado con su renuncia redactada para salir de escena junto a Francisco “Pancho” Cabrera, el autor del taquillero mote de llorones para los empresarios de la UIA. Al latin loverdistinguido por el Presidente le fue mejor: sigue dando vueltas como asesor en torno a Macri, consiguió el conchabo de presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) y su regreso al Banco Nación se convirtió en una noticia que no se concreta pero aburre de tan anunciada.

El ex Ceo de Shell, en cambio, partió dolido por la ingratitud oficial. Fue reemplazado por el ambicioso Javier Iguacel, otro funcionario que llegó con la moda de advertirles a los empresarios que si Macri perdía sus activos valían cero. Con la respuesta sobre la mesa, -“Bueno, Javier, entonces volvemos en dos años”-, perdió brillo y se convirtió en un administrador de nuevos aumentos.

Iguacel sufrió enseguida la devaluación que afectó al corazón del Gobierno: la mitad de un gabinete con poco peso específico quedó rebajada a secretaría. En ese pelotón, fue derribado el mismísimo Jorge Triaca, ese gran nombre del peronismo colaboracionista que el Presidente había tomado para su estrategia de flexibilización y ajuste salarial. El ex ministro cayó bajo los tentáculos de Dante Sicay finalmente se fue a su casa por la salida de emergencia, sin querer ser nexo con el Vaticano.

LA CRISIS. Aquel recorte de atribuciones que dejó un gabinete de diez ministros también fue hijo de la frustración. La no incorporación del radicalismo al Gobierno, el anunciado nombre de Prat Gay como canciller, el postergado retorno de Melconian a la mesa chica que toma decisiones… El fin de semana fatídico de Olivos quedará en la historia íntima del macrismo gobernante por los nervios que se vivieron y la escasez de resultados que se consiguieron.

Para algunos, fue el momento en el que Horacio Rodríguez Larreta se plantó como jefe de los que pedían cambios. Para otros, el trance en que Ernesto Sanz como cabeza del radicalismo exigió una lista de ministerios que no llegaron y confirmaron a la UCR como actor de reparto. Sin embargo, tal vez lo más destacado haya sido la ausencia de variantes en un gobierno cerrado sobre sí mismo, mientras se desbarranca hacia lo más profundo.

Los caídos del macrismo imposible no sólo expresan el ciclo cumplido de gestiones individuales que chocaron con la realidad: también cuentan el naufragio del ambicioso proyecto de las elites empresarias, que pasó de la euforia de 2017 al fracaso del tercer año con los peores indicadores desde 2002.

Por Diego Genoud – LetraP