Chubut Para Todos

Las medidas que vienen Por Roberto García

El Gobierno prepara un paquete social y un programa fiscal y monetario post holdouts. Blanqueo en julio.

El mensaje es simple, superficial, primitivo: este gobierno les saca a los pobres para darles a los ricos. Un eslogan vapuleado hace más de cincuenta años que siempre encuentra, como la televisión, un nuevo público. O, al viejo desmemoriado. Ese estribillo para cuestionar las últimas subas en las tarifas públicas sirve a otras estrofas  de la oposición populista: se implementa una brutal transferencia de ingresos de un sector a otro para beneficiar a explotadores y exportadores, mineros multinacionales, oligarcas del campo, supermercados concentrados, bancos, etc.  Y sigue: es la conspiración triunfal del imperio y el neoliberalismo para perjudicar a los más necesitados, dejarlos en la calle, bajarles los ingresos, hundirlos en la miseria, sacarlos del mercado cuando se suponía que al capitalismo lo que le conviene es que haya más mercado. Suficiente.
Para responder, desde el lado oficial, no hubo portavoz ni mensaje ni contenido, apenas balbuceos sobre la factura de gas, que es más barata que una pizza o que el transporte cuesta ocho veces menos que un café. Insólita ausencia en un gobierno que se reconoce en el poder por internarse y poblar las redes sociales, por introducir técnicas de comunicación y por contar con brigadas –como antes el cristinismo– de presuntos voluntarios que replican al instante cualquier atisbo crítico en internet.

Con ese abreviado y binario manual, intérpretes de diferente ralea exponen en la tele, discuten en internet, nutren a los lisos huérfanos que en los últimos cien días habían perdido el alimento de la cadena oficial para su llamada militancia. Y les permite a las huestes de la exiliada Cristina apartarse de responsabilidades previas, de la culpa por el pasado despilfarro –sin mencionar la venalidad de los aprovechadores–, del hijo pródigo que quemó la cuantiosa fortuna familiar jurando que lo hacía por la Patria. También, para ser justos, esa prédica socorre en el rencor a una vasta mayoría que empieza a padecer el ajuste a fin de mes sin saber aún cuántos meses más deberá someterse a la austeridad o a la carestía, por utilizar otra palabra del siglo pasado.

Es que pocos sospechaban que el gradualismo elegido y piadosamente enarbolado por Mauricio Macri culminaría en dosis brutales, en una mesa de operaciones de guerra. Si los nuevos aumentos son la terapia de grupo, el reparto de grageas y la limpieza de cutis, vaya uno a saber cómo sería el shock traumático, las amputaciones que propiciaban otros funcionarios como variante contraria al gradualismo del ministro Alfonso Prat-Gay.

Alguien midió mal el aceite, confundió el léxico y lo condujo a Macri en la misma dilación del Néstor Kirchner mandatario, cuando hace una década firmó el decreto de la corrección tarifaria y luego, por temor al disgusto de la población, evitó publicarla en el Boletín Oficial y hacerla obviamente efectiva: nunca pudo salir del congelamiento desde entonces, dañó los servicios, empantanó a las compañías, bloqueó inversiones (tanto Cameron como De Vido podrían confirmar esta versión, si no deciden mentir).

Rectificación. Tuvo Macri también su oportunidad para rectificar el calamitoso cuadro tarifario al empezar su gobierno, pero se contuvo invocando su propensión al paso a paso, en contra de sugerencias más añosas que el tiempo: lo que no se hace al principio, luego no se hace nunca más. O se posterga dolorosamente. Inclusive, descartó a quienes le insinuaban esa alternativa, la que quizás hasta hubiera tenido otra comprensión en la gente –por lo que dejaba el cristinismo como herencia– y hoy, claro, ya estaría asimilado. Con amargura, pero asimilado.

Ahora, en cambio, hay expectativas sobre la naturaleza del impacto, tantas que los peronistas más proclives a acompañar la administración (Massa, Bossio, Urtubey, Pichetto) comenzaron a tomar distancia en público de las medidas: como todos los políticos se orientan por la veleta de las encuestas. Si hasta la dramática actriz Elisa Carrió, como ella misma se titula, objetó en su stand up los aumentos del Gobierno como si ella no estuviera todas las semanas mimándose con Macri, cambiando su opinión de acuerdo con lo que éste le confía.

La multitud de opiniones políticas, a favor o en contra de las correcciones, se sostiene en un mismo interés: no perder posiciones frente a las elecciones del año próximo, las de medio término. Para Macri, esa instancia es clave, quiere disponer de mayorías y, sobre todo, no perder en la provincia de Buenos Aires.

Habrá de argumentar, mientras, que para compensar las alzas dispondrá de un paquete de medidas sociales –de la baja del IVA a ganancias, sin olvidar salario familiar– que ahora creen sólo afectará a franjas medias, desde los que perciben más de 30 mil pesos a los no inscriptos, pasando por el universo voluminoso de los cuentapropistas. Pensamiento ligero que no contempla expectativas deprimentes –como hasta hace poco eran más optimistas– ni tampoco la reversión absoluta del cuadro estanflacionario que hoy domina.

Confiados. Más bien confían en que la espalda del Presidente hoy cubrirá todos los gastos y precios, ya que vive el mejor momento desde que asumió. Al menos exhibe un tratamiento externo excepcional, basado en Obama como si fuera a obsequiar un Plan Marshall y la promesa de una sarta importante de préstamos por la capacidad de endeudamiento –gracias, esta vez sí, a la herencia recibida del  kirchnerismo–, a tasas innobles del 7,5.

Como nada alcanza, habrá un tardío y gigantesco blanqueo para julio, una fiesta en la que nadie quedará afuera: ni los que ponen, ni los que sacan. También se aguarda la presentación inmediata de un programa fiscal (Prat-Gay) y otro monetario (Federico Sturzenegger) apenas se consagre el acuerdo con los holdouts, boceto y documento imprescindible para saber lo que se proponen en economía, una forma de suplir lo que hasta ahora es una cuestión de fe, la creencia en lo que digan ciertos hombres con presunción de bien orientados.

De paso, también, ocupar a una audiencia ávida con investigaciones, citas judiciales, comparecencias por corruptelas, nuevas leyes contra la venalidad, las policiales del día a día que de las páginas interiores de los diarios pasarán a la primera plana. Por supuesto, se supone que Cristina y sus adláteres contribuirán a ese propósito.