Chubut Para Todos

La historia secreta del ridículo 38-38 de la elección en la AFA

¿Hubo un error o un plan detrás de la fallida elección? ¿Le robaron la elección a Marcelo Tinelli? ¿Cuál fue el detrás de escena de aquella noche?

-¿Cómo van a ser la papeletas de los votos, Gustavo?, le preguntamos al eficiente y probo Gustavo Lorenzo, Gerente de Relaciones Institucionales de la AFA.
Las vamos a mandar a hacer afuera.

-¿Dónde?
-Perdón muchachos, no lo vamos a decir. No vamos a dar ningún detalle. No por nadie en particular, pero ni las boletas ni los sobres serán conocidos antes del día de las elecciones. Y más precisamente por los votantes: los 75 asambleístas se van a encontrar con las boletas en el cuarto oscuro.

-Esto significa que no se utilizará la imprenta de la AFA, ni los sobres ni ningún otro elemento que haya en stock en nuestras oficinas.
Efectivamente, dijo Gustavo Lorenzo, con un gesto celosamente precautorio.

-Pero… ¿vas a alquilar maquinas portátiles para darle aire acondicionado a la cancha de Futsal?
No, ya estuvo averiguando Marcelo Aztarbe (Jefe de Compras) y nos sale como 100.000 pesos. La AFA no tiene ese dinero.

-Y un modesto catering.
No, no tenemos recursos. Habrá dos mesas en el fondo con las bebidas sin alcohol de la que nos manda la Coca Cola, y café.

-¿Y cómo imaginás el acto?.
Alquilaremos sillas para 200 personas, armaremos dos “cuartos oscuros”, uno a cada lado del gimnasio para acelerar la votación, los sobres y las boletas serán firmadas por los miembros de la Inspección General de Justicia y cada 18 votantes, habrá revisión de las papeletas adonde podrán ingresar, también, los abogados patrocinantes de cada candidato.

-Entonces, ni hablar de traer a un equipo para que filme todo el acto y lo deje registrado para la historia.
Nos vamos a arreglar con el streaming. Los chicos de Medios se van a ocupar de eso.

-Pero entonces la prensa tendrá acceso, me imagino…, dije con algo de preocupación.

La verdad es que las opiniones estaban divididas: un altísimo funcionario decía que no, que no era conveniente: “A ver si hay escándalo…”. Faltaban horas y sostenía su opinión. Afortunamente, Luis Segura, presidente de la AFA y candidato a la vez para legitimar su mandato por cuatro años más, lo entendió. “Pero avisales a último momento a quienes vayan per se, a quienes estén en la puerta de Ezeiza en ese momento, no convoques a la prensa especialmente”.

Confieso que sentí un alivio. Resultaba inimaginable impedir el ingreso de la prensa. Y después de lo que pasó ese 3 de diciembre de 2015, la reflexión acompañante siempre fue menos mal. ¿Cómo se hubiera explicado semejante despropósito sin testimonios presenciales de la prensa, siendo yo, en ese momento, Director de Medios y Comunicación de la AFA?

Los de Segura fueron llegando de a uno y se instalaron en la parte superior del edificio 2, donde concentra la Selección Mayor. Allí están las habitaciones, la sala de juegos, los espacios de recepción y el comedor. Abajo, y en grupos, arribaban los de Marcelo Tinelli que, en número superior a cien, habían disfrutado de un generoso almuerzo en El Mangrullo.

Los de Segura eran exactamente 42. Todos asambleístas. Los de Tinelli eran más de 50, entre sufragantes y adherentes.

Los soportes de Segura fueron, entre muchos, su hijo Luis Fernando, Daniel Angelici, Damián Dupiellet, Claudio Tapia  y sus compañeros del Ascenso y del Interior y en el último segmento, alguien fundamental, Hugo Moyano.

Los que respaldaron a Marcelo fueron Rodolfo D’Onofrio, Eduardo Spinosa, Julito Grondona, Juan Sebastian Verón, Gabriel Mariotto, Horacio Martignoli, Javier Marin –enorme puntero en la Primera B-, Víctor Blanco y obviamente Matías Lammens.

“Mírense a los ojos, mírense bien a los ojos, si estamos todos de acuerdo votaremos por Segura, si alguien no está convencido, puede irse ahora. Miren que tarde o temprano sabremos si entre nosotros hay un traidor. Mírense a los ojos, respiren, piensen… Los que vamos a votar por una AFA de dirigentes, donde los chicos y los grandes sean lo mismo y el fútbol valga más que los negocios, somos nosotros, estamos aquí. ¿Estamos de acuerdo?”, se preguntó y les preguntó a todos los allí reunidos Hugo Moyano en su arenga.

Nadie se fue. Ni en ese momento ni después del conmovedor discurso del Chiqui Tapia o las palabras austeras y paternales de Luis Segura. Los 42 que estaban en el comedor habían “jurado” con su “inmodificable” voto el triunfo de Luis Segura.

Abajo, un clima eufórico rodeaba al poderoso y brillante Marcelo Tinelli. Era el final de una lucha que lo había llevado primero a lograr una peculiar interpretación del artículo 50 del Reglamento General para que le convalidara la candidatura, después para postergar las elecciones de octubre a diciembre, confiando en que Scioli le ganaría a Macri.

Cuando las mas de 200 personas tomaron asiento en el gimnasio de Futsal de Ezeiza, para comenzar el acto, Segura por un lado y Tinelli por el otro, a instancias de sus punteros, sentían que el triunfo, del que ambos estaban convencidos, sería tan ajustado como opaco.

Todo ya estaba en orden. En la mesa de las autoridades se hallaban las doctoras Patricia Mo y Adriana Vicente de la I.G.J, a su lado el doctor Mario Schmoisman, asesor letrado y apoderado de la AFA, siguiendo el orden desde su izquierda, el doctor Miguel Angel Silva, Secretario General de la AFA, Luis Segura, presidente de la AFA, Rodolfo D’Onofrio, Vicepresidente Primero de la AFA, Claudio Tapia, Vicepresidente Segundo de la AFA, y Eduardo Spinosa, Tesorero de la AFA.

Abajo, en el escritorio donde descansaría la urna, se hallaba el tercer integrante de la IGJ, el doctor Gerardo Ganly, junto a los funcionarios Ema Urso y Don Hugo Cots de la secretaría de la AFA. A ellos se agregó, de manera espontánea o silenciosamente convocado por algún militante del peronismo, el Defensor del Pueblo de la Ciudad, señor Angel Armando Amor, quien llegó acompañado por dos asistentes de su Defensoría.

Los veedores del Juzgado N° 1 de la doctora María Romilda Servini se sentaron en el lateral de las autoridades, de frente al escenario, a unos cinco metros de donde se desarrollarían los hechos. Allí estaban el doctor Alberto Piotti ( ex Juez Federal), la doctora Alicia López y el contador Horacio Della Rocca.

En el mismo sector se hallaban los abogados titulares de los estudios jurídicos que patrocinaban a los candidatos: Ricardo Gil Lavedra (Tinelli) y Mariano Cúneo Libarona (Segura). En el resto de la butacas se acomodaron presidentes de clubes, altos funcionarios de la AFA y miembros del Tribunal de Disciplina. O sea, todas las partes representadas, unas cuarenta personas avezadas y expertas, incluyendo al propio Marcelo Tinelli, no podían tener mejor punto de observación que el asignado.

Los 75 votantes estaban de frente a la mesa de las autoridades. Detrás de ellos, a diez metros, separados por balastros, el resto de los dirigentes. Arriba, unos pocos lugares centrales para representantes de clubes y el resto del espacio, sobre elevado, para ver bien desde arriba, los representantes de la prensa – periodistas, fotógrafos, productores y cámaras, sin posiciones fijas y con absoluta libertad de desplazamientos.

Ya se había acordado la junta escrutadora. Sería un representante de Segura, Alfredo Dagna (Presidente de Olimpo) y dos de Tinelli, Rodrigo Escribano (Talleres de Córdoba) y Pascual Caiella (Estudiantes de La Plata).

-Y por que no se va cantando voto a voto a medida que se abren los sobres?: “Tinelli”, “Segura”, “Tinelli”, “Segura”, y asi hasta el final, le pregunté al doctor Silva.
-¿Sabe qué? -me respondió razonablemente y con la mejor intención-, si llega a producirse una diferencia ostensible para cualquiera de los candidatos, por ahí antes de terminar de contar todos los votos hay manifestaciones, desorden o euforia y no llegamos a un final prolijo.

Hacía calor. La luz solar nos abandonaba. El murmullo no cesaba a medida que los asambleístas se ponían de pie e iban a sufragar al cuarto oscuro, que en realidad eran dos biombos blancos de tela intransparente enfrentados en extremos simétricos del salón .

El espacio traducía un clima especial. Había caras extrañas. Pero nada extraño ocurría. Por lo menos hasta que la junta escrutadora arribara a la inexplicable cifra de 38-38. Dos votos para Segura fueron detectados oportunamente y en cada caso uno de ellos se invalidó. En el conteo para Tinelli se fueron acumulando los finos e ingrávidos papeles con su nombre hasta llegar al final. Si Segura tenía probados 38 votos, con dos descartados por hallarse pegados, Tinelli no podría tener 38.

“¡Que cagada! ¿y ahora que hacemos?”, preguntó el Ingeniero Alfredo Dagna, al tiempo que las caras satelitales se tornaban mas extrañas. El murmullo se hizo caos. Casi todos se levantaron. Marcelo se acercó a la mesa a hablar con Spinosa y D’Onofrio. Alguien, que había trabajado incansablemente para Tinelli sugirió en medio de la confusión “Vamonos, vamonos…”. Y otro de sus adherentes, probablemente dirigente de un club del ascenso, apostó más fuerte: “Llévate a los que puedas, hacelos desaparecer…”.

Los ojos de todas las personas probas y expertas no habían advertido nada extraño. Asisitían con asombro al insólito suceso. Incluso los funcionarios de la IGJ tan acostumbrados a estos actos, los prestigiosos abogados de parte, los veedores del Juzgado, los periodistas, los dirigentes, los funcionarios de la defensoría del Pueblo, los punteros, los militantes, los votantes… Nadie vio nada extraño…

Dagna informa a la mesa -con indisimulada vergüenza- que el cómputo oficial da un imposible 38-38 sobre 75 votantesDaniel Angelicipide que se vote a mano alzada, cuestión que el Estatuto no prevée, Mario Leito ( Atlético de Tucuman) confía en la “hombría de bien de las personas intervinientes”, Pascual Caiella (Vice de Estudiantes, escrutador de los sufragios por la lista de Tinelli) solicita un cuarto intermedio, Jorge Brito(Vice de River) pide sensatamente que se vuelva a votar.

La IGJ pasa lista obligando a que, ésta vez, se ponga de pie cada asambleísta al momento de ser mencionado. Faltan dos: Angel Lozano, de Excursionistas, quien afrontaba una difícil situación familiar ante la amenaza de un barra brava, y Julio Koropeski, presidente de Crucero del Norte, a quien nunca nadie vio salir del gimnasio. Ambos, votantes inequívos de Marcelo Tinelli.

Los de Segura salieron a rescatar a los simpatizantes de Tinelli que comenzaban a irse. Y hubo un solo incidente menor. Cesar Sosa, vicepresidente de Argentinos de Quilmes, vio a Mario Giammaría, el del extraordinario discurso contra la Super Liga (Asociación Rosarina de Fútbol), que caminaba sin apuro por los jardines cercanos. Y creyendo que se alejaba, lo increpó duramente. Giammaría regresó al salón diciendo que había salido a fumar.

Tinelli y Segura invocaron a un “designio divino que provocó este desastre y que, a lo mejor, es la prenda de unión que le estaba faltando al fútbol argentino para unificarse y consensuar”.

Se pasó a “cuarto intermedio”. Otra vez en El Mangrullo pero listos para cenar. Otra vez cien simpatizantes de Tinelli no salian de su asombro por lo ocurrido. Hubo muchos discursos. Hablaron Alejandro Granados, por entonces ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, obviamente Marcelo Tinelli y también, entre otros, Rodolfo D’Onofrio quien, tras insistir en el “cuarto intermedio celestial”, dejó clara su posición futura: “Con estos tipos nada de unidad ni de consenso”. O sea, todo lo contrario a lo predicado por los candidatos y otras autoridades en la conferencia de prensa posterior al desastre.

Siempre pensé que para Marcelo Tinelli el resultado no fue sólo sorprendente por lo parejo. Significaba también el despertar a insospechadas traiciones. Y tenerlos sentados a su generosa mesa, pareció dolerle más que no alcanzar la presidencia de la AFA. Su inteligencia y sagacidad lo traducirán, seguramente, en experiencia para el futuro.

No hubo trampa, ni dolo. No hubo maldad, ni perversidad. No hubo beneficiados. Por el contrario, todos los dirigentes y el fútbol argentino resultaron perjudicados. Este vergonzoso e inexplicable hecho de no saber llevar a cabo un simplísimo escrutinio de 75 votantes, terminó siendo la excusa justa para que el poder intervenga a la AFA.

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