Chubut Para Todos

La falta de credibilidad de la prédica política Por Julián Licastro

La palabra de la vieja y nueva partidocracia ha perdido toda credibilidad, anulando la función ordenadora de la concepción, organización y acción política; y complicando aún más, el divisionismo y caos actual. Cualquiera dice cualquier cosa y promete lo que no va a realizar, en el festival de engaños, consentidos por la llamada “opinión pública”, de un juego electoral superficial que excluye cínicamente los principios y valores esenciales.

Todo lo contrario de trabajar motivando creencias positivas, expectativas razonables, ideas factibles y tareas realizables. Surge entonces la exigencia de una conversión profunda que limite la retórica y suprima los contenidos fingidos, aportando la creatividad y la experiencia que cada uno puede sumar, cultivando un estilo realista de convivencia, sin exagerar los defectos ni las virtudes de quienes postulan intereses definidos y aspiraciones concretas.

La historia señala que en la etapa preparatoria de los movimientos transformadores actúan “grandes escritores”, que influyen selectivamente sobre los líderes con talento para emerger de la crisis. Pero que, ya en la convocatoria multitudinaria de estos mismos movimientos, la iniciativa es de los “grandes oradores”. En ambos casos, se trata de pensadores nacionales que reflexionan sin colonización mental y se dirigen directamente a objetivos bien señalados para facilitar su logro.

De igual modo, deben actuar los “grandes cuadros” de la base social, sintiendo que su principal acicate es la situación de su comunidad. Y en esa pertenencia, escuchar los reclamos crecientes de trabajo, justicia y seguridad elementales para hablar luego de un plan de desarrollo. Son cuadros del orden territorial, cuya misión dura toda una vida, lo cual los inclina a una conducta equilibrada: sin fanatismo ideologista ni pragmatismo conformista según el péndulo tan habitual y dañino del acomodo coyuntural.

Diferencia entre dogma y doctrina

La doctrina es una línea coherente y sistemática con criterios probados para comprender los problemas que nos afectan, y ayudar a proponer soluciones prácticas. Se diferencia claramente del dogma cerrado sobre sí, que pretende inculcar preceptos obligatorios, fijados en un tiempo determinado y que se anquilosan por persistir aislados de la dinámica permanente de la realidad.

De allí que la doctrina deba actualizarse por etapas, sin traicionar las pautas filosóficas que la sustentan, para atender las contingencias de la evolución. Esta actualización abarca hoy los procedimientos orgánicos que incluyen nuevas estructuras de agrupamiento y representación. Métodos de acción que asumen tácticas novedosas surgidas de una gran amplitud social, y no sólo del tradicional ámbito partidario y gremial. Y también caracteres de mayor participación y protagonismo compartido en el sistema de conducción y su pleno despliegue geográfico contra la rémora del caciquismo.
Todo aquello que no signifique naturalmente “capacidad de adaptación” pesará en contra de la autocrítica constructiva que hay que explicitar, no murmurar, con el agregado de propuestas acordes para salir del laberinto, suturar heridas, y moderar las ambiciones. Causas que suman a la incredulidad popular y violenta la conciencia de la unidad como factor de triunfo.

Conocer la naturaleza humana

El liderazgo en la base debe profundizar su conocimiento de la naturaleza humana. Es decir, tomar distancia de quienes exaltan el optimismo o el pesimismo, no fundamentado, de una situación, sin que esto conlleve caer en la indiferencia o el escepticismo. Contra tales extremos, son famosos los recursos del liderazgo persuasivo de Perón, y su ejercicio del humor y la ironía para desarmar las trampas de las falsas antinomias.

Necesitamos avanzar en la organización participativa del Movimiento según sus propias indicaciones sucesorias, en vez de inventar verticalismos que correspondieron a momentos históricos fundacionales y por ende irrepetibles. Por eso hay que expresar liderazgo; sin arrogancia, entusiasmo sin triunfalismo y prestigio sin ficción. Y en el nivel de la militancia: respeto sin temor, adhesión sin obsecuencia y lealtad sin sumisión.

Lo mejor de la naturaleza humana es el rescate de su dignidad, fuente del plexo de derechos y deberes, que pueden construir una comunidad de realización a partir de una búsqueda sincera de sentido y trascendencia. El mejor enlace con nuestra gente tiene esta dirección espiritual, lejos de la predicción lúgubre o catastrófica, para acentuar la satisfacción del hacer común. Un planteo esperanzador, sin desconocer por ingenuidad los obstáculos que provenientes del odio, el prejuicio y la codicia.

Poder seleccionar para saber elegir

Observar con discernimiento la vida, especialmente en el plano pasional de la política, debe servirnos para afirmar o para dudar, según nuestro libre albedrío. Y para asumir las consecuencias de nuestros aciertos y errores; salvando el “principio de responsabilidad” de la genuina voluntad de conducción. Si los partidos del sistema han burlado la finalidad de las primarias, para concentrar en pocas manos la designación discrecional de miles de candidatos, habrá que implementar otros mecanismos. Porque lo fundamental es que la “selección” la haga el pueblo votando y no la manipulación de los círculos de influencia y presión.

Este proceso evolutivo no se reduce a la juvenilia, irrespetuosa de la sabiduría, que hoy campea como apología de la antipolítica “posmoderna”. El trasvasamiento no es la sustitución banal de la experiencia por el esquematismo, sino el consenso sobre los grandes objetivos nacionales y vías de ejecución eficaz.

Dirigente peronista – Secretario Político de la Presidencia de Juan Domingo Perón en 1973- Fundador del Comando Tecnológico Peronista – http://julianlicastro.blogspot.com.ar/