Chubut Para Todos

La Cultura del ajuste del ministro Pablo Avelluto

Aplicó para espadachín PRO, pero perdió la interna y se guardó para hacer el trabajo sucio que pide el modelo. El caso Iñaki lo devolvió a la superficie. El Plan Secretaría. La sombra de El Gráfico.

“Es una decisión espantosa, pero al mismo tiempo necesaria para dar algún marco de racionalidad a la gestión cultural en la Argentina. El 65 por ciento del presupuesto en Cultura se destina a salarios, justo a este tipo de contratos que además no le hacen nada bien al empleo público”. La frase data de los primeros días de febrero de 2016 y pertenece al entonces flamante ministro de Cultura, Alejandro Pablo Avelluto. Por esos días, recordados como iniciáticos para los funcionarios de Cambiemos, no había cumplido dos meses al frente del cargo, pero, como una paradoja de su carrera profesional, tuvo que hablar de su trabajo para justificar despidos. En esa oportunidad, se hizo cargo de la cesantía de 494 empleados bajo su nuevo puesto. Fue la segunda aparición pública que protagonizó luego de jurar en la tarde del 10 de diciembre de 2015. La primera se concretó dos semanas después de asumir. El 5 de enero, Avelluto, que venía de abandonar la jefatura de la editorial Random House, anunció la eliminación de restricciones al ingreso de libros importados.

Cuando juró, la flamante comunicación presidencial de Cambiemos lo definió como un destacado egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA. Proveniente “de una familia de antepasados italianos por parte de padre y españoles y turcos por parte de madre”, dos trazas originarias que le permitieron “haber aprendido a disfrutar de los libros, la buena música, el cine y el debate de ideas”. El nuevo jefe del aparato cultural del Estado era un considerado un “distinto” dentro del ejército de CEOs y ex ejecutivos que el presidente Mauricio Macri puso en cada uno de los 20 ministerios que desde entonces le reportan, por medio de su jefe de Gabinete, Marcos Peña.

 

 

Avelluto es tan porteño como ambos, a pesar del origen tandilense del mandatario. Nacido en el sanatorio Anchorena del coqueto barrio norte de la Ciudad de Buenos Aires, cumplirá 52 años el próximo 18 de febrero, cuando acumule 50 meses al frente de un ministerio que, a los ojos del presidente Macri, debería ser una secretaría de Estado. La posibilidad está guardada bajo siete llaves dentro del Gabinete, pero Avelluto avanza fiel a esa definición in péctore. El ministerio podría volver a bajar de rango, como sucedió durante el menemismo. Sus voceros lo niegan, como lo descartan cerca de Peña, pero quienes tuvieron al actual ministro como editor advierten que, detrás de esas certezas, siempre surgieron las cesantías, como en la revista El Gráfico, entre 2000 y 2002, donde despidió a buena parte del staff que sugirió contratar al dueño de Torneos y CompetenciasCarlos Avila.

Dentro del mundo editorial, Avelluto fue jefe de prensa de Espasa Calpe Argentina entre 1993 y 1995 y luego pasó a la nómina de Planeta como gerente de Marketing y gerente editorial. Fue la antesala de su ingreso a Torneos en 2000 y luego del trauma “dirigió la editorial Random House Mondadori Argentina por siete años, para finalmente, en 2013, dar el salto al sector público”, dice su autobiografía oficial, que lógicamente omite la tragedia que vivieron los trabajadores de El Gráfico, cuando el grupo Altlántida se la vendió a TyC.

El estreno de Avelluto al frente de un medio escrito surgió mediante una consultora contratada por Ávila para rediseñar el juguete nuevo que había comprado. Como si fuera un head hunter, sus ex empleados recuerdan que convocó a un equipo periodístico de primer nivel, pero no lo instaló en la redacción, sino en un departamento de Puerto Madero, donde los dueños de TyC tenían un reducto muy parecido a una ruleta clandestina. Terminado el rediseño, Avelluto concluía sus servicios para TyC, pero convenció a los dueños de ser un intermediario entre el directorio de la empresa y la nueva conducción periodística del clásico deportivo de los medios argentinos. Cuentan que Ávila compró la idea, pero el proyecto naufragó a los meses siguientes, con un mercado editorial jaqueado por la crisis de 2001. Dos años después de transformar su consultoría en un cargo de conducción editorial, Avelluto despidió a casi todos los profesionales que había contratado, para ejecutar la decisión empresarial de jibarizar El Gráfico a cambio de mantenerlo vivo, aún despidiendo a sus realizadores. La aventura del head hunter editorial fracasó en 2002 y Avelluto pasó a Random House, el monstruo editorial que abandonó en 2013, para ser designado “asesor de diversos programas culturales del Ministerio de Cultura porteño”, por entonces en manos de Hernán Lombardi, quien, en el marco de un ajuste feroz en los medios públicos, acaba de decretar la muerte de las paritarias en la TV Pública. Al año siguiente, fue “coordinador general del Sistema de Medios Públicos de la Ciudad”, un sector directamente controlado por Peña, por entonces secretario general.

 

LAS INTERNAS DEL MINISTRO.  “Hubo un momento en que dejé de hablar con mi hija y con mi hermana porque eran kirchneristas. Pensábamos diferente, pero llegamos a un acuerdo. Yo aprendí a convivir, me costó. Como tantos otros argentinos, hubo un momento en el cual dejamos de hablarnos. Hablar de política se convertía en algo complicado, y te enojabas”, definió Avelluto en un reportaje concedido una semana después de ocupar el ministerio. Algunos de sus colaboradores le reprochan, en secreto, que utilice sus vínculos familiares para definir sus posiciones políticas, una práctica discursiva que le sumó puntos dentro del Gabinete para alimentar la polarización con el kirchnerismo. Las argumentaciones públicas para condenar “la herencia recibida” fueron acompañadas por medidas para no dejar rastros dentro de su ministerio. Desde que llegó al cargo, puso en marcha dentro de su cartera un plan de reducción de personal que, al parecer, busca reducir su ministerio en una secretaría. A dos años de llegar al cargo, la reducción del área fue directamente proporcional a su pérdida de influencia en el entorno presidencial desde que llegó a la Casa Rosada. Las arengas mediáticas para conjurar al kichnerismo desde el aura del ministro cultural ya no generan los réditos que supo acumular en 2016.

Según datos oficiales, el titular de la cartera de Cultura tiene bajo su mando a 3.100 empleados. De acuerdo las estimaciones del Ministerio de Modernización, que conduce Andrés Ibarra, para llegar a la dotación óptima todavía habría que despedir a otros 600, aunque una parte de los cargos son nombramientos realizados por el ministro y por su ex vice, Enrique Avogadro, con quien protagonizó una feroz interna durante dos años. Amigo personal de Peña desde hace años, Avogadro ocupaba la secretaría de Cultura y Creatividad desde el 21 de diciembre de 2015 y la abandonó en agosto del año pasado, en medio de una “interna descontrolada”, según relatan funcionarios del área.

 

 

“Tan grande era la interna y la disputa por el control del ministerio, que su gestión esta virtualmente parada hace dos años. Cuando ambos llegaron, duplicaron los cargos políticos: rajaron a 250 personas, pero trajeron un número similar, un poco menor, pero con contratros mas altos”, se lamenta una fuente de la cartera cultural que transita los pasillos de la unidad ministro. “Acá no hay lugar para los dos”, fue la frase que le adjudican a Avelluto para marcarle la cancha a Avogadro apenas fue insertado en el ministerio por decisión de Peña.

Cuando la interna fue ventilada públicamente, Avogadro aparecía como el ganador de la disputa, pero su superior inmediato desarrolló una “guerra cuerpo a cuerpo” como las que supo librar en los tiempos de El Gráfico, pero con una multiplicación geométrica de las cesantías. Finalmente, el segundo se fue del área, pero, tres meses después de su portazo, fue nombrado ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y volvió a la nómina de la burocracia porteña que ocupó durante ocho años dentro del Ministerio de Desarrollo Económico, bajo el ala de Francisco Cabrera, actual jefe de la cartera de Producción.

Cuando 2018 cumplió su primera semana, Avelluto anunció su decisión de “discontinuar el financiamiento de la Compañía de Danza Clásica Danza por la inclusión, que funcionaba con dirección artística de Iñaki Urlezaga y en el marco de un convenio de asistencia técnica con la Universidad Nacional de San Martín”. El zarpazo implicó la cesantía de 60 bailarines argentinos y de países limítrofes que fueron contratados en 2013 por Alicia Kirchner cuando estaba al frente del Ministerio de Desarrollo Social.

Los despidos aparecen como pinceladas de una estrategia sin freno que busca reducir la estructura del área. “Están analizando en secreto lo que será la nueva estructura del ministerio. Ya se fue Avogradro, pero sabemos que es un achique que tiene que ver con la reforma del Estado. Aunque lo desmienten, los pasos que dieron van en camino a que el ministerio vuelva a ser una secretaría”, advirtieron a Letra P fuentes sindicales.

Pero la mano dura con los despidos tiene una contracara en las contrataciones de artistas cercanos, según denunciaron en marzo pasado los diputados nacionales del FpV-PJ Rodolfo Tailhade y Liliana Mazure, que acusaron al ministro de gastar 50 millones de pesos en beneficios para amigos, familiares directos de funcionarios y hasta del Presidente, como es el caso de la expositora María Calcaterra, sobrina de Mauricio Macri e hija de Ángelo, hasta el año pasado, dueño de la constructora familiar IECSA. La presentación ante la Justicia está basada en las contrataciones realizadas por Avelluto para la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCO, realizada en Madrid (España) con el activo auspicio de la empresaria textil y primera dama Juliana Awada.

El caso está en manos del juez federal Sebastián Casanello y es investigado por el fiscal Franco Piccardi, que por entonces decidieron imputar al ministro, aunque el pedido de los querellantes incluye a Awada, porque el ministro la definió como “una gran impulsora de todo esto”. Lo dijo cuando gozaba de una estima presidencial que Macri ya no le prodiga, mientras le exige resultados concretos para una gestión que, además de despedir personal, se prepara para arancelar el ingreso a los museos públicos. Una verdadera cultura de mercado.

Por Claudio Mardones – LetraP