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Juan Pablo Lohlé: “Tenemos un Estado deficitario en su gestión”

El ex embajador en Brasil habló sobre la ciclotímica relación bilateral; el cortoplacismo argentino y el por qué del fracaso de la complementación en la industria naval.

Cuál es la diferencia entre un argentino y un brasileño? El argentino, entre ganar y perder, siempre quiere ganar; el brasileño, entre ganar y perder, siempre quiere negociar.No es uno de esos chistes que los chicos cuentan a sus papás. Es la respuesta que da quien fue embajador argentino durante ocho años en Brasilia cuando se le pregunta por las diferencias culturales entre ambos. Entre 2003 y fines de 2011, Juan Pablo Lohlé fue testigo privilegiado de la ciclotímica relación con nuestro principal vecino: del apogeo de la relación comercial al surgimiento y endurecimiento de las trabas y reclamos mutuos; del enamoramiento político entre Néstor Kirchner y Lula Da Silva, a las idas y vueltas entre Cristina Fernández y Dilma Rousseff.

-Negociar implica renunciar a algo.

-¡Ah! Pero el argentino pierde y cree que gana porque la ideología le dice que está ganando aunque está perdiendo en la práctica. ¿Por qué niego la inflación? Porque sería renunciar a un hecho que he negado. Y está perdiendo igual. De hecho tengo que devaluar, corregir salarios, costos. Esto es como una carrera contra el viento: no se gana nunca. Esto es falta de realismo y de pragmatismo. Es una cosa difícil de entender.

-¿ La Argentina tiene algún aliado verdadero en Brasil?

-Creo que la dirigencia política entiende que la Argentina tiene que ser un aliado porque no se imaginan América del Sur sin un acuerdo real entre Argentina y Brasil.

-¿Qué sería un acuerdo real?

-Y que podamos programar una política común, por ejemplo, reforzar las frágiles instituciones del Mercosur, dejar de crear instituciones regionales y continentales que son sólo de acción y promoción política, que eso se traduzca en cosas concretas. Por caso, los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) quieren crear un banco de desarrollo, nosotros también queríamos pero de eso no se habló más. Hay cosas que hay que hacer y no se hacen. El tema de infraestructura, cómo se crea la red de intercomunicación logística de toda América del Sur. Eso es lo que hay que discutir.

Lohlé admite que nunca pensó que se quedaría 8 años en la embajada de Brasilia. Recuerda que entre 2003 y 2007 el comercio bilateral aumentó mucho.

“Después creo que lo que hubo fueron dos caminos diferentes. A partir de las crisis de 2008, la política macroeconómica de Brasil y la Argentina fueron diferentes. Creo que con un país que tiene un producto bruto cinco veces mayor que el nuestro teníamos que tener alguna orientación macroeconómica similar y eso no se dio. Ese fue el auge y el declive de la relación que vi. Me fui de Brasil en un momento en el que las restricciones comerciales comenzaban a ser cada vez más, y el comercio se reducía sustancialmente. Entonces empezaron las quejas de un lado y del otro, y la relación empezó a tener un cariz que no tenía al principio. Creo que mi salida fue oportuna, adecuada, y yo ya estaba sufriendo un desgaste”, relata.

-¿Por qué se dio eso? ¿Influye la relación entre los presidentes o son los números los que mandan y el aumento del déficit en la balanza arrasó con todo?

-Creo que son las dos cosas. Los números muchas veces se adornan con estilos. Pero sea tanto el déficit como la necesidad de la Argentina de reducir su exposición en esos términos, necesitaba restringir el comercio con Brasil porque había exigencias macroeconómicas del país pero también industriales. Hay dos segmentos grandes con Brasil: el automotriz -que es el gran acuerdo que siempre hay que hacer- y un sinnúmero de empresas -sobre todo pyme- que exportan a Brasil, y el déficit comercial incidía en nuestro déficit general. Mi posición era que aumentando el comercio no sólo con Brasil sino a nivel mundial, la Argentina mejoraría. Pero como sabe, siempre hay una parte de la biblioteca que dice una cosa, y la otra mitad opina lo contrario, en este caso, que había que restringirlo.

-¿Cómo embajador en Brasil tuvo tres jefes directos cancilleres?

-Bielsa, Taiana y Timerman.

-¿Tres estilos muy diferentes?

-Sí, bien diferentes.

-¿A quién reportaba, quién administraba la política comercial?

-Con Bielsa fue un momento muy bueno de la relación bilateral; con Taiana se administró bien, y bueno, con Timerman prácticamente. la relación estuvo limitada a cuestiones formales. En la primera época las decisiones comerciales las administraba en gran parte el canciller Bielsa, intervenía en forma significativa la Cancillería. Después comenzó cada vez más a intervenir la Secretaría de Comercio Exterior e Interior, que era Moreno. Y en la última parte con Timerman la verdad es que prácticamente todo se trasladó a la Secretaría de Comercio Interior. O sea, la Cancillería fue desguazada.

-¿No desautoriza al embajador el hecho de no representar al organismo de verdadero peso en la negociación? ¿Cómo caía eso en un país en el que el lugar que ocupa la diplomacia es tan importante que la Cancillería tiene nombre propio (Itamaraty)?

-Eso tiene que ver con el déficit del Estado argentino.

-¿Por qué?

-Porque el Estado argentino no resuelve los problemas, los multiplica. Si la Cancillería tenía que intervenir y no lo hacía y aparecían otros organismos como Comercio Interior y hasta incluso el Ministerio de Planificación, lo que hacen esas interferencias es reducir el poder del país. En cambio hay países que tienen un solo interlocutor y ese interlocutor maneja la coordinación hacia adentro. Nosotros no lo hemos logrado.

-¿No lo ha logrado este gobierno o es un problema histórico de la Argentina?

-Creo que en alguna etapa se logró y en la política exterior desde que a la Cancillería le quitan comercio exterior hasta que se lo devuelven, en esa dualidad siempre hay una pata que le falta. Hay un latiguillo político de que los diplomáticos no están preparados para eso y creo que es exactamente al revés, que los que no están preparados son los profesionales que acceden a un cargo desde la actividad privada.

-Teniendo en cuenta la multiplicidad de organismos de promoción comercial que se replican a nivel nacional, provincial y hasta municipal, ¿de qué manera organiza la agenda una embajada para atender de manera eficiente los requerimientos de todos?

-En lo práctico uno tiene que recibir a todos, pero cuando mira el balance observa claramente que tendría que estar centralizado. Pero no es así, porque se trata de repartos políticos internos.

-¿A qué obedecen?

-Al déficit del Estado en la Argentina. Es un Estado deficitario en su gestión.

-¿Y cómo se cambia eso?

-Con una decisión política consensuada, con la transformación del país.

-¿Y a quién le interesa hacerlo si se supone que quienes deberían hacerlo son quienes obtienen los beneficios de ese sistema?

-Eso debiera hacerlo toda la clase política, los sectores empresarios y vinculados al comercio internacional. Los países que han tenido éxito en su comercio internacional han sabido organizarse. Nosotros tenemos todo dividido, cada uno resuelve sus problemas de acuerdo a sus circunstancias y esto quita operatividad y eficiencia. No ha habido un consenso político para tomar este tema como base del desarrollo y cada vez será más importante porque América del Sur en los próximos 30 años será el proveedor de materias primas del mundo. En 2050 habrá 2000 millones de personas más en el mundo y cuando uno despliega el mapa y ve cuáles son las áreas geográficas donde se producen los alimentos, América del Sur es uno de los lugares clave. Esto se resuelve con una mirada estratégica. Pero para eso hay que mirar la Argentina al 2050 y eso parece una fantasía porque acá hay una percepción de que sólo se puede hacer lo inmediato. Nadie piensa en el largo plazo. Es una materia que dejó de existir en la clase política, en los programas de desarrollo académico.

-¿Qué grado de realismo tiene lo que se habla sobre la complementación para la industria naval y petrolera con Brasil?

-Nunca pasa de las conversaciones.

¿No es viable porque no se trabaja en serio?

-Es totalmente viable. No se trabaja seriamente.

-¿Por qué ?

-Porque hay intereses en Brasil que no quieren que se modifique la ley de fomento a la industria naval. Un barco argentino gana una licitación en Brasil, pero cuando deduce impuestos, la pierde. Cuando a ese barco que va desde la Argentina hasta Brasil le cargan todos los impuestos de importación, vale el doble. Ahí se acabó la integración naval. Y como esos casos, hay muchos.

Por Florencia Carbone -Clarín