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Jeff Flake: ¿Un antes y un después en la era Trump? Por Fernando León

La noticia aún no llega a los diarios locales que, con todo el De Vido respeto, ya podrían estar reflejándola en su versión digital: el duro discurso del senador republicano Jeff Flake podría marcar un antes y un después en la era Trump.

A nadie sorprende, en estos últimos meses, la furiosa interna que se ha desatado en el partido republicano. Tres meses atrás el presidente se quejó por la falta de apoyo en las filas republicanas, y los culpó por no llegar a un acuerdo para reformar la controvertida ley de salud conocida como Obamacare. Un mes atrás esa queja ya tenía nombre y apellido: John Mc Cain. La semana pasada alzó su voz contra Trump nada menos que el hermético ex presidente George W Bush, quizás el más autorizado entre los dirigentes del partido.

Pero en cualquiera de estos casos se podía sospechar que había razones de ambición personal o intereses muy específicos detrás de las críticas al presidente. El caso de Jeff Flake es diferente, y por eso muchos dicen que su discurso dejará una marca en la historia, al menos en la era Trump. “Reckless, outrageous, undignified” (imprudente, escandaloso, indigno). Así calificó Flake el comportamiento de Donald Trump, en un memorable discurso que, desde mañana, ocupará las portadas de los principales medios internacionales.

La prensa, como se sabe, jamás va a desaprovechar la oportunidad de criticar a Trump. Y sabemos que Trump ha logrado deshacerse con soltura de las críticas, apoyado en la cadena Fox y en sus fervorosos seguidores. Pero la voz de Jeff Flake tal vez no siga el mismo camino. Estamos hablando de un conservador de paladar negro. Alguien que, en la jerga de la política argentina “podría correr a Trump por derecha”. Sus palabras tampoco fueron una tediosa recriminación al estilo heterodoxo y por momentos descarado del presidente Trump.

Flake puso todas sus flechas en el centro de una cuestión profundamente norteamericana. Apeló a los valores principales de la nación. Dijo ser consciente de que había llegado ese momento en el que la integridad debe ponerse por encima de la propia carrera política. Luego de anunciar que renunciaba a su propia reelección en el senado para el próximo término, dijo que el comportamiento de Trump era peligroso para la democracia estadounidense, y sus palabras son el reconocimiento más sintético y elocuente de que la crisis en el conservadurismo de Estados Unidos ya está desatada y no tiene vuelta atrás.

Lo más importante del discurso, sin embargo, va más allá de esta afirmación de que el “New normal” (la nueva normalidad vigente en la política norteamericana de la era Trump) debía, desde ahora, comenzar a ser inaceptable. De un modo casi directo, Flake se refirió al destino manifiesto de los Estados Unidos, cuando afirmó que la baja estatura moral de Trump, ya indisimulable para todos como el traje invisible del emperador desnudo, estaba debilitando a la nación. Estados Unidos lideró el mundo libre desde las primeras décadas del siglo pasado con una marca bautismal profundamente vinculada a los valores religiosos y éticos en los que se funda el poder simbólico de la gran nación del norte.

Aunque muchos saldrán a acusar a Flake como otro vano pontificador en los márgenes del partido republicano, el poder simbólico de su discurso no está desvinculado a las discusiones en el actual escenario de la geopolítica internacional. Alemania y Francia se ocuparon de liberar a Europa, este mismo año, de los fantasmas de la pasada recesión económica. Rusia sigue haciendo valer su juego agresivo en Siria, y China alzó su voz en los últimos meses para defender el orden delineado por Washington al terminar la guerra fría. Xi Jinping acaba de lanzarse como sucesor de Mao Zedong, en un anuncio que parece decirle al mundo: “ha llegado la hora de China”.

Muchos creen que la posición de Trump en temas como el TLC con Canadá y México, la obstinación con un tema menor como el muro en la frontera sur del país, el manejo de la crisis con la anodina Corea del Norte y el impaciente manejo de las relaciones con Irán -que hace peligrar el complejo entramado con el que Obama ha conseguido cierto equilibrio en la región-, están mostrando, en suma, el rostro del Trump más inesperado de todos: un hombre aislado en la soledad del poder, incapaz de entender la diferencia sutil entre las decisiones unilaterales de un gerente de empresa y la tediosa diplomacia que exigen las relaciones internacionales. Un lujo del que la única superpotencia que ha conocido la humanidad bien podría prescindir a esta altura del partido.

¿Un antes y un después? ¿Son las palabras de Jeff Flake el principio de la confianza en el liderazgo de Donald Trump? Es demasiado temprano para asegurarlo, pero se anticipan, seguramente, los capítulos más interesantes de esta serie, que ya ha dejado en ridículo a los guionistas de la ya obsoleta House of Cards, que en paz descanse.

Stay tuned!

*Abogado -UBA-. Analista internacional, especialista en Asuntos públicos.

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