Chubut Para Todos

Estos son los titulares del acuerdo que imagina CFK

Siempre pidió no discutir con suplentes. Por qué los cree indispensables para la tregua que busca el Gobierno. De Pagani a Magnetto, el dream team del poder.

Acostumbrada a hacer hablar al país político con cada una de sus señales, Cristina Fernández de Kirchner sorprendió en su carta del 27 de octubre con el llamado a un “acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales”. La vicepresidenta sostuvo que la única forma de resolver el problema estructural de una “economía bimonetaria” y frenar la “extorsión devaluatoria” no era poner límites a los especuladores y grupos de interés que conspiran contra el Gobierno, sino sentar a todos los actores involucrados en torno a una mesa imaginaria, incluso a sus enemigos históricos. Fue un mensaje que expresa la marcha atrás de CFK con respecto a la postura que asumió el 9 de julio pasado, cuando llamó a “no confundirse” y recomendó la nota de Alfredo Zaiat que advertía, en Página 12, sobre una “derecha empresaria” liderada por Clarín Techint, de características oligopólicas y desligada por completo del mercado interno.

Expuesto a interpretaciones de todo tipo, el mensaje de Cristina tiene múltiples destinatarios, llega desde la debilidad de la crisis que atraviesa al oficialismo y repone la pregunta sobre el pacto social: cómo y con quién se puede avanzar en ese acuerdo.

Expuesto a interpretaciones de todo tipo, el mensaje de Cristina tiene múltiples destinatarios, llega desde la debilidad de la crisis que atraviesa al oficialismo y repone la pregunta sobre el pacto social: cómo y con quién se puede avanzar en ese acuerdo que saque a la economía de la inestabilidad permanente y le devuelva aire al Gobierno de cara al año electoral que está a la vuelta de la esquina.

La expresidenta buscó desligarse del relato que la sienta como obstáculo principal para un entendimiento entre facciones enfrentadas que representan intereses en pugna y, por supuesto a su manera, empoderó a Fernández una vez más para el consenso tan demandado.

En el Frente de Todos, hay quienes interpretan que dejó al Presidente sin excusas para avanzar por un camino de cornisa que tiene el ajuste en el horizonte, pero en la Casa Rosada remarcan que Fernández ya inició el proceso de acercamiento con los pesados de establishment. Paolo Rocca Marcos Bulgheroni fueron los últimos dos en visitar la residencia de Olivos la semana pasada, Alfredo Coto pasó por Balcarce 50 en los últimos días y Miguel Acevedo trajo a su cuñado, el magnate Roberto Urquía, para un reencuentro con el Presidente al que apoyó en campaña públicamente. Según pudo saber Letra P, todos lo hicieron con eje en preocupaciones individuales o sectoriales y nadie fue a plantear consensos trascendentales.

Fernández tiene entre sus empresarios más cercanos al titular de la UIA y Sergio Massa le vendió, además, a Marcelo Mindlin como emblema de la burguesía nacional. El Presidente, que lo había criticado en campaña por ser amigo de Mauricio Macri y haber ganado fortuna en la era del tarifazo permanente, lo presentó hace unos meses como contraejemplo de Vicentin y hasta Máximo Kirchner se sentó a intercambiar figuritas con él. Sin embargo, el muñequito del zar de la energía tiene todavía clavado un alfiler en el Instituto Patria.

AQUÍ ESTÁN, ESTOS SON. Según le dijo a Letra P un ministro de máxima confianza de Fernández, no hay en marcha un gran acuerdo para afrontar el problema de la “economía bimonetaria” y el Gobierno considera que ya está avanzando con mesas sectoriales y medidas puntuales.

Sin embargo, la pregunta por los empresarios que ahora Cristina invita a un entendimiento de manera sorpresiva recorre las mesas del oficialismo y la oposición. ¿Quiénes son? Algunas pistas hay. Cuando viralizó la nota de Zaiat, ya CFK había distinguido a quien considera un imprescindible de cara a cualquier consenso: Luis Pagani, el dueño de la multinacional Arcor, que tiene alrededor de 20 mil empleados, un peso importante en el mercado interno -cuenta como proveedoras a 8.000 pymes-, exporta a 120 países y ajustó fuerte en plantas y personal en la era Macri.

Durante los años traumáticos de la aventura amarilla, uno de sus íntimos colaboradores sentó a Cristina con Pagani y un intelectual amigo en una larga charla en la que coincidieron más de lo que podía preverse. De antigua fe cavallista -su padre estuvo entre los pioneros de la Fundación Mediterránea-, Pagani aparece con una serie de méritos inestimables a los ojos de CFK: “Invierte”, “produce”, “no juega a la política” ni figura entre los altos conspiradores de la Asociación Empresaria Argentina, pese a que la integra.

En la lista de imprescindibles del poder, hay otro sector que se acercó este año a la vicepresidenta después de años de distanciamiento: el agronegocio. En un encuentro de una trascendencia no reconocida por los accionistas de Expoagro, Cristina recibió en julio pasado en el Senado a tres cabezas del Consejo Agroindustrial Argentino: el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA), Gustavo Idigoras; el titular de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, José Carlos Martins, y el jefe de la Cámara de Empresas Avícolas, Roberto Domenech. Los estimuló para que avancen con un proyecto que busca beneficios para el sector y tiene como anzuelo la consigna taquillera de aumentar las exportaciones hasta 100.000 millones de dólares anuales, algo a lo que nadie formalmente se opone. La doctora cuenta, además, con el último récord en la materia: fue en 2011 cuando Argentina exportó por U$S 85.000 millones y, desde entonces, no hizo más que caer, hasta ubicarse ahora en torno a los U$S 65.000 millones.

LOS TITULARES. Hay una fecha en el calendario de CFK que, según quienes la conocen bien, tiene una conexión con el presente. Fue unos días después de la derrota del cristinismo ante Sergio Massa, en agosto de 2013, cuando la entonces presidenta hizo un discurso fervoroso desde Tecnópolis, muy afectada tras perder el invicto con su candidato de entonces, Martin Insaurralde. “No quiero discutir con el banco de suplentes que me ponen en las listas. Quiero los titulares, quiero a los directores técnicos, porque los suplentes no me sirven (…) Esto no es un partido para suplentes, es un partido para titulares de intereses y representaciones”, dijo el 14 de agosto.

Una semana después, en Río Gallegos, la doctora escenificó su pacto social con los empresarios y los sindicalistas más poderosos de la Argentina. Recibió a Jorge Brito (ADEBA), Eduardo Eurnekian (Cámara de Comercio), Hector Méndez (UIA), Gustavo Weiss (Cámara de la Construcción) Osvaldo Cornide (CAME) y los gremialistas identificados con el oficialismo, Antonio CalóGerardo Martínez Hugo Yasky. El organizador fue Julio De Vido, el ministro de Economía era Hernán Lorenzino y el vice, Axel Kicillof. Fue una demostración de fuerzas desde un gobierno que ya empezaba a sufrir y tenía a destacados actores de poder apostando fuerte por una alternativa opositora, pero sobre todo dejó escenificado el mapa de poder que tenía Cristina en la cabeza. Esos eran, para ella, los titulares.

LOS SECTORES MEDIÁTICOS. Enfrentados sin retorno a su gobierno, no estaban sentados a la mesa de Río Gallegos los dueños de medios, a los que acaba de convocar ahora desde su atril epistolar. Ya la exsenadora había dado muestras de su criterio cuando le dedicó a Hector Magnetto una parte de su libro “Sinceramente”: “Él tiene un fuerte interés por la política y no se trata solamente de un tema de lobby para resguardar o mejorar sus intereses económicos, eso sería minimizarlo. Le interesa el poder de la política, el poder del sistema de decisiones, es decir el poder en sentido estricto y completo (…) No hay ningún país en el mundo en donde un empresario tenga el poder que tiene Magnetto. (…) Rocca vende caños y Magnetto vende creencias. (…) De todos los empresarios que conocí y de todos los empresarios con los que hablé –no solamente empresarios nacionales– (…) Magnetto me pareció el más político de todos. El no hablaba de negocios, hablaba de política”.

Cuando CFK eligió a dedo a Fernández como su candidato, dentro y fuera del oficialismo se pensaba en un entendimiento con Clarín y la propia vicepresidenta le decía a su entorno: “Yo no puede sentarme con Magnetto. Para eso, está Alberto”. Pero el Grupo quedó tildado en modo batalla y no hubo retorno. Como reveló Letra P, al lado del Presidente explican el fracaso de las tratativas con una frase de lo más gráfica: “Él fue con una bandera blanca y se la agujerearon a tiros”. Ahora, Cristina insiste en plantear la necesidad de un acuerdo grande que incluya a los medios y piensa sobre todo en Clarín, aquel antiguo aliado de Néstor Kirchner y del propio Fernández.

Por Diego genoud – Letra P

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