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Estados Unidos, China y la guerra comercial

Por primera vez desde su llegada al poder, la diatriba proteccionista del presidente Trump enfrenta un adversario de su envergadura. La disputa comercial con China escaló en las últimas semanas y aumentando la percepción de riesgo sobre la economía global. La disputa se centra actualmente en las prácticas de apropiación y transferencia de tecnología por parte de China y sus impactos se extienden ya a los mercados de commodities.

Tras decretar la salida del Acuerdo Transpacífico (TPP), forzar la renegociación del TLCAN con México y Canadá y establecer numerosas medidas de protección comercial específicas (algunas de ellas con impacto sobre la Argentina), las disputas comerciales entre Estados Unidos y China han escalado rápidamente en las últimas semanas.

La diatriba proteccionista de la administración Trump enfrenta por primera vez un adversario de su talla. Estados Unidos y China explican respectivamente el 10,9% y el 11,3% del comercio de mercancías mundial y son las dos mayores economías del planeta.

La estrategia de amenazar y golpear primero que Trump ha convertido en su marca personal, conlleva en esta oportunidad mayores riesgos. China, busca incrementar su influencia en el sistema de relaciones internacionales (Ver informe EA N°14), y como era de esperar, puso en marcha represalias ante las primeras decisiones de los EUA.

Aunque Trump asegure que, “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, la comunidad internacional observa con atención este enfrentamiento entre gigantes. La confrontación amenaza no sólo las perspectivas de crecimiento global para 2018, sino también la continuidad del orden económico internacional tal como se conociera hasta la actualidad1.

– De la manipulación de monedas al robo de tecnología

Desde su campaña presidencial, Trump manifestó sus críticas respecto del estado de situación de la relación comercial entre Estados Unidos y China. Los argumentos denunciaban una supuesta manipulación de la moneda y sus efectos sobre el resultado comercial, los empleos y la producción de los Estados Unidos.

En la actualidad, el problema parece ser otro; el mercado laboral de EUA ofrece señales de pleno empleo y las proyecciones de crecimiento resultan muy positivas. La disputa se centra en el robo de tecnología por parte de China y los derechos de propiedad intelectual de las empresas norteamericanas.

Las disputas sobre los esquemas de apropiación tecnológica por parte de China se remontan hasta la administración Obama. La cuestión del “ciberespionaje” formó por entonces parte de la agenda de negociación entre los países. Actualmente, el énfasis recae sobre los requisitos impuestos por el gobierno chino a las empresas norteamericanas que se instalan en China. Aquellas firmas que deseen aprovechar los bajos costos de producción o las escalas del mercado chino, se ven obligadas a contar con un socio local al que deben compartir sus desarrollos tecnológicos.

Estas circunstancias han permitido a las empresas del gigante asiático hacerse con el conocimiento necesario para disputar luego, la participación no sólo en el propio mercado chino, sino también a escala global.

Las autoridades norteamericanas denuncian este procedimiento y se muestran decididas a utilizar la imposición de tarifas comerciales como herramienta de presión. Aunque el avance comercial de China es percibido también como una amenaza por los sectores manufactureros de otras economías del globo2, la estrategia de confrontación de Trump, a través de la imposición de tarifas comerciales no es necesariamente compartida.

– La escalada de la disputa

La primera señal respecto de que las relaciones comerciales bilaterales recrudecerían en 2018 emergió en enero, al conocerse la decisión de Estados Unidos de establecer medidas de protección específicas sobre las importaciones de paneles y células solares (también lavarropas), rubros de claro predominio chino. La respuesta no se hizo esperar, y en el mes de febrero China anunció el lanzamiento de una investigación de dumping sobre las exportaciones de sorgo de los Estados Unidos.

Las confrontaciones se intensificaron poco tiempo después, hacia principios de marzo, cuando Estados Unidos confirmó el incremento de las tarifas de importación de acero (+25%) y aluminio (+10%). El anunció del 8 de marzo, constituye para muchos el puntapié inicial de una guerra comercial en ciernes.

La decisión de la administración Trump sobre la siderurgia, despertó preocupaciones no tanto por la magnitud económica de la medida (la gran mayoría de las importaciones de acero chino se encontraban ya afectadas), sino porque expresó un fuerte embate contra el sistema de reglas internacionales de comercio e inversiones que encarna la OMC. EUA decidió no recurrir a ninguno de los mecanismos de protección disponibles en el plano multilateral y accionar unilateralmente a partir del recurso a regulaciones vinculadas a cláusulas de seguridad nacional.

Los anuncios sobre aluminio y acero, se vieron acompañados por una serie de exenciones a distintos países (NAFTA, Brasil y Argentina, entre otros), que evidenciaron que el principal objetivo de las medidas era China, largamente acusada de abusar de los excesos de capacidad que existen en sus mercados3.

La decisión de carácter unilateral y con rasgos discriminatorios, habilitó a China a tomar medidas compensatorias. La respuesta fue el inicio de una investigación para la imposición de tarifas de 25% para un conjunto de productos norteamericanos entre los que se contaban la carne de cerdo, tubos sin costura y productos alimenticios, entre otros. Entre finales de marzo y principios de abril el conflicto subió un nuevo escalón, al conocerse los resultados de una investigación realizada por la presidencia de los Estados Unidos respecto de prácticas sobre transferencia de tecnología y derechos de propiedad intelectual en China.

El estudio asegura contar con evidencia de conductas desleales por parte de China en el proceso de apropiación tecnológica y desató la imposición de una tarifa especial del 25% sobre un conjunto de productos de origen chino (electrónica, partes de avión, baterías e instrumental médico) como respuesta a las prácticas abusivas utilizadas. La medida afecta principalmente a productos de alta y media tecnología que China busca impulsar en el marco de su plan de desarrollo productivo Made in China 2025.

La medida, será implementada en la medida que se concreten las consultas con representantes del sector privado norteamericano que buscan minimizar el impacto sobre los consumidores locales. Se trata de 1300 rubros comerciales afectados que engloban importaciones por más de U$S 40.000 millones.

Nuevamente, la respuesta no tardo en conocerse. China anunció medidas similares a las decididas por EUA para un conjunto de 106 productos entre los que aparecen las exportaciones de soja, automóviles, aviones y químicos, entre otros productos (alrededor de U$S 60.000 millones).

Los mercados financieros que inicialmente minimizaron la importancia del conflicto, intensificaron sus bajas ante las noticias de escalada del conflicto. El índice Dow Jones, que agrupa las cotizaciones de las principales empresas industriales que cotizan en la bolsa norteamericana, muestra desde entonces significativas caídas.

Como cada vez que se discute el enfrentamiento entre estas dos potencias, las tenencias de títulos de deuda norteamericana por parte del Banco Central de China ha sido también foco de debate.

La liquidación de títulos de deuda norteamericanos en poder de China podría atestar un fuerte golpe a Estados Unidos. Especialmente, en momentos en que la principal potencia mundial planea aumentar los tipos de interés en el marco del proceso de normalización de su política monetaria y las previsiones de aumento de sus emisiones de deuda para financiar el mayor déficit asociado a la reciente reforma tributaria. No obstante, el golpe implicaría también un gran impacto para el propio patrimonio del Banco Central Chino, en tanto la liquidación afectaría los precios de activos que son parte importante de su propio balance.

– La soja en el centro de la disputa.

La decisión de China de imponer tarifas sobre las importaciones de soja provenientes de los Estados Unidos provocó importantes movimientos en los mercados de commodities.

Tras una considerable baja al momento de conocerse la decisión, los precios se han recuperado rápidamente. Por tratarse de un producto estándar, cabe esperar que los efectos de la medida ocurran principalmente sobre la composición de destinos de las ventas, generando reemplazos en las estructuras de proveedores. Los movimientos afectarán las rentabilidades de las empresas del sector, ante la necesidad de modificar sus esquemas de logística y aprovisionamiento.

Según trascendidos, la decisión de China buscaría afectar principalmente a los estados de especialización agropecuaria de los Estados Unidos en los que Trump concentra importantes apoyos. No obstante, el efecto de las tarifas podría significar un importante golpe para la propia China. En caso de encarecerse el precio doméstico de este producto, la aceleración de la inflación en alimentos podría afectar la situación local y el equilibrio social de la economía china.

Los primeros estudios de impacto aseguran que en el mediano plazo la tarifa de importación china podría mejorar la situación relativa de otros proveedores como Brasil y Argentina. Sin embargo, en el corto plazo se ha incorporado un elemento de incertidumbre y volatilidad sobre la cotización de la soja.

La especulación sobre futuras subas del precio de la soja podría afectar las decisiones de venta de los productores nacionales en un momento en que el que el BCRA realiza importantes esfuerzos para sostener la cotización del peso a la espera del inicio de la liquidación de la cosecha gruesa. Las perspectivas de mayores precios se suman a los efectos del cronograma descendente de derechos de exportación, que incentiva la retención de la producción.

Las consecuencias para la Argentina y la región de la disputa entre Estados Unido y China no se limitan a los impactos sobre el precio de la soja. A pesar de la decisión de último momento de no asistir a la Cumbre de las Américas, trascendidos en la prensa indicaban que Trump se proponía utilizar la reunión para recuperar terreno perdido en la región y establecer nuevos límites a la influencia de China. La avanzada de Estados Unidos sobre llegaría en momentos de gran debilidad para el Mercosur, en el marco de la grave situación política que atraviesa Brasil.

Informe preparado por el Equipo Fundación Embajada Abierta 

1 Estudios recientes aseguran que una guerra comercial podría generar un incremento promedio generalizado de los aranceles a nivel global de entre 30% y 60% con millonarias pérdidas para los países involucrados e importantes riesgos para la continuidad de las reglas establecidas por la OMC (Nicita, Olarreaga y da Silva; 2018).

2 En el marco de la grave crisis que afectó a la periferia europea algunos analistas aseguraron que la avanzada de la producción china es también responsable de los grandes desbalances que se consolidaron al interior de la región. Además, en América Latina, el proceso de primarizacion y la crisis que enfrentan los sectores manufactureros son también asociados a los efectos de la competencia China.

3 Las disputas en torno al comercio de productos siderúrgicos tienen un largo historial. Los excesos de capacidad productiva generados por China en el marco de sus políticas de industrialización acelerada son destacados a escala global como una fuente constante de amenaza. En 2002, la administración Bush impuso medidas de salvaguardas sobre el acero, que generaron la respuesta de China sobre las ventas de carne aviar de los Estados Unidos.