Chubut Para Todos

El regreso de Vilma Ibarra

Jurista de prestigio, dejó a Eurnekian para cuidar las espaldas de Fernández con el mismo celo que su perfil bajo. Ella también se alejó de CFK con munición gruesa. Por qué y para qué quiere volver.

Contra lo que se dice, Vilma Ibarra no quiso pedir licencia en la Corporación América y decidió renunciar a su cargo. Prefirió no dar argumentos para que objetaran su doble rol de funcionaria y directiva en el sector privado. La decisión de la única mujer que Alberto Fernández eligió para poner en marcha la transición con Mauricio Macri da cuenta de una serie de características: la firmeza, la certeza de que será nombrada por el presidente electo en un gabinete con pocos confirmados y la confianza en que el fernandismo va a instalarse sin mayores traumas en el poder.

Contra lo que se dice, Vilma Ibarra no quiso pedir licencia en la Corporación América y decidió renunciar a su cargo después de siete años en el holding de Eduardo Eurnekian.

Después de siete años en el holding de Eduardo Eurnekian, Ibarra está de regreso en el mundo de la política. Abogada senior con amplia experiencia, es una de las personas que más conoce al nuevo presidente, fue su pareja y estará desde el 10 de diciembre a cargo de cuidarle la firma. Será para Fernández, según se anuncia, lo que fue Carlos Zannini para Cristina Fernández de Kirchner. Tal vez más.

Su nombre fue uno de los que trascendió incluso antes de las elecciones de octubre y fue el profesor de Derecho Penal de la UBA, a través de canales amigos, el primero en hacerlo circular. Vilma conoce la misión: hace dos décadas exactas, fue la secretaria de Legal y Técnica del vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez en el Senado. Su cargo formal era el de prosecretaria de Coordinación Institucional de la Cámara alta durante la gestión de Ricardo Mitre como secretario administrativo. Fue hace una vida cuando, con Fernando De la Rúa en la Casa Rosada, los frepasistas aterrizaron en el Senado con la consigna de dar de baja contratos, nombramientos, pasajes y prebendas en el reino de la Banelco.

Ex senadora, ex diputada y ex dirigente del Frepaso, a la hermana de Aníbal Ibarra no le gusta depender de la política y del intercambio de cargos que mitigan derrotas y fracasos. Trabajó ocho años en el Poder Judicial, en los fueros Civil y Penal; tuvo su propio estudio jurídico durante otros ocho y, según dicen sus amigos, se esforzó mucho después de 2011 para reinsertarse en el mercado laboral y ocupar la función que le dio Eurnekian.

Reservada al máximo, esté o no esté inserta en el mundo de la política, quienes la tratan afirman que se mueve como una mujer del poder. Con un perfil bajo cuidadísimo, Ibarra trabaja en la transición desde su propio estudio, sin dejarse ver por las oficinas de Fernández. No le hace falta. El sucesor de Mauricio Macri no tuvo problemas en convencerla y la entusiasmó con el “desafío” de asumir la función pública para construir un “proyecto propio” y tratar de revertir el proceso de deterioro social acelerado que provocó el presidente saliente, a fuerza de ajuste y recesión.

CAMBIO DE ROL. La llegada del Frente de Todos al gobierno no sólo trae de regreso a Vilma Ibarra. Además, la lleva a dar un paso que no había dado nunca: ser parte del Poder Ejecutivo después de hacer casi toda su carrera en el Poder Legislativo.

Autora de la ley del matrimonio igualitario y ferviente defensora de la legalización del aborto, la asesora del presidente electo es consciente del cambio de rol y desinfla las expectativas de las mujeres que la llaman para pedirle que interceda en el debate que viene. La interrupción voluntaria del embarazo, dicen en su entorno, dependerá de los nombres que Alberto designe en los ministerios de Salud e Igualdad. Responsable de la única iniciativa sobre el tema presentada en la historia de Senado (el proyecto de ley 2950/S 2006), Vilma ya hizo bastante. Hace diez días, Fernández apareció con ella en la presentación del libro “Somos Belén”, de la periodista y militante feminista Ana Correa.

En el Frente de Todos, afirman que el proyecto de despenalización que el ex jefe de Gabinete prometió enviar al Congreso es producto de la necesidad de ordenar al peronismo desde el poder, usar el 48% de los votos para impulsar una política de Estado desde la cabeza del Poder Ejecutivo. Después de obturar el debate durante ocho años y de haber votado en 2018 a favor de la iniciativa, se supone que Cristina estará de acuerdo con Alberto, el profesor de Derecho Penal que siempre se manifestó en sus clases en contra de la práctica clandestina del aborto y se pronuncia por tratar el tema como una cuestión de salud pública. Como otros en el ancho espacio del naciente oficialismo, Vilma está entre las que creen que la postura de Fernández no tiene por qué alterar a la Iglesia Católica. Tampoco a Jorge Bergoglio, aquel arzobispo de Buenos Aires que ahora trata, desde el Vaticano, con jefes de Estado del Primer Mundo donde el aborto está legalizado.
SIEMPRE CRISTINA. Asociada ahora con su libro anti relato de 2015, “Cristina vs Cristina”, sus amigos afirman que, más allá de las diferencias, Ibarra siente una gran admiración por CFK, algo que se trasluce en las páginas de su trabajo, hoy guardado bajo siete llaves. La última vez que vio a la senadora fue hace más de nueve años. Corría julio de 2010, la entonces presidenta presentaba la ley de matrimonio igualitario y Vilma estaba sentada en primera fila, entre Enrique Pinti y Pepito Cibrián. Desde aquella vez, dicen en el nuevo oficialismo, las dos mujeres que fueron amigas y compartieron el Senado entre 2003 y 2007 no volvieron a verse. Ya Fernández había renunciado como jefe de Gabinete y la transversalidad inicial del kirchnerismo había quedado sepultada.

En 2015, apoyó la candidatura a presidente de Margarita Stolbizer.

Las leyes de blanqueo, la intervención del INDEC y la saga de la corrupción estuvieron entre los motivos que Ibarra alegó para alejarse del deplorable cristinismo final al que aludía Fernández. En 2015, apoyó la candidatura a presidente de Margarita Stolbizer.

PROGRESISTAS. Ibarra tiene 59 años y una historia larga de militancia en la izquierda y la centroizquierda. Según recuerdan los memoriosos, se remonta a 1973, cuando tenía apenas 13 y estudiaba en el Nacional Buenos Aires. Recién dos décadas más tarde, en 1994, se sumó al Frente Grande, en el que participaba su hermano Aníbal, el destituido jefe de Gobierno porteño. Así, empezaba una carrera en la que sería secretaria parlamentaria del Bloque de Diputados del Frepaso, legisladora porteña, diputada y senadora. En 2004, después de la masacre de Cromañón, que provocó 194 muertos, sería una de las defensoras más vehementes de su hermano en un proceso que terminaría con el fin de la carrera política del alcalde. En 2007 fue electa diputada y asumió como presidenta de la Comisión de Legislación General hasta 2011, cuando se alejó de los primeros planos.

En los inicios del kirchnerismo, la menor de los Ibarra fue parte del progresismo que escoltó al ex jefe de Gabinete y se enfrentó con el PJ de Víctor Santa María, el peso pesado que la acusaba de ser la mariscal de la derrota recurrente en la Ciudad. Parece desmedido. Ibarra dejó la política, el jefe del Suterh amplió sus tentáculos y el peronismo porteño siguió perdiendo.

La asesora de Fernández no era bien vista por el peronismo de pasado menemista. Compartía una historia común con los sobrevivientes de la alianza UCR-Frepaso que se sumaron al naciente Frente para la Victoria, aunque con una diferencia que todavía reivindica: haber renegado de la coalición inviable cuando Domingo Cavallo aterrizó en el Ministerio de Economía de la mano de un grupo de dirigentes entre los que estaba el propio “Chacho” Alvarez. Historia vieja, marcó a sus protagonistas y Vilma, que la cuenta sólo a sus íntimos, todavía la tiene presente, con lujo de detalles.

DEL ESTALLIDO AL PODER. Hace casi 18 años, en el diciembre del incendio, fue la única senadora opositora que votó, desde su monobloque del Frepaso, contra la asunción de Ramón Puerta como presidente del Senado, después de la renuncia de Álvarez. Ese día, el radicalismo delarruista decidió no bajar al recinto y la futura Secretaria de Legal y Técnica apareció en la tapa de Clarín, desde su solitaria posición. Ibarra hizo incluso un discurso y se aventuró a hablar de las coimas en el Senado en medio de los gritos y los silbidos. Llegaría enseguida la difícil convivencia de un tiempo en el que al senador Luis Barrionuevo le alcanzaba con hacer una seña para que la silbatina se generalizara en contra de la única mujer opositora. El país era sinónimo de estallido. Dos décadas después, la Argentina se vende como garante de estabilidad regional y el PJ vuelve a ver a Ibarra en una posición de poder.

Por Diego Genoud – Letra P