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El Padre Pedro fue nominado al Nobel de la Paz

Hijo de eslovenos, nacido en la localidad bonaerense de San Martín, es la segunda vez que el Parlamento de Eslovenia lo nomina al premio. Cómo es su labor humanitaria en Madagascar y el encuentro con el Papa Francisco en “La Ciudad del Amistad” uno de sus proyectos más destacados

Un argentino quedó entre los nominados para el Premio Nobel de la Paz 2021: el cura Pedro Opeka fue elegido por su labor humanitaria en Madagascar, donde desde los años 70′ trabaja para revertir la marginalidad. En palabras del primer ministro de Eslovenia, Janez Jansa, se destaca por “ayudar a las personas que viven en condiciones de vida espantosas”.

Compañero de estudios de Teología del Papa Francisco, hijo de inmigrantes de Elovenia,  el conocido como “Padre Pedro” nació en San Martín, provincia de Buenos Aires, en 1948. A sus 18 años eligió ingresar en el seminario de la Congregación para la Misión de San Vicente de Paúl, en San Miguel. Tiempo después viajó a  Europa y estudió Filosofía en Eslovenia y Teología en Francia. En 1975 se ordenó como sacerdore en la Basílica de Luján.

La primera vez que viaja a Madagascar es como misionero y luego de ordenarse volvió en 1976. Allí logró construir y fundar escuelas, viviendas, bancos de alimentos e incluso un hospital para atender a los pobres a través de la asociación Akamasoa, que dirige desde 1989.

Su fundación, cuyo nombre significa “Buen Amigo“, dio 4.000 casas a familias sin hogar y ayudó a educar a 13.000 chicos y jóvenes. “Si están dispuestos a trabajar, yo los voy a ayudar”, dicen que les dijo a los vecinos de la isla africana.

Durante la pandemia de coronavirus, Opeka trabajó para ayudar a las familias que cayeron aún más en la pobreza como consecuencia del fenómeno mundial.

Por todas sus acciones, en 2012 los miembros del Parlamento esloveno nominaron por primera vez al sacerdote a recibir el galardón.

Una ciudad sobre un basurero

En 1989, Opeka fundó la “Ciudad de la Amistad” sobre un basurero en los alrededores de Antanarivo, la capital de Madagascar. Lo que primero fueron algunas casas precarias para los más pobres, hoy son cinco aldeas con casas de ladrillo donde hay instaladas unas tres mil familias, dispensarios, escuelas, inglesias y pequeñas empresas.

La comunidad fue construida por los mismos habitantes sobre tres valores: techo, trabajo, educación.En 2019 el Papa Francisco realizó una visita al lugar. Su presencia reunió un millón de personas.