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El leprosario de los ladrillos y el sueño de una nueva burguesía

Los CEOs toman distancia de los constructores golpeados por los cuadernos y el Gobierno piensa en renovar la Camarco en las elecciones de diciembre. UOCRA, Caputo y la Ciudad: la tríada impoluta.

“Nos aislaron como a los leprosos, pero vamos a dar pelea”, le contó un ladero de José Cartellone a un colega del agro, en los pasillos del Sheraton Retiro. El constructor, mencionado ante la justicia por el ex presidente de la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco), Carlos Wagner, habló un rato después con los periodistas presentes en el convite anual de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), y negó allí tener algo que ver con el pago de coimas a funcionarios del kirchnerismo.

La sede de la Camarco -el leprosario en el que según los CEOs que no contratan con el Estado se refugian los sospechados de corrupción- es un edificio sin glamour ni lujos, no se puso en sus paredes ni una parte del volumen de dinero que manejaron los zares de la obra pública a lo largo de los años. Ubicado en la avenida Paseo Colón, justo frente a la Facultad de Ingeniería, es un escenario que en medio de la razzia judicial también empezó a ser observado por el Gobierno. En diciembre hay elecciones en la entidad que hoy preside Gustavo Weiss y desde Casa Rosada miran de cerca un proceso en el que quiere jugar con la sutileza del caso.

Es la Camarco un punto de inflexión en la intención de algún sector del Ejecutivo de entrar con un caballo de Troya en una burguesía nacional sitiada por los retornos y el dinero negro. Hasta que el juez Claudio Bonadío lo citó a Comodoro Py, la casa de los ladrillos la manejaba casi en su totalidad Aldo Roggio. En la diaria y en los procesos sucesorios, un pase de manos consensuado como se da en otras entidades gremiales empresarias, como el caso de la Unión Industrial Argentina (UIA). Pero los soldados empezaron a derrumbarse en fila y casi toda la cúpula histórica, que va desde Wagner a Juan Chediak, pasando por Eurnekian y Cartellone, también. El castillo empezó a ceder en los cimientos. No solo por la situación judicial, sino por el futuro de los negocios de las constructoras nacionales que, tal como adelantó Letra P, empieza a perder terreno a mano de extranjeros.

A inicios de 2016, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, los sentó a muchos de ellos en una mesa y les pidió colaborar en un proceso de saneamiento de un sistema que Cambiemos ya sabía putrefacto. En gateras estaba el estallido de los negociados del sindicato UOCRA seccional La Plata, que terminó con el “Pata” Medina detenido y una serie de mini caciques sindicales jaqueados. Gerardo Martínez, el secretario general de UOCRA nacional, un hábil negociador con los oficialismos, salió indemne de aquel intento de limpieza inicial. Nadie dijo, en ese entonces, que la mayoría había sido parte del esquema de licitaciones digitadas en la era K que salió del subterráneo con la revelación caligráfica del chofer de la mano derecha de Julio De Vido. Tampoco el gobierno de Mauricio Macri les preguntó. Y el círculo siguió, con la advertencia de un Estado que empezaba a mirar, pero no mucho más.

De un tiempo a esta parte, en Casa Rosada sondean promesas de la dirigencia ladrillera, con la intención de posicionar algún candidato propio, con perspectiva, joven, que corte la lógica imperante y le de nuevos aires a una entidad en el ojo de la tormenta. “El problema es que hay muchas constructoras jóvenes que están en la joda también, entonces es difícil”, contó un funcionario de las áreas económicas. No hay muchos lugares para buscar figuras, pero la pesquisa está.

Muchos de los nombres en danza son empresarios que trabajan en la obra privada de Capital Federal. El distrito que comanda Horacio Rodríguez Larreta ve de costado un escándalo que, cuando la justicia avance, le pegará de lleno. La más sencilla es la asociación de Roggio con los contratos porteños históricos, a través de Metrovías. “Si pagó allá, ¿no pagó acá?”, le contó las costillas una firma que hoy le disputa la renovación de la licencia del metro porteño.

La Ciudad, las licitaciones privadas y algunas de sus obras públicas son una de las patas todavía impolutas del cuadernogate. Pero no solo el distrito y la UOCRA de Martínez esquivan balas y no se muestran en público. También vinculado a la Ciudad se escucha cada vez más seguido el nombre de Nicolás Caputo. “Nicky”, el hermano de la vida del presidente, es casi un enemigo de los constructores privados, que cuando era dueño de Caputo Construcciones lo denunciaban o contaban sus manejos y facilidades de acceso al poder porteño. Nunca fue el compañero del Newman un hombre de mucho diálogo con la Camarco. Jugó como un outsider, incluso en los vínculos con el kirchnerismo.

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En territorio porteño el ruido empieza a ser fuerte. O más bien el temor. Los vasos comunicantes del macrismo con los constructores y la patria contratista son sólidos y hasta van en paralelo al ya obvio contacto espurio del gobierno de los Kirchner con ese mismo poder corporativo. Eso tensa el músculo de una discusión interna entre los cultores de la anti-política y el Mani Pulite selectivo y los que intentan aprovechar el caos para edificar política y poder con precisión quirúrgica. La Cámara de la Construcción es el tubo de ensayo de una búsqueda compleja pero, según Cambiemos, posible.

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En 2016, Frigerio pidió mejor comportamiento de los ladrilleros. Gerardo Martínez, de UOCRA, y Chediak, de Camarco, actores centrales.