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El conflicto por la Represa del Nilo

Etiopía comenzó el llenado de la Gran Represa del Renacimiento Etíope, un megaproyecto energético que genera fuertes tensiones con Egipto y Sudán por el manejo hídrico del Nilo, el mayor río de África. El conflicto pone de manifiesto el tablero político regional, los planes de crecimiento de Etiopía y el difícil equilibrio entre desarrollo y ecología.

El gobierno del primer ministro Abiy Ahmed emprendió en julio el llenado de la Gran Represa del Renacimiento Etíope (GERD, por sus siglas en inglés), que culmina un proyecto histórico no solo para Etiopía, sino para todo el mundo en desarrollo. La GERD ha sido la gran política de Estado de Adís Abeba durante la última década y se mantuvo en marcha a pesar de la turbulenta política doméstica etíope.

En abril de 2011, Etiopía comenzó la GERD con un contrato por 4.800 millones de dólares con la empresa italiana Salini Costruttori. Desde un primer momento el proyecto, que promete la autarquía energética y el desarrollo agrícola del país del Cuerno de África, fue resistido con preocupación por varios vecinos, en especial Egipto.

Con la represa, Etiopía quiere utilizar el Nilo Azul, el principal afluente del Nilo, para acelerar su desarrollo económico, pero también hay mucho en juego para los países situados río abajo. Egipto, que depende casi totalmente del Nilo para su abastecimiento de agua, ha prometido utilizar “todos los medios disponibles” para proteger sus intereses.

Sudán, por su parte, se beneficia de la energía hidroeléctrica y la regulación del caudal de la presa, pero le preocupan las cuestiones de seguridad. En efecto, la GERD se encuentra a sólo unos 20 kilómetros de su frontera con Etiopía, y las descargas mal coordinadas de la presa podrían inundar el Embalse de Roseires sudanés.

Ambos vecinos tienen sus razones para preocuparse: en 2015, con la puesta en marcha de la represa Gilgel Gibe III sobre el río Omo, Adís Abeba canalizó el agua hacia las planicies agrícolas etíopes y provocó severos trastornos económicos, demográficos y ecológicos a Kenia al sur.

Si Adís Abeba sigue adelante con su plan de llenar el embalse aun sin un acuerdo, las tensiones entre los tres países aumentarán, lo que hará más difícil un proceso de negociación eficaz postergado hace años. La GERD supone un conflicto regional en potencia que con capacidad para desestabilizar al Cuerno de África y las delicadas rutas comerciales y energéticas de los mares Rojo y de Adén.

La GERD no debe entenderse como un caso aislado, sino como parte de la matriz de desarrollo y estratégica de Etiopía. En paralelo a esa represa, el gobierno federal ya bosquejó otros 17 proyectos hidroeléctricos en todo el país.

El resultado de las negociaciones tripartitas y los buenos oficios de la comunidad internacional serán decisivos para el futuro del conflicto en el Cuerno de África. Hay demasiado en juego: si las posiciones extremistas continúan, puede que los 100 millones de egipcios paguen con hambrunas el costo del desarrollo de los 115 millones de etíopes.

Un proceso regional frustrado

Desde la antigüedad el control del curso del Nilo fue estratégico para las diversas unidades políticas que ocuparon el noreste del continente africano. En el siglo XX, tras la descolonización los nuevos países independientes miraron la cuenca fluvial como una herramienta de sostén energético y alimentario.

En 1959, Egipto y Sudán firmaron un acuerdo bilateral que asignó todas las aguas del río a los dos países. Para 1970, se cumplía el sueño del lider nacionalista egipcio Gamal Abdel Nasser de construir la Represa de Asuán.

Luego de la Guerra Fría, se formó en 1999 la Iniciativa de la Cuenca del Nilo, una asociación de los Estados ribereños, un foro para el desarrollo y la gestión cooperativa de las aguas del Nilo, incluido un nuevo tratado multilateral. Poco más de una década más tarde, en 2011 Etiopía anunciaba la construcción de la ambiciosa GERD.

En ese momento, si bien Egipto y Sudán manifestaron su preocupación en torno al anuncio etíope, los gobiernos de Hosni Mubarak y Omar al Bashir se encontraban en una posición de extrema debilidad (frente a la Primavera Árabe y a la independencia de Sudán del Sur, respectivamente). Con todo, a mediados de 2012 se estableció un Grupo Internacional de Expertos constituido por una decena de miembros (de Egipto, Sudán, Etiopía, más cuatro especialistas internacionales) para examinar todos los aspectos de la GERD.

El conflicto, ya institucionalizado, supuso mayores trabas para Etiopía: en un informe del Grupo Internacional de Expertos de mayo de 2013 se exhortó a la realización de estudios de impacto adicionales. Al año siguiente, se estableció un Comité Nacional Tripartito para realizar los estudios, pero éstos nunca se completaron.

Para calmar las aguas, en 2015 los líderes de El Cairo, Adís Abeba y Jartum firmaron la Declaración de Principios sobre la GERD, en la que se reafirmaba el compromiso de cooperación y de resolver pacíficamente las diferencias. Tres años después se estableció un grupo especial de investigación independiente para examinar el impacto de construcción, llenado y funcionamiento de la GERD, en el cual terminaron interviniendo técnicos pero también oficiales de inteligencia y militares de los tres países.

Tras un año de parálisis, Egipto, Etiopía y Sudán reanudaron las conversaciones sobre la GERD bajo los auspicios de Estados Unidos y el Banco Mundial (BM). Pero pronto los etíopes se retiraron de la mesa acusando a Washington y el BM de extralimitarse en sus funciones y de trazar propuestas de mitigación de sequías excesivamente favorables a Egipto.

Ya en 2020 y en plena pandemia de COVID-19, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ofreció un acuerdo que contemplaba los dos primeros años de funcionamiento, pero fue rechazado por El Cairo y Jartum. El 9 de junio, los tres países africanos intentaron reanudar las conversaciones sobre el llenado y el funcionamiento de la GERD, con la esperanza de un acuerdo antes de que Adís Abeba cumpla su intención de comenzar a acumular el agua en el embalse de la presa, con o sin un acuerdo.

¿Cuáles habían sido los puntos sensibles de las negociaciones tripartitas? Los protocolos de mitigación de la sequía y el mecanismo de solución de controversias. Ante la creciente desconfianza entre las partes, Estados Unidos, la Unión Europea y Sudáfrica (en su calidad de Presidente de la Unión Africana) han intercedido para intentar destrabar el diálogo.9

Finalmente, con el inicio de la larga temporada de lluvias, Etiopía decidió no esperar más. En julio de 2020, la GERD comenzó a llenarse, con amplia expectativa doméstica y alta preocupación regional. Al llenar el depósito con casi 5 mil millones de metros cúbicos de agua, Etiopía está ahora en condiciones de probar sus dos primeras turbinas, un paso importante en el camino hacia la producción real de energía.

La llave del desarrollo etíope

Adís Abeba se ha negado a ceder a la presión internacional. Todo borrador foráneo es visto como un intento de perpetuar lo que considera la injusta hegemonía histórica de El Cairo sobre las aguas del Nilo. Asimismo, cualquier concesión ahora sería políticamente costosa para Abiy Ahmed, que se enfrenta a un período decisivo de cara a lo que probablemente será una elección competitiva, retrasada por el COVID-19 a 2021.

El proyecto hidroeléctrico de la GERD es el más poderoso de África, vital para el desarrollo económico de Etiopía, más allá de que la electricidad barata de la presa beneficiaría a los países situados aguas abajo, incluido Egipto. Más allá de la represa, lo cierto es que en los últimos años Adís Abeba ha desplegado un proceso de democratización política, reforma económica y proyección diplomática con el que busca consolidarse como potencia regional.

Con una docena de cuencas hídricas que atraviesan su territorio, Etiopía está estratégicamente ubicada en el Cuerno de África, protegida a su vez por las cadenas montañosas del macizo geológico frente a invasiones. En una región donde la desertificación y la sequía están a la orden del día, en las cumbres etíopes se generan 123 mil millones de metros cúbicos de agua dulce.

La cuenca más importante es la del Nilo, que cubre por sí sola más de un tercio del territorio etíope. Hace dos décadas Adís Abeba comenzó a fomentar la energía hidroeléctrica, que constituye hoy la principal fuente de energía para el país (más del 90%). Si el caudal anual de energía de Etiopía se sitúa hoy en torno a los 4200 megavatios, con la explotación plena de sus recursos hidroeléctricos se multiplicaría por diez, lo que a su turno convertiría al país africano en un robusto exportador de electricidad.

Las autoridades etíopes convirtieron a este proyecto en bandera del orgullo nacional. A diferencia de otros grandes proyectos de este tipo en África, como las represas de Egipto, República Democrática del Congo, Ghana y Mozambique, la GERD se financió mayoritariamente con fondos nacionales por un total de casi 5 mil millones de USD. De hecho, los funcionarios de la administración pública cedieron un mes de su salario para lograrlo.

Más allá de la GERD, la solidez de los planes nacionales de Ahmed continúa atrayendo a la inversión extranjera: a fines de 2019, equivalía a un 40% del PBI etíope. Con la infraestructura y la energía consolidadas, el gobierno federal publicó el “Programa de Reforma Económica de Cultivo Propio” (Homegrown Economic Reform Program), para llevar al Etiopía a un nivel de desarrollo de ingresos medios.