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¿El amor es ciego? Por Por Martín Granovsky

Hasta ahora la noticia es ésta: el presidente Mauricio Macri quiere como nueva procuradora general de la Nación a una abogada que conoció en el gimnasio de su barrio, y a quien ya convirtió una vez en funcionaria del Poder Judicial porteño, y esa candidata es la esposa de un cuadro de las dos últimas dictaduras.

Ni los lugares ni los parentescos permiten sacar conclusiones tajantes. Pero pueden despertar constataciones y provocar preguntas.

Una constatación es que el gimnasio de Barrio Parque es un gran sitio de socialización para Macri. Conoció a Inés Weinberg de Roca en el mismo lugar que a la mujer con la que terminaría casándose, Juliana Awada. Otro sitio, anterior en la vida del Presidente, es por supuesto el colegio Cardenal Newman, de donde viene parte de su gabinete y su círculo íntimo. El origen de las relaciones no es la Universidad de Buenos Aires, ni la Acción Católica, ni un partido político. Tampoco un sindicato o un club, porque en Boca Macri también se nutrió de gente del Newman y de Sociedades Macri y no al revés. Boca fue el destino, no el origen.

Los espacios de socialización para las élites existieron siempre. En el calor de las termas romanas podía cocinarse el destino de pueblos enteros. En los clubes ingleses para hombres subieron y bajaron gobiernos del Reino Unido y a menudo negociaciones iniciadas entre el humo de los habanos y la ironía displicente acabaron extendiendo el Imperio Británico.

Esos espacios no determinan la pertenencia. La grafican. Macri llegó al gimnasio de Barrio Parque cuando ya había desplegado su carrera empresaria como segundo de su padre, Franco, al amparo de las concesiones del Estado. Inés Weinberg de Roca elongó allí cuando ya tenía una carrera hecha como abogada y profesora universitaria. Nacida en Buenos Aires el 16 de diciembre de 1948, recibida en la Universidad de Buenos Aires en 1971, Weinberg de Roca es profesora de Derecho Internacional Privado desde 2001. Fue jueza de los tribunales internacionales para Ruanda y para la ex Yugoslavia antes de que Macri llegara a jefe del gobierno porteño.

Su marido, Eduardo Alejandro Roca Hunter, conocido como Eduardo Roca, se recibió en la misma facultad pero antes: 1944. Su biografía colocada en la página web del estudio de abogados Roca & Sarrabayrouse indica que fue “presidente, director y síndico de numerosas sociedades anónimas” y revela que sus cargos públicos están asociados a la ruptura de la democracia. Fue subsecretario de Justicia entre 1962 y 1963 (gobierno de facto de José María Guido), director del Banco Central de la República Argentina (1970-1971, con el dictador Juan Carlos Onganía), embajador ante la OEA (1966-1968, también con Onganía) y embajador ante la ONU (1982, con el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri). Con Onganía predicó el alineamiento activo en la Guerra Fría. A la representación en Naciones Unidas de Galtieri llegó por pedido de su amigo Nicanor Costa Méndez. Tras el desembarco militar en Malvinas en procura de la eternidad política para el régimen militar, hace ya casi 36 años, Roca fue uno de los que buscó el apoyo de su colega norteamericana Jeanne Kirkpatrick, la autora de la tesis según la cual las dictaduras latinoamericanas (autoritarias) eran mejores que los Estados gobernados por el comunismo (totalitarios). Los militares y sus socios civiles creían que haber entrenado torturadores en América Central les garantizaría el apoyo de Washington en la guerra con Londres.

Roca es socio vitalicio de otro lugar de socialización de las élites, el Jockey Club que atrajo tanto a Jorge Triaca, padre del actual ministro de Trabajo. Y fue vicepresidente del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, una poderosa ONG que reúne a miembros de los estudios corporativos y alimenta en el Gobierno no solo las políticas antisindicales y de ataque al fuero laboral: impulsa desde siempre el perdón para los criminales de lesa humanidad o la flexibilización de las condiciones de encarcelamiento.

En la Justicia ya se sabe qué significa tener perspectiva de género. Como mínimo, supone considerar no solo la legislación sino la realidad de que las mujeres, por patriarcado o subordinación histórica, parten de una situación inferior que necesita ser compensada para que haya verdadera igualdad ante la ley.

El puesto de titular de la Procuración, que sería todavía más importante si el país adoptase el sistema acusatorio y los fiscales reemplazaran a los jueces en el impulso de la investigación penal, naturalmente necesita una perspectiva de género. Pero un país de historia trágica como la Argentina –un país distinto desde 1983, afortunadamente, de la Polonia que busca establecer una verdad oficial y persigue a PáginaI12 por publicar una nota sobre la complicidad de polacos antisemitas con el Holocausto– requiere de sus funcionarios una perspectiva de derechos humanos y, más todavía, compromiso con el derecho internacional de los derechos humanos.

No hay por qué meterse en el matrimonio de la candidata ni en sus sentimientos, que son un asunto privado. El examen de Weinberg de Roca y las definiciones que ofrezca permitirán salir de las opiniones preconcebidas sobre ella. Ayudarán a saber si comparte valores con Roca, cosa que sería un problema de interés público, o si es cierto que a veces, y con todo respeto por los vínculos ajenos, el amor es ciego.

martin.granovsky@gmail.com – Página/12