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Coronavirus: ¿por qué Argentina llegó al millón de casos?

A siete meses de cuarentena, nuestro país alcanzó esa cifra y se ubicó sexta en contagios acumulados entre 150 naciones. Cómo está respecto de otros indicadores como incidencia, letalidad y mortalidad. El análisis de distintos expertos y los motivos

A siete meses del inicio de la cuarentena, los nuevos casos diarios de COVID-19 detectados siguen en aumento y el total de infectados diagnosticados en el país superó el millón. Con 1.002.662 positivos detectados según el último parte oficial del Ministerio de Salud de la Nación, Argentina va rumbo a consolidarse en el top five de contagios acumulados de una lista de 150 naciones.

Todos los consultados por Infobae coinciden en que la falta de mayor cantidad de testeos y una estrategia de búsqueda activa de contactos estrechos y casos asintomáticos están entre las principales razones por las cuales, a 230 días del primer caso local, el país atravesó esa barrera numérica que casi nadie imaginó que iba a llegar. Lo reconoció el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, el fin de semana: “Todos pensábamos que la pandemia en América iba a durar poquito”.

Sobre lo que también hay consenso es en que la cifra informada oficialmente de casos es inferior al número real. En el medio, se pasó de un inusual consenso político para enfrentar la pandemia entre el oficialismo y la principal fuerza de oposición, a un nivel creciente de cuestionamientos a la estrategia de un aislamiento prolongado, motorizados por el hartazgo social y una crisis económica que agravó la ya crítica situación que había dejado Mauricio Macri.

Lo cierto es que, desde la última semana de agosto, la curva de nuevos casos no deja de crecer en forma sostenida. El números de contagios confirmados en las últimas 24 horas fue de 12.982, ligeramente inferior al promedio diario de la última semana, que rondó los 14.000, con un récord el 15 de octubre pasado de 17.096 nuevos positivos para una sola jornada. Y si bien los recuperados suman 816.251, el 81% de total de ciudadanos a los que se les detectó el virus en el país, hay 26.716 personas que ya perdieron la vida.

Sin embargo, la distribución de los casos a nivel nacional ha cambiado. A fines de agosto, el 70% de los nuevos casos se concentraba entre CABA y la provincia de Buenos Aires; al día de hoy, el 37% de los nuevos casos se encontraban en CABA y la provincia de Buenos Aires mientras que el 63% en las provincias del interior del país.

“Creo que este número de casos no era esperable. Pero también es cierto que no se pudo prever un brote tan significativo en el interior en las últimas dos o tres semanas, cuando empezó a bajar el AMBA (Área Metropolitana). Rosario y Córdoba andaban bien y no era imaginable la situación que tienen hoy”, opinó el médico infectólogo Eduardo López.

Y si bien es cierto que el fin del invierno y la llegada de la primavera auguraba una caída en los casos por el ascenso de la temperatura, esto aún no ocurrió. “El virus pierde viabilidad después de los 27 grados, y especialmente después de los 30. Pero necesita tiempo. No basta con solo un día; al menos de 10 a 14 días que es el período de incubación. Pero es alentador que vayamos entrando hacia el verano porque, además, en esa época del año la gente está más al aire libre”, agregó este profesional del Hospital de Niños Ricardo Gutierrez.

Para Valentina Viego, docente de la Universidad Nacional de Sur e investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur, “hasta fines de julio y principios de agosto la pandemia de COVID-19 se caracterizo por brotes regionalizados. Al inicio Chaco, Tierra del Fuego, Rio Negro y CABA, luego focalizado en AMBA y Neuquén. Desde esa fecha la dinámica de contagios se federalizó a todo el país, evidenciando la pérdida de control del sistema de salud respecto de los contagios”.

“Considerando el sub-registro -problema común a varios países cuyo sistema de testeo es limitado-, el haber alcanzado el millón de casos confirmados implica que hoy quizá más del 10% de la población -en algunos territorios, como la Villa 31 de CABA, alcanza a más del 50%- se ha contagiado, proporción elevada considerando que faltan varios meses para que llegue la vacuna”, señaló esta docente e investigadora que desde hace 20 años se dedica a enseñar cómo calcular y analizar estadísticas económicas y sociales.

A partir de esta experiencia, que le ha permitido seguir y analizar desde marzo pasado los principales indicadores de COVID-19, sostuvo que “el hecho de que 30% de los denominados recuperados mantenga síntomas luego de tres meses de haberse contagiado, indica que los costos no se limitan a las muertes. Lamentablemente en Argentina desconocemos la magnitud de esta dimensión, pero el haber alcanzado el millón de contagios indica que no es despreciable”.

Federico Tiberti, investigador argentino residente en Estados Unidos que viene haciendo un seguimiento diario de la base de datos del Ministerio de Salud de la Nación, coincidió en la dificultad para conocer con exactitud la expansión de la pandemia en el país. “El millón de casos confirmados, si bien es un número redondo y altísimo que pocos países alcanzaron, es un indicador muy ruidoso de la situación, porque está cruzado por varios factores, principalmente las diferencias en definición de casos sospechosos y en la extensión del testeo -o sea cuántos de los casos reales se detectan- entre países”, sostuvo ante Infobae este candidato doctoral en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Princeton.

Jorge Aliaga, físico e investigador del Conicet que sigue el desarrollo de la pandemia desde sus inicios, estimó que en Argentina “ya deben haberse contagiado de COVID-19 entre 5 y 8 millones de personas. Las medidas de aislamiento han permitido que los casos se produzcan a una velocidad baja. La cantidad de muertos es proporcional a la cantidad de casos y la edad de los afectados. Si no se bajan los casos, no se baja la cantidad de fallecidos”.

El top ten mundial de contagios

Los otros cinco países que al día de hoy tienen más de un millón de contagios son Estados Unidos (8,3 millones), India (7,5 millones), Brasil (5,2 millones), Rusia (1,4 millones), y España (1.015.795).

Sin embargo, que Argentina se consolide finalmente entre los 5 países con más contagios dependerá del ritmo de crecimiento de nuevos casos de las naciones con similar número de confirmados, principalmente España.

Según los datos de la Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos llegó al millón el 28 de abril, 94 días después de detectar el primer caso; Brasil el 19 de junio, 114 días después; India el 17 de julio, 169 días después; y Rusia el 2 de septiembre, 214 días más tarde del primer contagio diagnosticado en ese país. España, en tanto, llegó al millón después de 261 días.

Estas cifras son meramente descriptivas, ya que estos países tienen tamaños poblacionales muy diferentes, entre otros aspectos -como restricciones en la movilización y su efectividad-, que determinan el ritmo de contagios.

La utilidad de la cuarentena

La coincidencia del cansancio de la sociedad con las medidas de confinamiento social y la crisis económica por el parate de la actividad, con el pico de casos que experimenta el país, reavivaron las críticas a la “cuarentena eterna”. Tanto desde la oposición política como desde amplios sectores de la sociedad. De hecho fue uno de los distintos reclamos de las marchas en todo el país del 12 de octubre último contra medidas adoptadas por el actual gobierno, y fue uno de los cuestionamientos que enarboló el ex presidente Macri en su reaparición pública, al afirmar que “el confinamiento le hizo mucho daño al país”.

Desde su propio espacio político, sin polemizar, salió a responderle el ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, Fernán Quirós, quien defendió las medidas adoptadas: “La cuarentena precoz salvó una catástrofe sanitaria que es muy difícil de ver porque no sucedió y no es sencillo de observar lo que hubiera ocurrido”. Según afirmó, si el gobierno porteño no hubiera adoptado esta estrategia, la Capital Federal “no hubiera tenido capacidad de atender de manera digna, humana y correcta” a las personas que contrajeron la enfermedad.

Un integrante del Gabinete de Fernández, en diálogo con Infobae, consideró que “el desgaste y el agotamiento se dio en todo el mundo”, pero destacó que con la prolongación del aislamiento social preventivo “se logró aplanar la curva”. “La situación no se desmadró nunca, ni se perdió el control ni la conducción de la crisis. Lo demuestran las marchas del 12 y 17 de octubreAhora necesitamos un gran esfuerzo individual y personal para llegar a la vacuna el año próximo”, analizó.

Para el académico Aliaga, “ese cansancio fue tomado por la oposición, en conjunto con posiciones negacionistas, lo que debilitó el margen de los gobiernos nacional y locales para tomar medidas que bajaran los casos”. En la visión de este ex decano de la Universidad de Buenos Aires (UBA), “el aislamiento selectivo, que no es una cuarentena, en especial en el AMBA, ha permitido que no se infectara una gran proporción de los mayores de 60 años que son los que presentan mayor mortalidad. Pero el contagio extendido de jóvenes siempre afecta a algunos mayores. Y además un porcentaje de los menores de 60 también presentan cuadros que demandan internaciones. Por eso tenemos muchísimos fallecidos”.

López, integrante del equipo de expertos que asesora al presidente Alberto Fernández sobre estrategias para enfrentar el coronavirus, consideró que “las primeras dos o tres cuarentenas eran imprescindibles para equipar el sistema de salud. Faltaban respiradores, faltaban test, y personal médico capacitado para hacer frente al nuevo virus. Hay que recordar que el único que tuvo los test al principio fue el Malbrán y que venían del exterior. Después hubo muchos más laboratorios. Se necesita de un equipo sofisticado, de más gente y de reactivos para hacer el análisis conocido como PCR”.

Este médico infectólogo también señaló la necesidad de “aprender” sobre la pandemia. “Esas primera cuarentenas eran imprescindibles para ver cómo actuaba el virus con los brotes en España e Italia. Si bien se comentaba que iban a acabarse las camas de terapia, finalmente no ocurrió. Si algo se hizo bien es equipar el sistema de salud y hubo una fenomenal tarea de equipos de terapia. Después hubo cuarentenas posteriores que fueron imperfectas y poco fructíferas porque la gente no las fue cumpliendo, sin el suficiente testo y rastreo de casos”.

En la misma línea, el funcionario de primera línea del Gobierno consultado por Infobae afirmó que gracias a las medidas de aislamiento “el sistema nunca colapsó” porque “hubo capacidad de reacción, especialmente, de los intendentes en el Conurbano, que salieron a ponerle el cuerpo”. Y recordó el caso del Municipio de San Martín que “hace 45-60 días tuvo el 99% de camas ocupadas y debió salir a alquilar una clínica”.

Con otra mirada más crítica, Viego sostuvo que “la preparación del sistema de salud de Argentina fue muy rudimentaria, se limitó a adquirir camas (y sólo en algunas regiones) y generalizar el uso de elementos de protección entre los profesionales del sistema sanitario. No se preparó suficientemente el sistema previo a la hospitalización, que se concentra en el diagnóstico. Ello implica la formación de equipos de rastreo, de testeo y de fiscalización del aislamiento. Por ejemplo, fueron aprobados varios test rápidos de desarrollo nacional que sustituirán importaciones, pero su uso es todavía acotado y no ha conseguido expandir sustancialmente la cantidad de personas testeadas”.

Esta docente e investigadora también advirtió que “el aislamiento de los pacientes no fue eficaz en muchos casos. En algunas jurisdicciones los positivos fueron aislados fuera del hogar (hoteles), pero en la gran mayoría el aislamiento se cumplió dentro de la vivienda sin más asistencia que la llamada telefónica de un operador, propagando el contagio al resto de la familia”.

También consideró que las restricciones a la circulación solo fueron efectivas hasta abril-mayo. “Desde entonces la progresiva habilitación de actividades fomenta directa o indirectamente un mayor relajamiento de la población en general y/o de los lugares de trabajo. No hay elementos para asegurar que la propagación ocurrió en lugares de trabajo, pero el solo hecho de habilitar esas actividades sin al mismo tiempo implementar fiscalizaciones -como revisión de ventilación y salidas-, colaboró con un clima generalizado de relajamiento”. En paralelo, observó que hubo “fallas de control” ya que “en varias jurisdicciones en las, que debido a la cantidad de contagios, debieron restringir más la circulación (retroceso de fase), las restricciones no sólo no fueron cumplidas, sino que el gobierno no adoptó ningún tipo de sanción para los incumplimientos”.

Pocos testeos

La cifra de un millón de contagios acumulados en el país impacta por su dimensión, pero no refleja con exactitud la cantidad de personas que efectivamente contrajeron el virus. “Hay que tener en cuenta que los casos reales son en verdad muchos más, en todos lados, pero especialmente en Argentina que tiene una de las tasas de positividad de los tests más altas del mundo”, señaló Tiberti. Este indicador está relacionado con la cantidad de análisis que se realizan para detectar la enfermedad en la población.

Argentina es uno de los países del mundo que menos test por millón de habitantes ha realizado desde el inicio de la pandemia. Se ubica en la posición 74 en una lista de 140 países sobre los cuales hay datos para este indicador. Mientras que nuestro país tiene apenas 57.880 test por millón de habitantes, Dinamarca tiene 793.912 e Israel 459.520. Barein, un país que abarca más de 30 islas en el golfo Pérsico, testeó al 55% de su población: casi un millón de test sobre una población de 1,7 millones.

A la fecha, en el país, se llevan realizados 2.626.406 test, lo cual representa el 5% de la población. Esto hace que la tasa de positividad sea de las más altas del mundo64% en promedio para los últimos 7 días, y del 44 % si se consideran los totales acumulados. Esto significa que en la última semana, de cada 100 test que se hicieron, al menos 6 dieron positivo.

“No está detectando a los individuos convivientes estrechos y familiares. Si se hiciera, el número de casos sería más alto. Solo se testa a los que tienen síntomas. No se detectan a los pre-sintomáticos (que ya están contagiados pero aún no manifestaron los síntomas que pueden tardar 24-48 horas en manifestarse, ni los asintomáticos. Según datos de la OMS, representan entre el 30 y el 40%. Si se hiciera, bajaría el índice de positividad”, advirtió a su vez López. Con un testeo mayor, además de que la tasa de positividad bajaría, se podría aislar a los positivos para evitar más contagios.

En CABA, donde la curva de nuevos contagios está bajando lentamente, llevan realizados 634.000 test, lo que equivale a 206.000 test por millón de habitantes, una cifra que cuadriplica a la media nacional.

¿Por qué no se testea más?, preguntó Infobae. “Hay que tener disponibilidad de test, de más personal que vaya a testear, y la logística de laboratorio para poder hacerlo. Con que falte una de estas tres condiciones, ya no se puede llevar adelante un mayor testeo”, analizó López.

Por otro lado, la estrategia y definición de “caso” por parte del Ministerio de Salud fue variando con el tiempo. “Fuimos muy exigentes al inicio al fijar los síntomas requeridos para testear porque no se conocían bien las características de la enfermedad. Fue una lección aprendida. El olfato y la pérdida del gusto, al principio no estaban. Se decía que los individuos siempre tenían fiebre, y con el avance de la pandemia se detectó que solo 50% tiene fiebre. Hubo al comienzo definiciones muy estrictas pero poco sensibles”, agregó este médico infectólogo.

“Creo que el problema fue que la estrategia de ampliar los test y el rastreo se implementó tardíamente y no de forma permanente e intensa. Al principio solo se hizo en algunos distritos. El gobierno se dio cuenta y, por eso, ahora dispuso 10 millones de pesos para ampliar el plan Detectar”, agregó este especialista.

En la falta de mayores testeos, rastreos y aislamientos de contactos estrechos a tiempo coinciden casi todos los consultados como las principales razones por las que no se pudo bajar la cantidad de casos. “En parte porque se insistió en actuar sobre casos sintomáticos, dejando en la práctica que los asintomáticos contagien libremente. Para evitar esto se debió hacer un rastreo y aislamiento preventivo, que no requiere hacer testeos sino una estrategia adecuada. Algunos errores de la Organización Mundial de la Salud (OMS), como no recomendar el uso de barbijos, no contemplar la posibilidad de contagio por aerosoles en lugares cerrados, o la indicación de la realización de testeos masivos sin estrategia fueron contraproducentes”, observó por su parte Aliaga.

Contagios y muertos por habitantes

¿Qué significa haber llegado al millón de contagios? Los números absolutos, en sí mismos, no dicen demasiado ya que dependen del tamaño poblacional. Por ejemplo, que Argentina tenga más casos que Francia requiere poner los números en un contexto. El país galo tiene una población que es un 45% más grande que la nuestra. Algo parecido sucede en el Reino Unido.

Por eso, mucho más relevante que el número acumulado resulta analizar la incidencia, que ubica a Argentina por encima de cualquier país europeo, en la posición 11 sobre la lista de 150 países, con 2.209 casos por cada 100.000 habitantes. Ese valor solo es superado por Panamá (3.000); Perú, Chile, Brasil y Estados Unidos que tienen entre 2.400 y 2.700 casos sobre la misma base poblacional.

Ahora, si miramos la relación entre muertos y contagios, la posición de Argentina es más ventajosa: ocupa el lugar 52. Su tasa de letalidad es de alrededor de 3, lo que significa que fallece este número de personas de cada 100 declaradas positivas. En México mueren 10; en Italia 9; en Reino Unido y Suecia 6; y en Perú y Francia se producen 4 decesos por cada 100 infectados detectados.

Con este indicador para Argentina podría decirse que hasta ahora, el sistema sanitario respondió bien. Pero es solo una parte del análisis, ya que pierden la vida aquellos que no reciben atención adecuada, pero también quienes son adultos mayores o tienen enfermedades prevalentes.

Algo similar ocurre cuando se analiza la tasa de mortalidad, que es la cantidad de muertos por millón de habitantes. Aquí Argentina asciende a la posición 13 sobre la misma lista de países, con 589 fallecidos sobre esa base poblacional. Suecia tiene un indicador bastante parecido (578) y los peores los registran Perú (1.055) y Bélgica (909), en una lista de 150 países que tienen más de un millón de habitantes. Le siguen en mayor mortalidad Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, España, México, Estados Unidos, Reino Unido, Panamá e Italia. Recién después se ubica Argentina.

En las últimas semanas circularon por Internet cálculos de mortalidad diaria, o sea la cantidad de muertos por día con relación al millón de habitantes. Pero se trata de un indicador efímero, que varía cada 24 horas. Además, para el caso de Argentina, es muy impreciso debido a que los muertos que se reportan diariamente no se corresponden con los que efectivamente fallecieron ese día.

Por poner un ejemplo, de los 451 muertos reportados en el último parte oficial, solo 34 murieron efectivamente en la jornada.

“En realidad, la mayoría de las muertes no son del día. Aunque las demoras de registro bajaron desde que Provincia de Buenos Aires hizo la actualización de 4.500 muertes. Pero sirve para analizar el ritmo al que está aumentando la cantidad de fallecimientos acumulados. En ese sentido, es un indicador que muestra que en Argentina esa cantidad está creciendo más rápido que en cualquier otro país, de modo que a este ritmo vamos en camino a acercarnos o superar a los países con más muertes por millón de habitantes, como Brasil, Chile, Italia o España”, advirtió Tiberti.

Tampoco hay que dejar de considerar que al comparar países, Argentina está atravesando la primera ola, cuando en Europa ya van por la segunda. En este punto de la pandemia, hay una tentación bastante grande de observar el crecimiento de los casos como si fuera una race horse (en inglés, carrera de caballos). Este término se aplica en estadística inferencial cuando se analizan encuestas electorales, y es lo que se desaconseja ya que la mirada es limitada y además, por el impacto que tiene en la población. Un número puede representar mucho o poco, depende de con qué se lo compare. Las bases de la comparación deben ser las mismas y la poblacional es una de ellas. Pero hay otras que son más complejas de medir, como la fortaleza del sistema sanitario, muy en especial porque depende del factor humano.