Chubut Para Todos

Convulsión chilena

Las protestas en Chile dejaron como saldo 11 muertos y miles de detenidos. Las cuentas pendientes de un país que fue puesto como ejemplo.

Hace un mes, Perú, durante las últimas semanas Ecuador y ahora la convulsión se trasladó a Chile a través de cientos de miles de personas que decidieron mostrarse disconformes ante la desigualdad.

La chispa que desató el incendio fue el aumento del boleto del metro pero los reclamos trascendieron hasta llegar a cuestiones estructurales como salud, educación o el sistema previsional.

Mucho se dijo en estos días que la crisis terminaba con el mito de Chile como país modelo del liberalismo, pues, lo que emerge de la situación es la falta de acceso a servicios públicos esenciales. Esa línea sirve para la chicana pero no para entender lo que sucede.

Corea del Norte del capitalismo

En un contexto de crecimiento mundial de 3 por ciento y frente a una región que este año afrontará una contracción, según datos de la Cepal, el país transandino estima terminar el 2019 con un crecimiento de 2,5 por ciento. La pobreza bajó de 40 a 8 por ciento en los últimos 30 años y el salario en dólares alterna el primer puesto con Uruguay en Sudamérica.

Por otro parte, el modelo neoliberal que se puso en marcha a partir de la dictadura de Augusto Pinochet tuvo como característica, además de la represión, violación de Derechos Humanos y desaparición forzada de personas, una brutal apertura de la economía pero con el cobre como principal commoditie regulado por el Estado. En efecto, un modelo rentista, concentrado y cuyas exportaciones giran en torno al cobre que ha dado resultados positivos aumentar de manera exponencial el PBI per cápita en 25 años.

Esto combinado con la institucionalización del libre comercio como política de estado permitió conocer al Chile con desarrollo y estabilidad que tenemos actualmente y que fue definido de manera irónica pero atinada por el político, intelectual y fundador del Grupo de Puebla, Marco Enriquez Ominami, como la “Corea del Norte del capitalismo”.

Sin ser una experiencia trasladable, el modelo económico chileno ha sido exitoso en términos macroeconómicos. Sin embargo, como sabemos, crecimiento macro no es sinónimo de igualdad.

Problemas estructurales

En este contexto, el fondo de los argumentos de las protestas que se están viendo están vinculadas con las enormes dificultades de los sectores medios y bajos que para acceder a servicios públicos como educación, salud y jubilaciones tiene que comenzar un interminable proceso de endeudamiento.

Por ejemplo, el Colectivo No más AFP viene organizando masivas movilizaciones en contra del Sistema de jubilaciones y pensiones privadas. Las AFP (conocida por nosotros como AFJP) es un sistema de capitalización en cuentas individuales en el que los trabajadores formales con contrato reciben descuentos del 10 por ciento de su salario mensualmente que va a una “alcancía” personal que luego se capitaliza, es decir, se somete a la especulación financiera, se invierte y reproduce con el objetivo de que los hombres de 65 y las mujeres de 60 programen su jubilación en función de su esperanza de vida.

Esto significa que aquellas personas que trabajaron sin aportes o tuvieron lagunas en cuanto al empleo y no cotizaron, tendrán al fin de su vida un ahorro mucho menor. Los propietarios, los cotizantes y futuros pensionados, no tienen derecho a uso ni goce de ese monto nunca, sin importar el ahorro conseguido. Un gran negocio para los bancos, una estada para la sociedad.

Chile es el único país de Latinoamérica con sistema de jubilación privado, ya que, México, Colombia y Perú cuentan con sistemas mixtos. Kosovo, Rumania, Islas Feroe, Kazajistán, Hong Kong y Nigeria completan la lista.

“Nuestra previsión en manos de quienes saben” decía la publicidad de Basander AFP en la década del 80 cuando el pinochetismo impulsaba este sistema intentando convencer que las jubilaciones en manos de “inversores serios” era lo mejor para el porvenir de la población.

En el mismo plano se inscribe las quejas sobre el sistema educativo privado en donde el sistema de copago, entre otras directrices de privatización, terminó estratificando completamente el sistema escolar, generó graves problemas de desigualdad y provocaron masivas movilizaciones de los movimientos estudiantiles. “Alguien lo tiene que pagar”, respondió el ex presidente Sebastián Piñera cuando centenares de miles de estudiantes se movilizaban reclamando un acceso más igualitario al sistema educativo durante su primera presidencia.

El presidente Piñera no tuvo la cintura para lidiar con la situación y prefirió el uso de la retórica bélica, la militarización de las calles y aplicó el toque de queda por primera vez en democracia. El saldo: 11 muertos y 1500 detenidos.

Por último, es importante soslayar que el enojo de la sociedad es con el conjunto del sistema político e implica enormes desafíos para las fuerzas progresistas que no han podido avanzar mas allá de las buenas intenciones.

Las elecciones suelen mostrar niveles de participación por debajo del 40 por ciento debido a un profundo escepticismo de la sociedad. Esto torna más incierto la posibilidad de que algún sector capitalice la crisis y amplía la gama de actores desde la izquierda hasta el ultraderechista, José Antonio Kast. Las rebeliones populares no siempre terminan con revolucionarios.

La realidad chilena impone la creación de un nuevo acuerdo social que rediseñe los enfoques de las fuerzas políticas e incorpore las nuevas demandas que, por el momento, se cristalizan con furia en las calles. De esta manera, el quinto día de protestas demuestra que ese oasis de estabilidad en el medio de una región convulsionada se terminó convirtiendo en un espejismo.

Por Augusto Taglioni – 0223