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Claudio Villarruel: “La televisión abierta bajó el 30% de su audiencia”

El productor televisivo habla de dos modelos de país en tensión, el que mira al “puerto y a la corona” y el “del interior profundo que proclama más soberanía”. Crítico del macrismo, dice que la desaparición de Santiago Maldonado está “inserto en una lógica posible a partir de la decisión del Gobierno de empoderar a los aparatos coercitivos del Estado”.

Yo llegué a la televisión buscando a un papá porque mi viejo no estaba nunca en mi casa”, así recuerda Claudio Villarruel el productor, sociólogo y hoy conductor junto a Bernarda Llorente del programa radial Detrás de lo que vemos, que va de lunes a viernes por la AM750, aquellos días en que Sergio Villarruel, su padre, era el director de noticias del viejo Canal 13.

A los 7 años, corría por los pasillos del canal y a los 15 salía del colegio, se tomaba el subte y llegaba a los estudios. Comía con los productores, se entrometía en las reuniones, por eso, a diferencia de muchos, él se inició conociendo el palpitar de los grandes tanques mediáticos y se bajó para desandar el llano.

“Me desteté de mi viejo con Imagen de Radio, el programa de Juan Alberto Badía, cuando nos fuimos al Canal 7, fue en la primavera de la democracia”. Luego de casi diez años de hacer Videomatch, junto a Marcelo Tinelli, produjo series exitosas por Telefé y llevó adelante el proyecto 360TV. Tantos años le enseñaron dos cosas fundamentales para sobrevivir en los medios: que “el sillón donde uno está sentado no tiene nombre”, eso se lo enseñó su padre, y que en la televisión “no existen la noción de los días ni las horas”. Por eso decidió, entre otras cosas, desensillar hasta que aclare.

¿Hay vida después de la TV?

-Hay otra vida, pero además, lo que nos pasó con Bernarda (Llorente) es que después de hacer productos como Televisión por la Identidad, Montecristo, Resistiré o Vidas robadas, la vara para elegir de qué manera continuar ya no era la misma, porque te atraviesan cosas que antes no tenías. A partir de puestas donde elegimos abordar una temática que tenía que ver con nuestra identidad, para lo cual nos apoyamos mucho en las abuelas y Estela de Carlotto, saber que eso colaboró para restituir la identidad de una persona, te pega tan fuerte en el corazón que uno no sabe qué hacer después. Y lo hicimos desde un canal privado, lo que tiene otra lectura para entender cuál era el desafío en ese momento.

Adrián Suar dijo que “las cosas importantes siguen pasando en la pantalla abierta”. ¿Coincidís?

-La televisión abierta bajó el 30% de su audiencia, el público que la sigue viendo es de un target de 50 años para arriba, si ves sus contenidos hoy un pibe no la puede ver. El punto es que el dinero que antes se destinaba exclusivamente para la televisión hoy se diversificó, se fue a otras plataformas, que a lo mejor con menos audiencia ofrecen otras expectativas. Hoy, esa coyuntura la ahoga en sus propuestas, se homogeniza el producto y la hace más volátil, pero también todo eso hace más lenta su transformación y prolonga su vida. En cable, la audiencia está más fidelizada y se pueden experimentar otras cosas.

¿Las redes sociales abrieron una grieta en los medios convencionales?

-La grieta comunicacional, obvio que existe, las grandes empresas mundiales ya no ven a la televisión abierta como el único medio importante, es un eslabón más de algo que se viene pensando que es la transmisión por streaming, el impacto de Netflix, los últimos premios Emmy que se entregaron, en un 70%, fueron para las programaciones en este formato. Pero como te decía de la fidelidad de los mayores de 50 a la televisión abierta, hoy los jóvenes se informan de otra manera (el 74% de los argentinos mira contenidos online, según Business Bureau) ahí sí, por Twitter, Facebook, Instagram, la batalla que se libra con el pensamiento único es más cuerpo a cuerpo.

¿Cómo ves el rumbo de la economía?

-Te la explico desde el lugar que conozco. Nadie hubiera pensado que en los Prime Time de los canales de televisión haya latas compradas que salen 3000 dólares, cuando antes hacíamos tres producciones donde cada capítulo salía 60.000 dólares e invertíamos en contenidos originales con la idea de venderlos al exterior. Así colocamos a Montecristo en México, Colombia, Chile, Rusia, en los países árabes, generando ingresos con valor agregado pero, además, mostrando una realidad de nuestro país. Pero ahora no se piensa así.

¿Se equivocó el gobierno de Cristina Kirchner al ver al grupo Clarín como un enemigo?

-No lo sé, eso entra dentro de las especulaciones políticas, pero esto de la grieta que irrumpió como un manifiesto de estos tiempos, en verdad existió siempre. Acá hubo dos modelos de país, uno mirando hacia el puerto y la corona, y el otro al interior profundo y que proclama más soberanía. A eso hay que agregarle una Argentina donde la escuela pública niveladora e igualitaria, y la escuela privada con otras aspiraciones comenzaron a ir por caminos separados. Y es esa armonía entre uno y otro sector que forjó una clase media con movilidad ascendente, la que ahora está en crisis.

¿Qué impacto puede tener para el Gobierno que no sepamos qué pasó con Santiago Maldonado?

-El tema de la desaparición de Santiago está inserto en una lógica posible a partir de la decisión del Gobierno de empoderar a los aparatos coercitivos del Estado y cuando el modelo de sociedad que se quiere implementar es el de vigilar y castigar, eso no baja disociado de la represión. Esto está encapsulado en una idea a nivel global de la democracia burguesa que termina siendo una variable más del poder económico. A mí lo que me preocupa es la reacción social frente a esto, y la expectativa positiva la tengo en los jóvenes, en que ellos no entren en esta confusión actual donde lo individual esté por encima del interés colectivo.

Por Andrés Asato – Cronista