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Centro Gallego: una historia oscura que involucra a un embajador argentino

La institución que nuclea a la inmensa colectividad gallega argentina arrastra una crisis desde hace años. Socios desde hace más de medio siglo, ahora ancianos, dicen que están abandonados: les cortan medicación oncológica, se suspenden cirugías, faltan médicos e insumos y hay servicios cerrados.

“Ni bien bajaban del barco, los gallegos iban directo a asociarse a la mutual“, evoca un socio. “En mi casa podía faltar el pan, pero lo primero que se pagaba era la cuota”, recuerda otra. “Yo nací allí, y mis padres murieron en ese lugar”, sostiene un tercer afiliado. “Era el summum, una institución señera de la que todos los gallegos estábamos orgullosos“.  “Lo mejor que había en Buenos Aires”. Los testimonios que se recogen dentro de la colectividad sobre la importancia del Centro Gallego, motor y corazón de la comunidad, le hacen honor al siglo de existencia de la institución, probablemente -dicen algunos dirigentes- la más importante creada fuera de Galicia.

El Centro, ubicado en un enorme edificio sobre la avenida Belgrano al 2100, fue fundado en 1907 y  llegó a tener cerca de 120 mil socios. “Era un verdadero país. Los empleados aún hoy le seguimos diciendo la casa”, recuerda Elena Reta , técnica en hemoterapia que a pesar de haberse recibido de abogada sigue trabajando allí desde sus veinte años.”Había colchoneros, tapiceros, herreros, carpinteros. Todo lo que se consumía se fabricaba allí. Los medicamentos se producían en un laboratorio y se repartían gratis a los asociados. ‘Todo por la cuota’, era el lema”.

Esa época de oro quedó en el  pasado. Ahora los socios ancianos tienen que recurrir al PAMI porque no pueden confiar ni siquiera en la provisión de medicamentos. Escasean los médicos y, por momentos, hasta los insumos más básicos, como las gasas o placas para rayos x.

El abandono de los mayores

Ángela Calvo es socia del Centro Gallego hace 40 años. Su marido, Luis Sanles Nicuesa, hace 74. Ese lazo con la institución no alcanzó. Cuando Luis  necesitó medicación después de una intervención de cáncer de próstata, se la denegaron. “Mandaron a auditar la historia clínica y después de unos días de incertidumbre, en un correo electrónico sin firma, se nos  informó que no iban a cubrir el tratamiento“, lamenta Ángela. “Después de ser socios toda una vida, el sentimiento es muy triste. Y conozco a muchos otros socios a quienes les está pasando lo mismo, no saben a quién recurrir. Antes, llegaba de Galicia gente hasta sin saber leer ni escribir, sin trabajo, y le cubrían todo”, agrega.

“Una afiliada de 97 años se cayó y se fisuró la pelvis. Debe tener por lo menos 80 años de socia. La trajeron a la guardia en remise.Tendría que tratarse en su casa, pero no le cubren la atención domiciliaria“, acusa Elena.

ARCHIVO 21/01/2016. Empleados del Centro Gallego cortaron el tránsito en Belgrano y Pasco.

Según Osvaldo Méndez, afiliado y preocupado por el presente y el futuro de la institución, el centro “es la expresión máxima de lasolidaridad comunitaria”. Sin embargo, cuenta cómo vivió de cerca el deterioro: “Hoy atraviesa su etapa más crítica. He tenido que sufrir en carne propia el mal trago de que a mi prima, con una enfermedad terminal, la despojaran de la posibilidad concreta de seguir recibiendo tratamiento oncológico. No recibió las drogas y nadie le explicó por qué”.” Lamentablemente murió, y nos quedó siempreesa amarga sensación del abandono, que no podemos justificar y que incluso entra dentro del terreno de la ilegalidad“, se queja.

Amparo Díaz, de casi 80 años, espera que en estos días su hermana, una afiliada que tuvo cáncer y se atendió en el Centro, llegue desde Río Negro para hacerse un chequeo general. “Espero que le den la medicación, hasta ahora no ha tenido problemas, no se hasta cuándo. Pero al médico que la atendía, al jefe, lo echaron”.  Amparo paga religiosamente su cuota de 2800 pesos mensuales y anticipa un aumento en marzo, pero se atiende en otra obra social, “porque de muchas especialidades no hay más médicos“, dice.

Trabajar desespera

Mariana Krogslund es enfermera y tiene signos de cansancio en la cara después de una larga noche de trabajo en la sede de la avenida Belgrano. “Lo que agota es la situación, que es deplorable. La mayoría de los servicios están cerrados, hay muchas camas vacías. No hubo cardiólogo durante mucho tiempo. No hay médicos. Si llega a haber una emergencia tenés que llamar a la dirección médica y ellos convocan a un profesional, que puede tardar dos horas en aparecer. Vos tenés que estirar, no sabés qué decirle al paciente. Es desesperante”, sostiene.

La limpieza, a pesar de que no falta el personal, deja mucho que desear. “El otro día apareció un alacrán metiéndose en mi bolso. Si hay alacranes, es porque hay cucarachas. Y no es el único, resulta que todos habían visto alguno en otro sector.  No hay insumos, no es justo para el afiliado, una quiere brindarse, pero se siente superada. A veces hay compañeras que tienen que atender 16 pacientes”, lamenta.

Ivo Malach es neurólogo y fue director médico del Centro Gallego durante varios años. Entró en 1978 para completar su residencia. “En ese momento,se pagaban salarios a prestigiosos jefes de servicio de hospitales públicos que venían satisfechos a trabajar. Eminencias. Y eso no solamente beneficiaba a la institución por su solidez profesional,  se daban prestaciones de calidad médica, y humana también”, evoca.

HISTÓRICO. Centro Gallego en la década del ’30

Una lectura de los listados del plantel profesional de aquella época sorprende. Pasaron por los consultorios de la calle Belgrano el doctor Pérez Acebo, Manuel Padorno, jefe de uno de los tres planteles de cirugía general que supo tener el Centro, el gastroenterólogo Marcos Meeroff, el doctor Gatti, especialista en parasitología, autor de libros de la disciplina.

“Hoy hay problemas en reumatología, traumatología, no hay gastroenterólogo, en obstetricia faltaban médicos y lo resolvieron contratando profesionales para hacer guardia. La guardia externa está en crisis. Por falta de pagos, los médicos no se presentan a trabajar. Despidieron al jefe de Oncología, un hombre con gran trayectoria al que maltrataron”, señala Malach. Las enfermeras dicen que el actual director médico se hace cargo, como puede, de los enfermos internados en el quinto piso. Allí, el fallecimiento de un paciente de apellido Juárez motivó recientemente una denuncia por abandono de persona por parte de sus familiares. No hay cirugía de tórax,  las biopsias no se realizan con marcadores tumorales por deudas con los proveedores y las tomografías computadas se entregan sin informe, por lo que algunos médicos no pueden interpretarlas.

El último servicio que cerró fue la Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica, todos fueron testigos de su lenta agonía. “Sólo una pacientela mantenía abierta, porque no admitían más. Era una pacientita crónica, que conocíamos todos, Katrina. Como su papá se quedó sin trabajo y por lo tanto sin obra social, la trasladaron a un hospital público y entonces  aprovecharon para cerrar la Unidad”, recuerda Elena, que lo vivió como el principio de un duelo.

Recorrer el Centro es como atravesar un hospital fantasma: largos pasillos con habitaciones desiertas, inutilizadas, con cientos de camas desocupadas.

Por Miriam Lewin – TN