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Bruno Stagnaro: “En la televisión argentina se subestima la escritura”

Riñas, piratas del asfalto y la influencia tardía de ‘Mad Men’. El director de ‘Okupas’ habla de su regreso a la televisión con el policial ‘Un gallo para Esculapio’

En el Camino de Cintura, Esculapio -capanga en decadencia interpretado por Luis Brandoni- tiene su aguantadero. Hasta ahí llega Nelson (Peter Lanzani), que viene de la selva con un gallo de riña para su hermano Roque, al que no encuentra. En la búsqueda habrá muerte y romance. Sobre esa base Bruno Stagnaro -director de Okupas y Pizza, birra, faso– despliega la trama de Un gallo para Esculapio, una miniserie policial ambientada en el conurbano bonaerense, con un elenco que incluye también a Luis Luque, Julieta Ortega, Ariel Staltari y Eleonora Wexler.

Un gallo para Esculapio marca el regreso de Stagnaro a la televisión abierta, luego de cultivar durante años un perfil de realizador casi antropológico para Canal Encuentro. De este nuevo giro a la ficción, cuenta, “lo primero que surgió fue el nombre”. “Era el nombre del bar donde escribía el proyecto que seguía a Okupas“, recuerda sobre el local de Palermo Viejo que tuvo sus días de fama a fines de los 90 y comienzos de los 2000. “Y se refiere a la última cena de Sócrates. Casi como un juego, pensé armar una historia a partir del nombre. Así llegué al mundo de las riñas de gallos, y me sorprendió.”

Con la tragedia griega como trasfondo filosófico, Stagnaro apuesta al policial urbano y adrenalínico. Producida por Underground y TNT junto a Boga Bogagna -la productora de Stagnaro- y el INCAA, la miniserie estará en pantallas a partir del próximo 15 de agosto, por TNT, Telefe y Cablevisión Flow. Un panorama impensado cuando en los 90 este director reinventó, junto con Adrián Caetano (codirector de Pizza, birra, faso), el realismo de la Argentina de las crisis. Un logro que no fue parte de un plan. “No tengo segundas intenciones”, dice Stagnaro. “Me importa contar historias y encontrar cierta ética en la trama, cierta lealtad a los personajes, que no significa estar de acuerdo con ellos. Por ejemplo en esta serie son piratas del asfalto o se dedican a la riña de gallos. No suscribo a ninguna de las dos actividades, pero no las juzgo ni las condeno.”

¿Recibiste críticas por enfocarte en las riñas de gallos?

Sí, y me parece discutible que mucha gente critique el solo hecho de hacer una serie referida a eso, pero no critican series sobre asesinos. Es raro. Más allá del maltrato animal, que existe, es muy compleja la modernidad y su doble discurso permanente. Al investigar ese mundo veía que los chabones que se dedican a las riñas ponen en eso un compromiso enorme que remite a otras pasiones humanas. Habla de trascendencia, de esquivarle un poco el bulto al vacío existencial, y eso lo respeto.

¿Cómo fue la investigación de campo?

El mundo de las riñas es enclaustrado y paranoico, más que el de los piratas del asfalto. En la primera riña creyeron que éramos canas encubiertos, una situación medio tensa: “Che ¿ustedes de qué van? ¿No serán cobanis?”. En Termas (Río Hondo, Santiago del Estero), la plaza más importante, nos dejaron merodear pero no entrar, nos invitaban a retirarnos. Costó bastante.

¿Cómo describirías el trasfondo de la serie más allá del policial?

Una historia de autodescubrimiento, la de un tipo que emprende la búsqueda de su hermano y encuentra cosas de sí mismo que lo transforman. Y Chelo Esculapio, una especie de capomafia en recorrido descendente. Se produce el cruce: uno hacia arriba y el otro bajando. Entre ellos surge una amistad, impensada, la historia tarda en llegar a eso, pero termina siendo importante.

Acá también sos el coproductor de la serie. ¿Te hubieras involucrado igual si sólo eras el director?

No. Porque en Okupas no fui socio pero Ideas del Sur nos dio libertad total. Después no encontré la manera de concretar proyectos en coproducción, no me llevo bien con las estructuras. Hice Impostores y fue un padecer. Me puse como condición para volver a hacer ficción tener al menos un pie de igualdad en la toma de decisiones. Eso explica lo poco que filmé después, y bueno, todo no se puede. Es muy difícil producir TV hoy en día. Sebastián (Ortega) fue muy generoso y estando en su mejor momento se adaptó a este esquema.

¿Qué te gusta ver en televisión?

Tele de aire, hace años que no veo. Lo último que vi es Capusotto, en otro registro de ficción, y Canal Encuentro. Ultimamente vi series, Mad Men, Breaking Bad, The Walking Dead. Mad Men fue muy tardíamente formadora, siendo una tele inaccesible y fuera de escala para lo que es la nuestra, me admira ese grado de inteligencia y síntesis. Breaking Bad es efectista. Mad Men es más adulta, menos ansiosa, se toma otros tiempos. Imagino mucha formación en los tipos que escriben. Es una de las falencias en la tele de acá, se subestima la escritura como si fuera algo menor respecto a las demás decisiones y es exactamente al revés.

¿Cómo vivís este regreso al medio, la cuestión de las expectativas?

Trato de no engancharme porque eso ya me detuvo demasiado tiempo. Con Impostores no me fue bien y el compromiso que tuve fue igual que con Okupas. Sé que no depende del amor con que uno haga estas cosas.

¿Seguís haciendo música?

Sí, en forma amateur.

¿Y qué más hacés además de trabajar?

Algo fundamental para mí ahora, para escribir, es correr. Empecé por cuestiones de salud al mismo tiempo que empecé a escribir esto y me di cuenta que las dos actividades se retroalimentan. Empecé corriendo un kilómetros y termine corriendo 10. Un día sí, otro no… Y cuando escribía y tenía un alto grado de confusión, en la corrida me bajaba el orden. Eso me gusta.

Por Patricia Chaina – Rolling Stone

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Bruno Stagnaro le da indicaciones a Luis Brandoni y Luis Luque en el medio del rodaje de Un gallo para Esculapio. Foto: Gentileza TNT