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Angela Merkel no logra formar gobierno: las claves para entender el escenario político

Los liberales, uno de los posibles socios para una futura coalición, se bajaron anoche de las negociaciones. Podrían convocarse nuevas elecciones.

 Tras semanas de negociaciones, Angela Merkel fracasó en su intento de formar nuevo gobierno. Como consecuencia, Alemania se encuentra sumergida en la crisis política más profunda que conoció el país desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Pero la onda expansiva de ese fenómeno sin precedente también ha conseguido paralizar a Europa.

El fracaso de las negociaciones con los liberales y los verdes para formar gobierno tripartito con la democracia cristiana y la negativa del Partido Socialdemócrata (SPD) a recrear una nueva Grosse Koalition (gran coalición) colocaron al país al borde de nuevas elecciones.

Pero ese escenario, inédito en los 68 años de la posguerra, no parece atemorizar a la canciller, que ayer se proclamó dispuesta a enfrentar un nuevo desafío en las urnas.

“Nuevas elecciones serían una alternativa mejor que un gobierno en minoría”, repitió en dos entrevistas por televisión, apenas 58 días después de las legislativas del 24 de septiembre.

Para tratar de salir de esa encrucijada, el presidente socialdemócrata Franz Walter Steinmeier apeló a los líderes partidarios para realizar un gesto de patriotismo.

Sobre los 179 temas en discusión que aplicarían los miembros de la coalición en los próximos cuatro años, hubo dos -en particular- que irritaron la sensibilidad del líder liberal Christian Lindner y de los dirigentes de la Unión Social Cristiana (CSU), la rama bávara de derecha que integra la alianza democristiana con la CDU de Angela Merkel: la generosa política del gobierno aplicada con los refugiados y el calendario para abandonar el carbón en la producción de energía.

Christian Lindner se negó a adoptar un cronograma preciso para terminar con el carbón en la producción de energía, como reclamaban los ecologistas del Partido Verde.

Las conversaciones “no permitieron favorecer una posición común” ni establecer una “confianza mutua”, se justificó.

“Es mejor no gobernar que gobernar mal”, sentenció. La frase sonó como un responso.

La Unión Social Cristiana (CSU) rehúsa por su parte proseguir con la política adoptada en 2015 con los refugiados.

Detrás de esa burda maniobra se podían distinguir los dientes afilados de los dos hombres que pugnan por la sucesión: el nuevo ministro-presidente de la región de Schleswig-Holstein, Daniel Günther (de 44 años), y el secretario de Finanzas, Jens Spahn (38), partidario de un giro a la derecha de la democracia cristiana.

Todos los argumentos invocados fueron, en realidad, pretextos políticos para colocar a Merkel ante la necesidad de formar un gobierno minoritario -condenado a ser rápidamente derrocado por un voto de censura- o retirarse de la vida política y dejar que las urnas arrojen un veredicto más claro.

Con su habitual sangre fría, la canciller comprendió la trampa y su primer gesto consistió en anunciar que volverá a ser candidata, una forma de obligar a la CSU a reflexionar sobre la conveniencia de abandonar su intransigencia antes de “patear el tablero”.

Volver a las urnas implica más de un peligro: la mayoría de las encuestas divulgadas el último fin de semana muestran que, en caso de nuevas elecciones, probablemente en enero, se repetiría el mismo resultado que el 24 de septiembre.

En ese caso, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) mantendría los 94 diputados que lograron enviar al Bundestag. Dos sondeos predicen incluso que podría mejorar ese caudal.

El otro aspecto inquietante de esta crisis es que el vacío de poder en la primera potencia económica del continente y tercera de Occidente agravaría la inestabilidad de la Unión Europea (UE).

“Desde ayer, Europa retiene la respiración. En este momento, para el bloque sería casi imposible reemplazar a Angela Merkel”, reconoció una fuente diplomática francesa desde Bruselas.

Ese shock resulta particularmente rudo porque se produce en momentos en que, después de la elección de Emmanuel Macron en Francia, los planetas comenzaban a alinearse en una conjunción favorable para iniciar una etapa de cooperación franco-alemana sin precedente desde la época de François Mitterrand y Helmut Kohl.