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Adriana Varela: “No pensé que en democracia volveríamos a hablar de personas desaparecidas”

La intérprete, militante del kirchnerismo, es dura con el gobierno de Macri. Dice que observa en la actualidad una ausencia fuerte de “solidaridad y de preocupación por el otro”, y critica la “idealización” que se hace, según dice, de los “países capitalistas que no son los que están hoy en mejores condiciones”. Y explica su “conexión” con los Kirchner.

Manuel Vázquez Montalbán había escrito una de las mejores crónicas sobre su deslumbrante aparición: “El tango ha de salir del cuerpo por todas sus puertas, hay que cantarlo con los seis sentidos, y ella lo emitía desde el centro del mundo, el lugar elegido por sus pies para apoderarse del escenario, sin permitirse señales extras, presencia y voz, como la Piaf o Chavela”. El autor de Quinteto de Buenos Aires no ahorró elogios para describir a esa mujer que una noche en El Berretín (“local guerrillero del tango”, escribió) eclipsó hasta la figura del propio Polaco Goyeneche, haciéndola llevar a las páginas de su novela.

“De alguna manera, me metió en el público español sin que me conocieran. Joaquín Sabina se quejaba porque me decía que Manolo nunca le había hecho una nota, que yo lo admiro y lo leo, vociferaba, lo mismo que Serrat. Me hice muy amiga de él, tanto que cuando era presidente José María Aznar, pasábamos por la Embajada española de aquí y ponían todos los días Milonga de pelo largo, letra que no puede ser más marxista. Fue un escritor brillante que lo entendió todo, incluido al peronismo”.

Adriana Varela podría presumir de tantos reconocimientos cosechados cantando tangos, de esos que la hicieron transcender más allá del Riachuelo, y de sus ideas políticas cuestionadoras del establishment. Pero ella prefiere la postura del artista sobre el escenario y que recorre las radios para promocionar su disco homenaje a la generación del rock, que alguna vez, como su padrino mentor en el tango, le volaran la cabeza.

Goyeneche fue tu padrino artístico, Cacho Castaña te escribió una canción y Vázquez Montalbán te incluyó en su novela. ¿Cuántos años de psicoanálisis se necesitan para resistir a todo eso?

-Más que a Freud y a Lacan, se lo debo a mis orígenes. Vengo de una familia trabajadora donde se hablaba mucho de política y cuando tuve la oportunidad de estudiar en la Universidad de El Salvador hasta se me cruzó el Padre Mugica en el camino como profesor de Teología, obvio, las pasiones que desencadenaban aquellas charlas. A partir del reconocimiento de El Polaco me terminé de curtir y mi actual analista me dice que me la tengo que creer un poquito, pero para adentro. Y la verdad, si salgo de mi casa y no puedo tomar un taxi tranquila, no lo toleraría.

¿Por qué este disco de rock?

-Porque sus canciones me atravesaron a mí, yo vengo de ese palo, lo del tango vino después, y se cruza con los momentos de mis dos hijos también, Julia y Rafael, que además son los productores del disco. Empezamos haciendo Mañana en el Abasto, de Luca Prodan, fui a la casa de mi hijo a grabarlo y me gustó. Luego se fueron dando distintas situaciones por la empatía con Pedro Aznar, que quería hacer Margherita, un tema con el que mis hijos crecieron apegados a una guitarra; Ricardo Mollo le puso la voz a un tema de Almendra, Hoy todo el cielo en la ciudad, que me partió la cabeza cuando era más joven. Con el único que tuve un paréntesis no vivencial fue con Cerati, no me gustaba Soda Stereo, la primera canción que escuché no me llegó y recién con Adiós, que la hicimos con cinco guitarras acústicas, me sentí plena.

¿De qué manera te imaginás al tango que viene?

-El tango no viene, el tango es, todos quieren que sea masivo pero el tango es algo muy distinto, permanece, trasciende, está. Lo demás se tira, se vende. Lo quisieron prostituir y no pudieron, es lo maravilloso, se preserva solo, es como un misterio. Cuando mis hijos eran chicos, nuestra generación fue muy sectaria, veíamos al tango como algo kitsch. Hoy la relación con los jóvenes es otra, más abierta y yo sigo buscando en las noches voces nuevas y la del Chino Laborde es una de ellas, como la de Dolores Solá, con La Chicana. Y de todos los públicos que conocí, el de Colombia fue el más impresionante, allí lo pibes terminan haciendo pogo.

¿Qué te duele hoy del país?

-Si algo no me imaginé, es que pudieran aparecer rasgos de la dictadura, porque nunca pensé que en democracia volveríamos a hablar de personas desaparecidas. Va más allá del partidismo y la ideología, y lo que observo es una ausencia fuerte de solidaridad, de preocupación por el otro, y una idealización de los países capitalistas, sobre todo de aquellos que pertenecen al imperio, y que no son los que hoy están en las mejores condiciones. Cuando salgo de gira, en otros países se ve menos crueldad, y siento que aquí se psicopatea mal la situación. No sé qué impacto puede tener eso con un sector de la clase media que se cansó de la inseguridad y hasta se hartó de la libertad. Es algo más heavy.

Además de tu postura ideológica, ¿qué te une a una figura como la ex presidenta Cristina Kirchner?

-Hay una conexión que nació con Néstor Kirchner, al que conocí el día que canté para Lula y teníamos que estar bien en el vínculo con Brasil. Después de la cena, estábamos en Cancillería y todos esperando afuera, sin poder entrar. Al salir, nos quejamos un poquito y el ex Presidente, con su informalidad, me respondió: “Adrianita, me tienen podrido con el protocolo, voy a hacer pis y vuelvo”. Un tipo normal, como cualquiera. Además, la cristalización de un proyecto político en los dos que, para los de la generación del 70, representaba esa Latinoamérica unida por sus mandatarios.

Ideología

¿No sentís que con Cacho Castaña estátodo bien hasta que se habla de política?

-La postura frente al mundo es una cuestión ideológica, y el artista sin eso, no tiene esencia. Ahora que el presidente es Macri, Cacho suele decir algunas cosas (“Deben 100 palos verdes y se pasean por Europa. Y al que roba una manzana lo meten preso”, dijo meses atrás, en relación al gobierno K), yo le digo que no puede opinar así porque hay mucha gente del pueblo que lo sigue. Pero Cacho es incapaz de matar a una mosca, vas comer un asadito al quincho de su casa y hay una foto de Perón con su caballo pinto y al lado una de Evita. Sus canciones trascienden al hombre que opina y la gente adora al personaje.

Por Andrés Asato – Cronista