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Adónde va Macri, la épica del ajuste que altera la tregua del Mundial y desoye el peso de la historia

El Mundial de Fútbol no será finalmente el paréntesis que esperaban los altos mandos de Cambiemos. El cálculo que dibujaban en el aire las espadas del Presidente en diciembre pasado ubicaba a Rusia 2018 como una estación amable en el camino a la reelección, con capacidad para tornar realidad la fantasía de unir a los argentinos y darle aire al gobierno en el año más largo y empinado.

Junio se encamina a ser, en cambio, el mes que haga coincidir en Argentina un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y un paro nacional que junte a la enorme mayoría del sindicalismo con las organizaciones sociales que vienen de hacer una nueva demostración de fuerzas. Una postal que trae imágenes de ese pasado que Mauricio Macri busca dejar atrás con obsesión, pero sin método.

La semana que empieza puede aportar novedades en los dos planos. Primero con el viaje de Nicolás Dujovne a Washington para firmar, entre sonrisas, la carta de intención con Christine Lagarde. Más allá del aire victorioso que envolverá al equipo económico si se concreta el pacto con el Fondo, la letra chica incluirá un pliego de condiciones que el Presidente piensa cumplir en base a dos supuestos que no tiene garantizados: la ayuda de los gobernadores y la mansedumbre de la mayoría que lo votó en 2015 y 2017.

La contracara de la cita en Washington estará en el viejo edificio de Azopardo 802, donde la CGT que ahora no se divide espera a Miguel Ángel Pichetto y a los senadores del PJ que buscan correrle el cuerpo al sendero que propone Macri. Los pronósticos no son favorables al ministro Triaca. El ala moderada del sindicalismo, que se dedicó durante dos años largos a marcar su distancia con la familia Moyano, es ahora la que dice que hay razones para ir al paro y sólo se trata de sumar a todos.

La dificultad del oficialismo no es sólo que avanza sin incentivos en un proceso en el que demanda sacrificios y dinamita las posibilidades del consenso que precisa. El Presidente queda en un lugar incómodo, en una escena difícil de digerir, cuando reclama esfuerzos y privaciones a las que nunca estuvo sometido, ni como ciudadano ni -hasta este 2018- como gobernante. La turbulencia y el límite al endeudamiento permanente colocaron a Macri en una situación inédita: por primera vez sin plata. Es lógico que, como acostumbra a decir, le cueste conciliar el sueño.

La épica del ajuste no enamora ni siquiera a los propios y la propuesta de la factoría PRO para recuperar el entusiasmo no se percibe clara. No es lo más grave.

Peor que atravesar un trance duro -que considera inevitable- es que el Presidente esté dando pasos continuos hacia lo desconocido, como afirma el oráculo Pichetto. El jefe de los senadores del PJ se lo dijo en la madrugada del jueves a Gabriela Michetti, con la adaptación de una frase de Séneca que se acostumbra usar en el coaching: “Ningún navegante avanza, aún con viento favorable, si no sabe a dónde va”. Mientras el senador, que también se anota por lo bajo en la aventura presidencial, sostiene que es muy difícil para Macri gobernar así, no ve consistencia y advierte que el gobierno va a perder conexión con su propio electorado, el Presidente exhibe un razonamiento inverso.

Dice que el peronismo “racional” actúa como un grupo de mentirosos e irresponsables, se muestra convencido de que este cambio “nos va a llevar a todos a un futuro que soñamos” y habla de un camino de 20 años de crecimiento, justo cuando lo que asoma es la recesión. El núcleo duro del gobierno se obstina en la confianza de que los argentinos no van a volver atrás, máxima que se contradice con la que Macri pronunció para frenar al peronismo pero puede amargarle el porvenir: el poder lo tiene la gente.

Sin receso posible, junio y lo que queda del año se anuncian marcados por esa contradicción. El presidente se contenta con elogios y palmadas en la espalda de líderes globales que no tienen siquiera su permanencia asegurada y busca sin éxito contagiar entusiasmo. Mientras, las encuestas registran nuevas camadas de sus votantes que pierden, cada día, la inocencia desde el bolsillo.

O la convicción de Macri guarda una pócima capaz de reeditar un futuro electoral exitoso pese a la inflación, los aumentos permanentes, la pérdida de poder adquisitivo y la caída del consumo. O Pichetto tendrá razón cuando advierte, como el jueves pasado, que el gobierno no conoce la historia. Que lo diga sino Cristina Kirchner, que lo escuchaba desde su banca, a cinco metros de distancia, y se volvió a reír con su ex jefe de bloque, después de años de amarguras.

Por Diego Genoud – El Canciller